Si la próxima soy yo, quemen todo

Los restos de María Belén Bernal fueron encontrados la tarde de este 21 de septiembre de 2022. Su femicida sigue prófugo y el Estado solo da disculpas por un crimen del que también es responsable. Juzz Pincay escribe sobre desde el dolor —y la rabia— que produce este caso, en un país en el que una mujer es asesinada cada 28 horas.

JUZZ PINCAY PAZMIÑO

Once días. Once días pasaron desde que María Belén Bernal entró a un recinto policial y desapareció. Durante once días, su madre, Elizabeth Otavalo, buscó a María Belén.

Por once días un hijo buscó a su madre. Por once días las activistas feministas fuimos señaladas de desestabilizadoras.

Once días de frustración que resultaron en disculpas en Twitter por parte de las autoridades. Como si las disculpas nos devolvieran a las muertas.

Nos dijeron de todo. Que quisimos dañar la imagen de la Policía, que estamos exagerando, que no son todos, que es un hecho aislado. Primero somos locas y exageradas, luego muertas.

Que la culpa es del guardia, de la cadete, de la fiesta clandestina. Y mientras señalaban culpables el ambiente se envolvió del silencio ensordecedor del Presidente, de la Primera Dama, de la Secretaria de Derechos Humanos. El estado ausente también es un estado femicida. Y entonces nos queda cada vez más claro que la policía no nos cuida, nos cuidan nuestras amigas.

La polícia persigue a la policía y el Estado persigue activistas. La confirmación de la muerte de María Belén nos atravesó el cuerpo. Sentimos el dolor en todas partes porque vimos a la mamá en televisión llorando por ella, buscándola, suplicando que se la devuelvan. Y pensamos en nuestras mamás, en nuestros papás, en nuestros hijes.

Exigir renuncias no nos trae a María Belén de vuelta, pero podría acercarse —un poco— a tener algo de justicia. Algo de justicia, algo de dignidad, algo para la familia de las mujeres muertas en manos de hombres.

Hoy lloramos una muerte más, a una hermana más, hoy el nudo en la garganta es pura rabia de algo que se pudo haber evitado. Once días, después de 20 minutos de escuchar a una mujer gritando que la estaban matando. ¿Cómo quieren que no pensemos que la siguiente puede ser una de nosotras? ¿Con qué cara nos dicen que hicieron su trabajo, cuando una mujer aparece muerta luego de entrar a una escuela de policías?

Pareciera que ya no les queda sangre en la cara porque la tienen en las manos.

Por Lisbeth, por Naomi, por María Belén, por ti y por mí. Porque si algún día yo soy parte de las cifras, quiero dejarlo por escrito. Como ruego: POR FAVOR, HERMANAS, QUÉMENLO TODO.

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    JUZZ PINCAY PAZMIÑO

    Once días. Once días pasaron desde que María Belén Bernal entró a un recinto policial y desapareció. Durante once días, su madre, Elizabeth Otavalo, buscó a María Belén.

    Por once días un hijo buscó a su madre. Por once días las activistas feministas fuimos señaladas de desestabilizadoras.

    Once días de frustración que resultaron en disculpas en Twitter por parte de las autoridades. Como si las disculpas nos devolvieran a las muertas.

    Nos dijeron de todo. Que quisimos dañar la imagen de la Policía, que estamos exagerando, que no son todos, que es un hecho aislado. Primero somos locas y exageradas, luego muertas.

    Que la culpa es del guardia, de la cadete, de la fiesta clandestina. Y mientras señalaban culpables el ambiente se envolvió del silencio ensordecedor del Presidente, de la Primera Dama, de la Secretaria de Derechos Humanos. El estado ausente también es un estado femicida. Y entonces nos queda cada vez más claro que la policía no nos cuida, nos cuidan nuestras amigas.

    La polícia persigue a la policía y el Estado persigue activistas. La confirmación de la muerte de María Belén nos atravesó el cuerpo. Sentimos el dolor en todas partes porque vimos a la mamá en televisión llorando por ella, buscándola, suplicando que se la devuelvan. Y pensamos en nuestras mamás, en nuestros papás, en nuestros hijes.

    Exigir renuncias no nos trae a María Belén de vuelta, pero podría acercarse —un poco— a tener algo de justicia. Algo de justicia, algo de dignidad, algo para la familia de las mujeres muertas en manos de hombres.

    Hoy lloramos una muerte más, a una hermana más, hoy el nudo en la garganta es pura rabia de algo que se pudo haber evitado. Once días, después de 20 minutos de escuchar a una mujer gritando que la estaban matando. ¿Cómo quieren que no pensemos que la siguiente puede ser una de nosotras? ¿Con qué cara nos dicen que hicieron su trabajo, cuando una mujer aparece muerta luego de entrar a una escuela de policías?

    Pareciera que ya no les queda sangre en la cara porque la tienen en las manos.

    Por Lisbeth, por Naomi, por María Belén, por ti y por mí. Porque si algún día yo soy parte de las cifras, quiero dejarlo por escrito. Como ruego: POR FAVOR, HERMANAS, QUÉMENLO TODO.

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