Angélica Alomoto le da luz a la extracción petrolera

La artista amazónica recibió el primer premio del Salón de Julio en su edición 62. Su obra le da luz al petróleo que transita solo bajo tierra. Esta fue la primera vez que tres mujeres ganaron los primeros lugares del certamen.

JÉSSICA ZAMBRANO 

La artista Angélica Alomoto, originaria de Quijos, un cantón de la provincia amazónica de Napo, reconoce en su obra la herencia de una lucha amazónica. Su propuesta ‘El viaje y los viajeros’ ganó el primer lugar del Salón de Julio en su última edición. La obra parte de los archivos fotográficos de las misiones jesuítas al Oriente ecuatoriano.

A través de mosaicos que emulan los formatos fotográficos tradicionales en pequeños formatos, como retrato, fotografía de carnet o álbum, Alomoto recrea una imagen en la que un grupo de hombres se resisten a ser parte del grupo que obedece a las misiones. “Ellos son los que quedan, son los que viajan”, dice la artista. Además, la imagen de sus cuerpos está atravesada por dardos que llevan en su punta una mancha de petróleo.

Por tres años consecutivos, Alomoto envió obras como esta, en gran formato y en diálogo con las luchas amazónicas, al Salón de Julio, un concurso pictórico organizado por la Dirección de Cultura del Municipio de Guayaquil desde 1959, que entrega premios económicos a tres obras producidas e inéditas. Lo hizo en 2016, 2017, 2018. Nunca recibió una respuesta —ni positiva ni negativa—. Este año, cuando el concurso abrió su convocatoria, pensó en dos cosas: primero enviaría una de las obras que estaba trabajando en su pequeño taller y luego expondría todas las obras que le han rechazado.

Angélica Alomoto durante la clausura del Salón de Julio pudo registrar la obra que esta vez no se llevará a casa. Foto Jéssica Zambrano

Alomoto, que vive entre Quito y Quijos, había planificado dos viajes a Guayaquil durante este año: uno para dejar la obra participante y otra para llevársela de regreso a casa. Por eso también trabajó su obra en módulos, para embarcarla en su viaje de regreso sin complicaciones.

Pero antes de completar el segundo viaje, recibió un mensaje: su obra había sido seleccionada. Dos días después le dijeron que era la ganadora del Primer lugar de la edición 62 del Salón de Julio.

Por primera vez el certamen premió la obra de una mujer amazónica; pero además, por primera vez tres mujeres ganaron los primeros lugares del Salón de Julio: el segundo lugar fue para Ana Fernández, por su obra ‘Chimborazo en el Guayas y lechuguines en la ría’; mientras el tercer lugar fue para Verónica Ponce Tacuri, por ‘Abstracción’. Eduardo Carrera fue el director de esta edición y los jurados fueron Max Hinderer, Codirector del Programa de Estudios Independientes (PEI) del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Marcela Guerrero, curadora asociada del Whitney Museum of American Art en Nueva York y Mónica Hoff, artista, curadora e investigadora brasileña.

El jueves 24 de agosto, Alomoto hizo un tercer viaje a Guayaquil, para recibir un diploma de la Dirección de Cultura, hacer un brindis y un registro de la obra que no volverá a llevarse a casa, pues uno de los premios es que su trabajo sea parte de la reserva del Museo Municipal de la ciudad.

Entrega de diplomas y clausura del Salón de Julio
Entrega de diplomas y clausura del Salón de Julio. Foto Jéssica Zambrano

Mientras camina en el Museo Municipal, entre las autoridades locales, algunos artistas e invitados, Alomoto explica en una entrevista con INDÓMITA por qué para ella es un gesto poético que en su obra, ‘El viaje y los viajeros’, el petróleo de su territorio vea la luz en Guayaquil, donde el tránsito de esta sustancia es invisible, a pesar de  ser uno de los espacios en los que se materializa su capital. La obra de Alomoto va del viaje a los viajeros.

Siempre se ha cuestionado que el Salón de Julio no exhiba la obra de muchas mujeres y este año tres mujeres ganaron los primeros lugares. Uno de los argumentos es que nunca hay tantas mujeres postulando, tú que lo has hecho con anterioridad ¿a qué crees que responda esa tensión? 

Para mí, lo primero ha sido mi forma de representación, pues siempre he utilizado la escultura o la instalación. La pintura para mí es algo más sagrado porque es una cuestión de la imagen. Tengo algunas referencias que no vienen desde la pintura del campo del arte, sino de la pintura desde un campo cultural que es la cerámica. A la cerámica la asocian de una manera diferente, donde no puedes quebrar la línea, ese gesto en cambio es bien visto en la pintura o en el dibujo.

Pero realmente no sabes si te validan por el tema, por cuestiones estéticas. De seguro hay valoraciones que tienen lógicas y contextos específicos y que responden a argumentos más políticos. Aún así, pienso que la selección que se hace permite registrar qué pasa  y cómo en el campo del arte también se restringen temáticas o se impone una validación que impide que ciertas obras entren en diálogo con la sociedad  a pesar de su fuerza y su potencia.

¿Piensas que, ahora que hay una coyuntura sobre nuestro rol por la defensa de los territorios y que tu obra ha estado atravesada por ese discurso, puede dialogar mejor con el contexto, como pasa con otras obras de la selección? 

Yo no pensaría que este sea un discurso actual mío. Siempre he dicho que las luchas se heredan y en mi contexto familiar siempre se ha hablado sobre cómo se lucha por los territorios, la educación. Mi lucha no es por ganar premios. Mi lucha es para que los conocimientos de los pueblos y nacionalidades originarias del Ecuador puedan incluirse dentro del pensamiento universal. No solo dentro del pensamiento pedagógico que nos compete, porque el conocimiento que tenemos es una suma de varias culturas, pero ya hablando de nuestro contexto no existe un aporte que pueda verse en la educación universal, eso hace que haya mucho clasismo y racismo.

Entonces, tienes gente diciendo que solo los pueblos originarios somos quienes luchamos por estas cuestiones de defensa del territorio,  por el agua o la no explotación del petróleo; pero no es así, nosotros luchamos por la vida, no estamos clasificando de qué región o apellido eres.

Y es real, la lucha de los territorios debería ser de todos, pero tú misma has dicho que estas luchas se heredan y sí hay una mayor tensión cuando una mujer amazónica produce una obra que entra a este tipo de circuitos que históricamente han rechazado esta producción. 

Sé bien dónde me estoy metiendo. La idea es poner en tensión esas lógicas de validación del arte o esas lógicas de validación de una línea de pensamiento porque hay que reconocer que no solo es una cuestión de lenguaje pictórico ni de representación del arte, sino un pensamiento filosófico y una lucha política que venimos acarreando. El objetivo no es ganar los premios, el objetivo es seguir circulando la información y poniendo en tensión estas cuestiones.

Yo vi comentarios que cuestionaban mi experticia pictórica, pero me gusta que la cuestionen porque no pasaré 60 años pintando para ser experta o que me validen, ese no es el punto, es cómo en las obras inscribes todas esas artes y oficios que no necesariamente vienen del arte, sino de otros contextos.

Angélica Alomoto trabaja a partir mosaicos en pequeños formatos que le permiten replicar la fotografía, el álbum, la foto carnet. Foto Jéssica Zambrano
Angélica Alomoto trabaja a partir mosaicos en pequeños formatos que le permiten replicar la fotografía, el álbum, la foto carnet. Foto Jéssica Zambrano

¿Qué contextos hay en tu obra? 

Cómo una serie de hombres hicieron los dardos, se trata de la cosecha de la fibra de la planta para hacerlos, luego ahumarlos y secarlos. Hay un canto que bordea las imágenes de los hombres, es un canto simbólico de los mundos acuáticos. Para mí es importante que circulen en otro lugar geográfico.

Hay una resonancia al decir que está en otros lugares, no tanto hablando del extractivismo, sino de cómo el petróleo es extraído violentamente y cómo esos imaginarios del petróleo pueden tener varios caminos o concepciones sobre la economía, el progreso. Yo quería darle otro camino y otro viaje al petróleo, no quería hablar del petróleo  bombeando porque esta materia siempre está pasando por la tubería, nunca ven la luz. Entonces, a mí me parece poético traerlo a Guayaquil donde entran todos los objetos e iconografías del mundo global. Yo le doy la posibilidad de un encuentro. Permito que el petróleo vea la luz, que no esté viajando por la tubería. Esta es otra poética que ya no es violenta, sino que lo exhibe como algo  sagrado, con poder real.

¿Esto nos permite hablar con los viajeros? 

Es un encuentro simbólico. Es poético y es sanador.

Autor

  • JÉSSICA ZAMBRANO

    Periodista. Es ciclista urbana en una ciudad caótica y busca la calma descendiendo a la profundidad del mar. Usa el ciclismo y el buceo a pulmón para hilar sensaciones del cuerpo con historias cotidianas. Desde que practica estos deportes –en los que la mente se involucra mucho más de lo que parece– ha buscado la manera para que su profesión, el periodismo que muchas veces condena a los profesionales a la hostilidad de un espacio laboral, sea también viajar y contar las historias que no se miran desde las ciudades donde –incrédulamente– se cree que todo acontece.

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    Angélica Alomoto le da luz a la extracción petrolera

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    La artista amazónica recibió el primer premio del Salón de Julio en su edición 62. Su obra le da luz al petróleo que transita solo bajo tierra. Esta fue la primera vez que tres mujeres ganaron los primeros lugares del certamen.

    JÉSSICA ZAMBRANO 

    La artista Angélica Alomoto, originaria de Quijos, un cantón de la provincia amazónica de Napo, reconoce en su obra la herencia de una lucha amazónica. Su propuesta ‘El viaje y los viajeros’ ganó el primer lugar del Salón de Julio en su última edición. La obra parte de los archivos fotográficos de las misiones jesuítas al Oriente ecuatoriano.

    A través de mosaicos que emulan los formatos fotográficos tradicionales en pequeños formatos, como retrato, fotografía de carnet o álbum, Alomoto recrea una imagen en la que un grupo de hombres se resisten a ser parte del grupo que obedece a las misiones. “Ellos son los que quedan, son los que viajan”, dice la artista. Además, la imagen de sus cuerpos está atravesada por dardos que llevan en su punta una mancha de petróleo.

    Por tres años consecutivos, Alomoto envió obras como esta, en gran formato y en diálogo con las luchas amazónicas, al Salón de Julio, un concurso pictórico organizado por la Dirección de Cultura del Municipio de Guayaquil desde 1959, que entrega premios económicos a tres obras producidas e inéditas. Lo hizo en 2016, 2017, 2018. Nunca recibió una respuesta —ni positiva ni negativa—. Este año, cuando el concurso abrió su convocatoria, pensó en dos cosas: primero enviaría una de las obras que estaba trabajando en su pequeño taller y luego expondría todas las obras que le han rechazado.

    Angélica Alomoto durante la clausura del Salón de Julio pudo registrar la obra que esta vez no se llevará a casa. Foto Jéssica Zambrano

    Alomoto, que vive entre Quito y Quijos, había planificado dos viajes a Guayaquil durante este año: uno para dejar la obra participante y otra para llevársela de regreso a casa. Por eso también trabajó su obra en módulos, para embarcarla en su viaje de regreso sin complicaciones.

    Pero antes de completar el segundo viaje, recibió un mensaje: su obra había sido seleccionada. Dos días después le dijeron que era la ganadora del Primer lugar de la edición 62 del Salón de Julio.

    Por primera vez el certamen premió la obra de una mujer amazónica; pero además, por primera vez tres mujeres ganaron los primeros lugares del Salón de Julio: el segundo lugar fue para Ana Fernández, por su obra ‘Chimborazo en el Guayas y lechuguines en la ría’; mientras el tercer lugar fue para Verónica Ponce Tacuri, por ‘Abstracción’. Eduardo Carrera fue el director de esta edición y los jurados fueron Max Hinderer, Codirector del Programa de Estudios Independientes (PEI) del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Marcela Guerrero, curadora asociada del Whitney Museum of American Art en Nueva York y Mónica Hoff, artista, curadora e investigadora brasileña.

    El jueves 24 de agosto, Alomoto hizo un tercer viaje a Guayaquil, para recibir un diploma de la Dirección de Cultura, hacer un brindis y un registro de la obra que no volverá a llevarse a casa, pues uno de los premios es que su trabajo sea parte de la reserva del Museo Municipal de la ciudad.

    Entrega de diplomas y clausura del Salón de Julio
    Entrega de diplomas y clausura del Salón de Julio. Foto Jéssica Zambrano

    Mientras camina en el Museo Municipal, entre las autoridades locales, algunos artistas e invitados, Alomoto explica en una entrevista con INDÓMITA por qué para ella es un gesto poético que en su obra, ‘El viaje y los viajeros’, el petróleo de su territorio vea la luz en Guayaquil, donde el tránsito de esta sustancia es invisible, a pesar de  ser uno de los espacios en los que se materializa su capital. La obra de Alomoto va del viaje a los viajeros.

    Siempre se ha cuestionado que el Salón de Julio no exhiba la obra de muchas mujeres y este año tres mujeres ganaron los primeros lugares. Uno de los argumentos es que nunca hay tantas mujeres postulando, tú que lo has hecho con anterioridad ¿a qué crees que responda esa tensión? 

    Para mí, lo primero ha sido mi forma de representación, pues siempre he utilizado la escultura o la instalación. La pintura para mí es algo más sagrado porque es una cuestión de la imagen. Tengo algunas referencias que no vienen desde la pintura del campo del arte, sino de la pintura desde un campo cultural que es la cerámica. A la cerámica la asocian de una manera diferente, donde no puedes quebrar la línea, ese gesto en cambio es bien visto en la pintura o en el dibujo.

    Pero realmente no sabes si te validan por el tema, por cuestiones estéticas. De seguro hay valoraciones que tienen lógicas y contextos específicos y que responden a argumentos más políticos. Aún así, pienso que la selección que se hace permite registrar qué pasa  y cómo en el campo del arte también se restringen temáticas o se impone una validación que impide que ciertas obras entren en diálogo con la sociedad  a pesar de su fuerza y su potencia.

    ¿Piensas que, ahora que hay una coyuntura sobre nuestro rol por la defensa de los territorios y que tu obra ha estado atravesada por ese discurso, puede dialogar mejor con el contexto, como pasa con otras obras de la selección? 

    Yo no pensaría que este sea un discurso actual mío. Siempre he dicho que las luchas se heredan y en mi contexto familiar siempre se ha hablado sobre cómo se lucha por los territorios, la educación. Mi lucha no es por ganar premios. Mi lucha es para que los conocimientos de los pueblos y nacionalidades originarias del Ecuador puedan incluirse dentro del pensamiento universal. No solo dentro del pensamiento pedagógico que nos compete, porque el conocimiento que tenemos es una suma de varias culturas, pero ya hablando de nuestro contexto no existe un aporte que pueda verse en la educación universal, eso hace que haya mucho clasismo y racismo.

    Entonces, tienes gente diciendo que solo los pueblos originarios somos quienes luchamos por estas cuestiones de defensa del territorio,  por el agua o la no explotación del petróleo; pero no es así, nosotros luchamos por la vida, no estamos clasificando de qué región o apellido eres.

    Y es real, la lucha de los territorios debería ser de todos, pero tú misma has dicho que estas luchas se heredan y sí hay una mayor tensión cuando una mujer amazónica produce una obra que entra a este tipo de circuitos que históricamente han rechazado esta producción. 

    Sé bien dónde me estoy metiendo. La idea es poner en tensión esas lógicas de validación del arte o esas lógicas de validación de una línea de pensamiento porque hay que reconocer que no solo es una cuestión de lenguaje pictórico ni de representación del arte, sino un pensamiento filosófico y una lucha política que venimos acarreando. El objetivo no es ganar los premios, el objetivo es seguir circulando la información y poniendo en tensión estas cuestiones.

    Yo vi comentarios que cuestionaban mi experticia pictórica, pero me gusta que la cuestionen porque no pasaré 60 años pintando para ser experta o que me validen, ese no es el punto, es cómo en las obras inscribes todas esas artes y oficios que no necesariamente vienen del arte, sino de otros contextos.

    Angélica Alomoto trabaja a partir mosaicos en pequeños formatos que le permiten replicar la fotografía, el álbum, la foto carnet. Foto Jéssica Zambrano
    Angélica Alomoto trabaja a partir mosaicos en pequeños formatos que le permiten replicar la fotografía, el álbum, la foto carnet. Foto Jéssica Zambrano

    ¿Qué contextos hay en tu obra? 

    Cómo una serie de hombres hicieron los dardos, se trata de la cosecha de la fibra de la planta para hacerlos, luego ahumarlos y secarlos. Hay un canto que bordea las imágenes de los hombres, es un canto simbólico de los mundos acuáticos. Para mí es importante que circulen en otro lugar geográfico.

    Hay una resonancia al decir que está en otros lugares, no tanto hablando del extractivismo, sino de cómo el petróleo es extraído violentamente y cómo esos imaginarios del petróleo pueden tener varios caminos o concepciones sobre la economía, el progreso. Yo quería darle otro camino y otro viaje al petróleo, no quería hablar del petróleo  bombeando porque esta materia siempre está pasando por la tubería, nunca ven la luz. Entonces, a mí me parece poético traerlo a Guayaquil donde entran todos los objetos e iconografías del mundo global. Yo le doy la posibilidad de un encuentro. Permito que el petróleo vea la luz, que no esté viajando por la tubería. Esta es otra poética que ya no es violenta, sino que lo exhibe como algo  sagrado, con poder real.

    ¿Esto nos permite hablar con los viajeros? 

    Es un encuentro simbólico. Es poético y es sanador.

    Autor

    • JÉSSICA ZAMBRANO

      Periodista. Es ciclista urbana en una ciudad caótica y busca la calma descendiendo a la profundidad del mar. Usa el ciclismo y el buceo a pulmón para hilar sensaciones del cuerpo con historias cotidianas. Desde que practica estos deportes –en los que la mente se involucra mucho más de lo que parece– ha buscado la manera para que su profesión, el periodismo que muchas veces condena a los profesionales a la hostilidad de un espacio laboral, sea también viajar y contar las historias que no se miran desde las ciudades donde –incrédulamente– se cree que todo acontece.

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