Un jardín imaginario, otra historia posible para las Ancestras

En Ancestras la artista quiteña Polett Zapata explora el archivo familiar desde los cuidados, la naturaleza y los afectos maternos. La muestra estará abierta en el Museo Nahím Isaías hasta el 15 de febrero de 2025.

MARÍA DANIELA ASTUDILLO

Un hogar reimaginado, un jardín infinito, una familia de rostro vegetal son algunos de los elementos que definen Ancestras, la exposición individual de Polett Zapata —también conocida como Polii Lunar— en el Museo Nahím Isaías, en Guayaquil. El trabajo surge de investigaciones en torno a su linaje materno y las nociones de la feminidad.

Una relectura del pasado

La muestra se abre con el registro personal de la abuela: una serie que mapea las estancias familiares y reflexiona sobre la vejez, el olvido y la memoria. Entre ilustraciones tanto al óleo como digitales, instalaciones audiovisuales y bordados, Zapata cuelga unas postales de tela que adelantan los caminos de las siguientes salas, correspondientes a sus vivencias como mujer en distintos roles (hija, sobrina, nieta y artista) y la labor protectora de sus ancestras.

Obras ‘Luzmila’ (izq) y ‘I don’t know you anymore’ (der), parte de la muestra Ancestras, exposición de Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía del Museo.

En la sala de la abuela, las paredes también son habitadas por rostros borrosos, las vajillas quebradas y la repetición incesante de las primeras líneas de Un cuento para mi niño (1975), de Lole y Manuel; y con ella, la habitación canta, en claves de mariposa, sobre la deshumanización de las mujeres.

La pieza de la abuela no es únicamente un álbum de recuerdos, es un álbum de silencios que Zapata desempolva con sus obras: 

“Esta colección no solo muestra cosas de mi familia, sino también cosas que vivió mi abuela, como violencia intrafamiliar por parte de mi abuelo. Es muy necesario mostrar estas violencias y microviolencias que suelen estar súper metidas en nuestra vida y que las aceptamos aunque no estén bien”, dijo la artista en un recorrido previo a la inauguración de su muestra.

Ancestras, exposición de Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez, cortesía del Museo.
Ancestras, exposición de Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez, cortesía del Museo.
Vajilla de porcelana, obra de la muestra Ancestras de la artista Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía Museo Nahím Isaías.
‘Vajilla de porcelana’ (segunda obra a la izq), obra de la muestra Ancestras de la artista Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía Museo Nahím Isaías.

Zapata abre su exposición con un mensaje claro: hablar de las mujeres de su familia es permitir otro futuro posible. Es la oportunidad de intervenir su historia desde un nuevo trazo.

“Es súper duro entender todo lo que vivió mi abuela y que aún así haya seguido en pie toda la vida. Para mí es full admirable y por eso también nace Ancestras, para darle un tributo a ella como mujer”, agregó conmovida Zapata, con la misma sonrisa que dibuja en el gran mural de una cocina, donde ambas, junto a su madre, aparecen retratadas.

Mural de cocina de la artista Polett Zapata, exhibido en la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía del Museo Nahím Isaías.
‘Mural de cocina’ de la artista Polett Zapata, exhibido en la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía del Museo Nahím Isaías.

Poco antes de abandonar la sala, al lado del texto de bienvenida de la serie, se ve el registro dedicado a la mamá de la artista: se levantan pequeños cuadros protagonizados por ella en su cotidianidad, sola, con sus primas o hermanas; y en medio de ellos, silenciosa, emerge la hija con una mirada curiosa que acoge los recuerdos, que pausa las estancias. Que se instala en otro tiempo. 

La recolectora de identidades

Después de sumergirse en las raíces de su archivo familiar, Zapata abre paso a su cuarto propio: el jardín de los espejos. Esta sección inicia con un velo unido por la autopercepción y el recuerdo de sus ancestras. Catorce obras explican su relación con el cuerpo, la feminidad y el presente a partir de autorretratos, la autoexploración en otros rostros y los espacios naturales.

Obra 'No quiero salir de la cama', de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
Obra ‘No quiero salir de la cama’, de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
Obra 'No quiero salir de la cama', de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
Obra ‘El jardín de mi infancia’, de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.

Apasionada por el cine desde sus años universitarios, Zapata reconoce la inspiración de Andréi Tarkovski para la generación de las texturas vaporosas o difusas de esta sección, así como la influencia de Agnes Varda y su documental Los espigadores y la espigadora (2000) para obras como La recolectora (2022):

“Un día fuimos a Guaytacama mis tías, mi madre y yo. Habían abandonado una florícola donde antes vivía mi abuela, con bastantes flores sembradas y fuimos a recolectarlas. Me pareció súper esto de no dejar que se mueran estas flores, las últimas. Recolectamos todo e hicimos unos ramilletes, nos los llevamos y los pusimos en las casas. Y entonces decidí crear esta imagen de una de las primas de mi mamá recolectando flores”, explicó mientras simulaba el acto de envolver pequeños tallos con sus manos.

Obra ‘La recolectora’ (izq) de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.

Inspirada tanto en sus ídolos como su familia, Zapata se encarga de ser una recolectora de afectos y memorias para su jardín de acrílico, digitalidad y bordado.

En la pared principal de la sala está ‘Creature of desire’ (2023). En él, se potencia la fascinación de la artista por los motivos vegetales y la relación que tienen con lo femenino. Inspirada en ‘Adán y Eva (1507) de Alberto Durero, Zapata reconoce su interés por jugar —porque al final, todo ejercicio en el arte puede leerse como un juego de articulación y desarticulación— con los signos y sus referentes:

“Es un autorretrato (doble) donde estoy yo con una serpiente. A la serpiente siempre la ven como el pecado en la Biblia, pero para mí es un símbolo de feminidad, de unión. Y también está la manzana alusiva al pecado y por la que nos culpan a las mujeres… Muchas veces en la religión nos hacen ver como las malas, las pecadoras o las sufridoras, entonces me interesa darles esa vuelta para mostrar otra cosa a través del arte”. 

Obra 'Creature of desire', de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
Obra ‘Creature of desire’, de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.

A esta sala que aborda los afectos y la introspección desde la feminidad, le hace falta en sus paredes ‘Un jardín imaginario’, la obra favorita de la artista. Se trata de un lienzo inspirado en el Bosco donde ella aparece en la ventana de una casita antigua, desde la cual observa a la distancia a su abuela, su bisabuela y dos tías-abuelas. Rememora la obra con una mezcla de dulzura y nostalgia, pues únicamente estuvo presente durante el montaje de la muestra en Quito en 2023, antes de que se vendiera.

Obra «Un jardín imaginario», tomada del perfil de Facebook de Polett Zapata.

“Se llama ‘Un jardín imaginario’ porque muestra cómo hubiera querido que todas mis ancestras vivieran en su época: hubiera sido hermoso que se pudieran vestir como quisieron, que hubieran podido decidir sobre sus cuerpos. En este jardín ellas pueden hacer todo lo que quieran, sin estas cosas que dice la sociedad sobre qué está bien y está mal de ser mujer”. 

Zapata piensa en sus obras como pequeñas hijas a las que da a luz con sus manos, por eso que le cuesta tanto despedirse de ellas cuando encuentran un nuevo dueño. Sin embargo, está claro que en el acto de dar a otros su trabajo también se cumple uno de sus propósitos como artista: el de construir redes de su historia desde nuevos lugares, desde nuevos encuentros.

La intuición es un hilo invisible

El recorrido de Ancestras cierra con el campo de los cuidados, una exploración de la naturaleza, un desfogue de las emociones. En esta parte, se encuentran obras de series anteriores, como ‘Diafanidad: Mujeres en la medicina ancestral’ (2019) —su proyecto de tesis— y ‘Estancias’ (2023), una colección que poco a poco modificó y convirtió en la versión preliminar de Ancestras.

“Cuando ya me iba a graduar de la carrera de Artes Plásticas, había empezado a indagar en torno a las yerbateras, estas mujeres que curan a través de las plantas medicinales… Hice toda una serie de mujeres yerbateras, explorando ciertas cosas desde la creación de mis propios pigmentos. ‘Diafanidad’ (2018) fue la más grande que hice en grabado, con una serie de mujeres que no tienen cabeza humana, sino cabeza de plantas y cada una es una planta medicinal. Y después de un tiempo, conversando con mis tías, me dijeron que mi bisabuela había sido yerbatera. Para mí eso fue como una conexión, no fue algo que había estado buscando saber”. 

Solange Rodríguez dice sobre El demonio de la escritura (2024) que escribir es intuir. Después de hablar con Polett Zapata, pienso que ilustrar también es intuir.

En 2023, la ilustradora y bordadora anunciaría Estancias, una serie de obras que abarcan la relación mujer-naturaleza, pensamientos comunes de la cotidianidad y la memoria materna. La primera edición de esta muestra fue presentada en Hybrid Art Fair 2023 (Madrid, España) y luego parte de ella se montó para la exposición colectiva Los que sienten (2023), en el Museo Nahím Isaías. 

Ancestras de la artista Polett Zapata en el Museo Nahím Isaías.
Ancestras de la artista Polett Zapata en el Museo Nahím Isaías.

La motivación para llevar a cabo este proyecto surgió de su lectura del libro homónimo de Alicia Ortega, para el cual ilustró la portada, contraportada y un mapa de Quito con lugares importantes para la autora. Con la aún reciente partida de su abuela en mente y un registro de obras ya encaminado en las mujeres de su familia y sus experiencias, Zapata entendió que quería seguir ahondando en esa línea de investigación.

“Desde ahí empecé a explorar mi archivo familiar, a darme cuenta de que había una cierta repetición en torno a las mujeres de mi hogar y surgió esta idea de crear algo en torno a mi vida o capaz al recorrido de mi abuela”, concluyó la artista. 

Revisito las obras y entonces leo uno de los fragmentos del libro de Ortega que se encuentra pegado en el jardín de los espejos: “el tiempo ajeno es tiempo detenido… Puedo hacer una pausa y mirarlo… El tiempo propio transcurre, está en movimiento, es una cosa y otra a la vez”. 

Zapata juega con estos dos tiempos en su serie para tejer un archivo personal que, así como las historias, las identidades o las nociones de lo femenino, puede ser móvil y a su vez persistir en lo tangible.

De cierto modo, todos los trabajos de Polett Zapata se conectan para finalmente devenir en Ancestras: son una búsqueda constante de respuestas sobre lo que es ser mujer en distintas épocas y cómo el arte es capaz de visibilizarlas desde el cariño y una voz reivindicativa. Son un modo de abrazar la calidez del hogar y las corrientes que el tiempo superpone a la memoria. Son un no-tiempo y un lugar ectópico en el que la naturaleza es un punto fundamental de la identidad.

Para Zapata, “el arte es eso: explorar desde el cotidiano las cosas que me pasan como mujer”.

El arte puede ser un registro sensible de un presente dislocado. Es el relato de quienes nos tejen y hacia dónde creamos. Es la historia de ellas. La historia de nosotras. Nuestra historia.

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    MARÍA DANIELA ASTUDILLO

    Un hogar reimaginado, un jardín infinito, una familia de rostro vegetal son algunos de los elementos que definen Ancestras, la exposición individual de Polett Zapata —también conocida como Polii Lunar— en el Museo Nahím Isaías, en Guayaquil. El trabajo surge de investigaciones en torno a su linaje materno y las nociones de la feminidad.

    Una relectura del pasado

    La muestra se abre con el registro personal de la abuela: una serie que mapea las estancias familiares y reflexiona sobre la vejez, el olvido y la memoria. Entre ilustraciones tanto al óleo como digitales, instalaciones audiovisuales y bordados, Zapata cuelga unas postales de tela que adelantan los caminos de las siguientes salas, correspondientes a sus vivencias como mujer en distintos roles (hija, sobrina, nieta y artista) y la labor protectora de sus ancestras.

    Obras ‘Luzmila’ (izq) y ‘I don’t know you anymore’ (der), parte de la muestra Ancestras, exposición de Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía del Museo.

    En la sala de la abuela, las paredes también son habitadas por rostros borrosos, las vajillas quebradas y la repetición incesante de las primeras líneas de Un cuento para mi niño (1975), de Lole y Manuel; y con ella, la habitación canta, en claves de mariposa, sobre la deshumanización de las mujeres.

    La pieza de la abuela no es únicamente un álbum de recuerdos, es un álbum de silencios que Zapata desempolva con sus obras: 

    “Esta colección no solo muestra cosas de mi familia, sino también cosas que vivió mi abuela, como violencia intrafamiliar por parte de mi abuelo. Es muy necesario mostrar estas violencias y microviolencias que suelen estar súper metidas en nuestra vida y que las aceptamos aunque no estén bien”, dijo la artista en un recorrido previo a la inauguración de su muestra.

    Ancestras, exposición de Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez, cortesía del Museo.
    Ancestras, exposición de Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez, cortesía del Museo.
    Vajilla de porcelana, obra de la muestra Ancestras de la artista Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía Museo Nahím Isaías.
    ‘Vajilla de porcelana’ (segunda obra a la izq), obra de la muestra Ancestras de la artista Polett Zapata. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía Museo Nahím Isaías.

    Zapata abre su exposición con un mensaje claro: hablar de las mujeres de su familia es permitir otro futuro posible. Es la oportunidad de intervenir su historia desde un nuevo trazo.

    “Es súper duro entender todo lo que vivió mi abuela y que aún así haya seguido en pie toda la vida. Para mí es full admirable y por eso también nace Ancestras, para darle un tributo a ella como mujer”, agregó conmovida Zapata, con la misma sonrisa que dibuja en el gran mural de una cocina, donde ambas, junto a su madre, aparecen retratadas.

    Mural de cocina de la artista Polett Zapata, exhibido en la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía del Museo Nahím Isaías.
    ‘Mural de cocina’ de la artista Polett Zapata, exhibido en la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez. Cortesía del Museo Nahím Isaías.

    Poco antes de abandonar la sala, al lado del texto de bienvenida de la serie, se ve el registro dedicado a la mamá de la artista: se levantan pequeños cuadros protagonizados por ella en su cotidianidad, sola, con sus primas o hermanas; y en medio de ellos, silenciosa, emerge la hija con una mirada curiosa que acoge los recuerdos, que pausa las estancias. Que se instala en otro tiempo. 

    La recolectora de identidades

    Después de sumergirse en las raíces de su archivo familiar, Zapata abre paso a su cuarto propio: el jardín de los espejos. Esta sección inicia con un velo unido por la autopercepción y el recuerdo de sus ancestras. Catorce obras explican su relación con el cuerpo, la feminidad y el presente a partir de autorretratos, la autoexploración en otros rostros y los espacios naturales.

    Obra 'No quiero salir de la cama', de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
    Obra ‘No quiero salir de la cama’, de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
    Obra 'No quiero salir de la cama', de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
    Obra ‘El jardín de mi infancia’, de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.

    Apasionada por el cine desde sus años universitarios, Zapata reconoce la inspiración de Andréi Tarkovski para la generación de las texturas vaporosas o difusas de esta sección, así como la influencia de Agnes Varda y su documental Los espigadores y la espigadora (2000) para obras como La recolectora (2022):

    “Un día fuimos a Guaytacama mis tías, mi madre y yo. Habían abandonado una florícola donde antes vivía mi abuela, con bastantes flores sembradas y fuimos a recolectarlas. Me pareció súper esto de no dejar que se mueran estas flores, las últimas. Recolectamos todo e hicimos unos ramilletes, nos los llevamos y los pusimos en las casas. Y entonces decidí crear esta imagen de una de las primas de mi mamá recolectando flores”, explicó mientras simulaba el acto de envolver pequeños tallos con sus manos.

    Obra ‘La recolectora’ (izq) de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.

    Inspirada tanto en sus ídolos como su familia, Zapata se encarga de ser una recolectora de afectos y memorias para su jardín de acrílico, digitalidad y bordado.

    En la pared principal de la sala está ‘Creature of desire’ (2023). En él, se potencia la fascinación de la artista por los motivos vegetales y la relación que tienen con lo femenino. Inspirada en ‘Adán y Eva (1507) de Alberto Durero, Zapata reconoce su interés por jugar —porque al final, todo ejercicio en el arte puede leerse como un juego de articulación y desarticulación— con los signos y sus referentes:

    “Es un autorretrato (doble) donde estoy yo con una serpiente. A la serpiente siempre la ven como el pecado en la Biblia, pero para mí es un símbolo de feminidad, de unión. Y también está la manzana alusiva al pecado y por la que nos culpan a las mujeres… Muchas veces en la religión nos hacen ver como las malas, las pecadoras o las sufridoras, entonces me interesa darles esa vuelta para mostrar otra cosa a través del arte”. 

    Obra 'Creature of desire', de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.
    Obra ‘Creature of desire’, de la muestra Ancestras. Foto de Ricardo Bohórquez.

    A esta sala que aborda los afectos y la introspección desde la feminidad, le hace falta en sus paredes ‘Un jardín imaginario’, la obra favorita de la artista. Se trata de un lienzo inspirado en el Bosco donde ella aparece en la ventana de una casita antigua, desde la cual observa a la distancia a su abuela, su bisabuela y dos tías-abuelas. Rememora la obra con una mezcla de dulzura y nostalgia, pues únicamente estuvo presente durante el montaje de la muestra en Quito en 2023, antes de que se vendiera.

    Obra «Un jardín imaginario», tomada del perfil de Facebook de Polett Zapata.

    “Se llama ‘Un jardín imaginario’ porque muestra cómo hubiera querido que todas mis ancestras vivieran en su época: hubiera sido hermoso que se pudieran vestir como quisieron, que hubieran podido decidir sobre sus cuerpos. En este jardín ellas pueden hacer todo lo que quieran, sin estas cosas que dice la sociedad sobre qué está bien y está mal de ser mujer”. 

    Zapata piensa en sus obras como pequeñas hijas a las que da a luz con sus manos, por eso que le cuesta tanto despedirse de ellas cuando encuentran un nuevo dueño. Sin embargo, está claro que en el acto de dar a otros su trabajo también se cumple uno de sus propósitos como artista: el de construir redes de su historia desde nuevos lugares, desde nuevos encuentros.

    La intuición es un hilo invisible

    El recorrido de Ancestras cierra con el campo de los cuidados, una exploración de la naturaleza, un desfogue de las emociones. En esta parte, se encuentran obras de series anteriores, como ‘Diafanidad: Mujeres en la medicina ancestral’ (2019) —su proyecto de tesis— y ‘Estancias’ (2023), una colección que poco a poco modificó y convirtió en la versión preliminar de Ancestras.

    “Cuando ya me iba a graduar de la carrera de Artes Plásticas, había empezado a indagar en torno a las yerbateras, estas mujeres que curan a través de las plantas medicinales… Hice toda una serie de mujeres yerbateras, explorando ciertas cosas desde la creación de mis propios pigmentos. ‘Diafanidad’ (2018) fue la más grande que hice en grabado, con una serie de mujeres que no tienen cabeza humana, sino cabeza de plantas y cada una es una planta medicinal. Y después de un tiempo, conversando con mis tías, me dijeron que mi bisabuela había sido yerbatera. Para mí eso fue como una conexión, no fue algo que había estado buscando saber”. 

    Solange Rodríguez dice sobre El demonio de la escritura (2024) que escribir es intuir. Después de hablar con Polett Zapata, pienso que ilustrar también es intuir.

    En 2023, la ilustradora y bordadora anunciaría Estancias, una serie de obras que abarcan la relación mujer-naturaleza, pensamientos comunes de la cotidianidad y la memoria materna. La primera edición de esta muestra fue presentada en Hybrid Art Fair 2023 (Madrid, España) y luego parte de ella se montó para la exposición colectiva Los que sienten (2023), en el Museo Nahím Isaías. 

    Ancestras de la artista Polett Zapata en el Museo Nahím Isaías.
    Ancestras de la artista Polett Zapata en el Museo Nahím Isaías.

    La motivación para llevar a cabo este proyecto surgió de su lectura del libro homónimo de Alicia Ortega, para el cual ilustró la portada, contraportada y un mapa de Quito con lugares importantes para la autora. Con la aún reciente partida de su abuela en mente y un registro de obras ya encaminado en las mujeres de su familia y sus experiencias, Zapata entendió que quería seguir ahondando en esa línea de investigación.

    “Desde ahí empecé a explorar mi archivo familiar, a darme cuenta de que había una cierta repetición en torno a las mujeres de mi hogar y surgió esta idea de crear algo en torno a mi vida o capaz al recorrido de mi abuela”, concluyó la artista. 

    Revisito las obras y entonces leo uno de los fragmentos del libro de Ortega que se encuentra pegado en el jardín de los espejos: “el tiempo ajeno es tiempo detenido… Puedo hacer una pausa y mirarlo… El tiempo propio transcurre, está en movimiento, es una cosa y otra a la vez”. 

    Zapata juega con estos dos tiempos en su serie para tejer un archivo personal que, así como las historias, las identidades o las nociones de lo femenino, puede ser móvil y a su vez persistir en lo tangible.

    De cierto modo, todos los trabajos de Polett Zapata se conectan para finalmente devenir en Ancestras: son una búsqueda constante de respuestas sobre lo que es ser mujer en distintas épocas y cómo el arte es capaz de visibilizarlas desde el cariño y una voz reivindicativa. Son un modo de abrazar la calidez del hogar y las corrientes que el tiempo superpone a la memoria. Son un no-tiempo y un lugar ectópico en el que la naturaleza es un punto fundamental de la identidad.

    Para Zapata, “el arte es eso: explorar desde el cotidiano las cosas que me pasan como mujer”.

    El arte puede ser un registro sensible de un presente dislocado. Es el relato de quienes nos tejen y hacia dónde creamos. Es la historia de ellas. La historia de nosotras. Nuestra historia.

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