Bridgerton: ¿podemos ser una vizcondesa feminista?

Ser la ruina de la existencia de un hombre y al mismo tiempo el objeto de todos sus deseos, fue el anhelo que atravesó mi cuerpo mientras veía Bridgerton, serie de Netflix que hizo que mi autoreflexión sobre el amor romántico continúe latente. 

JUZZ PINCAY PAZMIÑO

En Amar Feministamente, les abro mi corazón y les comento —en resumen— que soy consciente de que las relaciones deben transitar por caminos de deconstrucción para separar lo romántico de lo patriarcal. Pero también les confieso, porque confío en ustedes, que esa deconstrucción —necesaria como es— también me resulta compleja y que en lo personal aún disfruto de algunos engreimientos propios de la caballerosidad creada por el patriarcado.

Dicho esto, podrán creerme cuando les cuente que disfruté cada minuto de la serie producida por Shonda Rhimes, basada en los libros del mismo nombre: Bridgerton (2020).

Ambientada en la Regencia Inglesa, la serie se centra en la vida de la familia de Lady Violet Bridgerton, vizcondesa viuda, y de sus ocho hijes: Anthony, Benedict, Colin, Gregory, Daphne, Eloise, Francesca y Hyacinth y cómo estos —los mayores— buscan el amor y la felicidad en la alta sociedad londinense.

Mientras estos seres humanos existen, cada semana se distribuye un panfleto firmado por una anónima Lady Whistledown donde cuenta, a modo de crónica, los secretos de la élite.

Hay sexo, mentiras, chisme. Hay amores imposibles, soundtracks de Taylor Swift y Ariana Grande en instrumental. Pero sobre todo, hay amor romántico heterosexual. 

En la serie, la reina elige al diamante de la temporada: una adolescente que cumple con los requisitos de etiqueta —y belleza— y que como consecuencia de esta designación será quién más pretendientes tendrá y, por ende, más posibilidades de casarse —el único (o al menos el mayor) objetivo de las mujeres de la época—.

Entre las Bridgerton reconocemos rapidamente el papel de feminista de Eloise, quien a cada segundo cuestiona el rol que se le impone como mujer y que en cada ocasión posible, habla de sus deseos de estudiar y de cómo siente que no encaja. Y aunque es un excelente personaje, debo confesar que el foco de mi atención estuvo en la tensión sexual de los protagonistas de la primera y segunda temporada. 

Mientras veía la serie, subí un montón de tuits (también un par de videos en TikTok, porque en serio estaba muy enrollada con Bridgerton). En ellos bromeaba que me cuestionaba el feminismo cada vez que estaba frente a los diálogos románticos de este show que lograban que yo sueñe todos los días con ser una vizcondesa, cuyo único deber es mantener el castillo en orden y repartir flores al pueblo.

Entre el jijí-jajajá de las bromas escritas y grabadas, queda mucho análisis propio y colectivo sobre crítica de contenido, consolidación de roles, pero sobre todo, de este tener que darle explicaciones al mundo de por qué como feminista disfruto de ciertas narrativas. Porque si una feminista habla de que le encanta esta serie, probablemente alguien le va a cuestionar ¿por qué?, y entonces nos tocaría sacar el power point para explicarlo

Quizá por eso nos adelantamos con el montón de memes y bromas en redes sociales. O también la autopresión de ¿Qué tan mala feminista soy si estoy vibrando con esto?

Porque solo quienes hemos vivido el típico ser la feminista de los grupos sabemos que en cada ocasión posible alguien gusta de señalar las ‘incoherencias’ del movimiento, como pasa con el reguetón. 

¿Quiero que un hombre me diga que soy la ruina de su existencia y el objeto de todos sus deseos? Por supuesto. ¿Quiero también derechos como estudiar y trabajar? Claro que sí, y no tiene nada que ver con la primera pregunta. La serie está adaptada a la época y vemos las tradiciones que viven, pero también vemos mujeres fuertes que a pesar de todo intentan tomar sus propias decisiones y que son claras que dentro de las casi nulas opciones de vivir desean tener las riendas, por ejemplo, casarse por amor.

Mucho podemos hablar que si bien es solo un producto de entretenimiento, también refleja narrativas culturales. 

Siempre reviso mis discursos alrededor del amor porque es una forma de respetarme, y al mismo tiempo me doy la libertad de transitarlo sin cuestionarlo tanto, porque no soy una máquina que lleva dentro todos los libros de feminismo y que abre capítulo cada vez que me encuentro frente a una situación producto de lo romántico.

Soy solo una mujer que disfrutó esta serie, que vivió la segunda temporada añorando ser Kate Sharma (interpretada por Simone Ashley), desconectada por el tiempo que dura cada episodio de la realidad atroz de nuestro país.

ARTÍCULOS RECOMENDADOS

¿TE PARECIÓ INTERESANTE?

Recibe más noticias así, ¡únete a la comunidad!

    Quiero recibir información

    spot_img

    Bridgerton: ¿podemos ser una vizcondesa feminista?

    ARTÍCULOS RECOMENDADOS

    Ser la ruina de la existencia de un hombre y al mismo tiempo el objeto de todos sus deseos, fue el anhelo que atravesó mi cuerpo mientras veía Bridgerton, serie de Netflix que hizo que mi autoreflexión sobre el amor romántico continúe latente. 

    JUZZ PINCAY PAZMIÑO

    En Amar Feministamente, les abro mi corazón y les comento —en resumen— que soy consciente de que las relaciones deben transitar por caminos de deconstrucción para separar lo romántico de lo patriarcal. Pero también les confieso, porque confío en ustedes, que esa deconstrucción —necesaria como es— también me resulta compleja y que en lo personal aún disfruto de algunos engreimientos propios de la caballerosidad creada por el patriarcado.

    Dicho esto, podrán creerme cuando les cuente que disfruté cada minuto de la serie producida por Shonda Rhimes, basada en los libros del mismo nombre: Bridgerton (2020).

    Ambientada en la Regencia Inglesa, la serie se centra en la vida de la familia de Lady Violet Bridgerton, vizcondesa viuda, y de sus ocho hijes: Anthony, Benedict, Colin, Gregory, Daphne, Eloise, Francesca y Hyacinth y cómo estos —los mayores— buscan el amor y la felicidad en la alta sociedad londinense.

    Mientras estos seres humanos existen, cada semana se distribuye un panfleto firmado por una anónima Lady Whistledown donde cuenta, a modo de crónica, los secretos de la élite.

    Hay sexo, mentiras, chisme. Hay amores imposibles, soundtracks de Taylor Swift y Ariana Grande en instrumental. Pero sobre todo, hay amor romántico heterosexual. 

    En la serie, la reina elige al diamante de la temporada: una adolescente que cumple con los requisitos de etiqueta —y belleza— y que como consecuencia de esta designación será quién más pretendientes tendrá y, por ende, más posibilidades de casarse —el único (o al menos el mayor) objetivo de las mujeres de la época—.

    Entre las Bridgerton reconocemos rapidamente el papel de feminista de Eloise, quien a cada segundo cuestiona el rol que se le impone como mujer y que en cada ocasión posible, habla de sus deseos de estudiar y de cómo siente que no encaja. Y aunque es un excelente personaje, debo confesar que el foco de mi atención estuvo en la tensión sexual de los protagonistas de la primera y segunda temporada. 

    Mientras veía la serie, subí un montón de tuits (también un par de videos en TikTok, porque en serio estaba muy enrollada con Bridgerton). En ellos bromeaba que me cuestionaba el feminismo cada vez que estaba frente a los diálogos románticos de este show que lograban que yo sueñe todos los días con ser una vizcondesa, cuyo único deber es mantener el castillo en orden y repartir flores al pueblo.

    Entre el jijí-jajajá de las bromas escritas y grabadas, queda mucho análisis propio y colectivo sobre crítica de contenido, consolidación de roles, pero sobre todo, de este tener que darle explicaciones al mundo de por qué como feminista disfruto de ciertas narrativas. Porque si una feminista habla de que le encanta esta serie, probablemente alguien le va a cuestionar ¿por qué?, y entonces nos tocaría sacar el power point para explicarlo

    Quizá por eso nos adelantamos con el montón de memes y bromas en redes sociales. O también la autopresión de ¿Qué tan mala feminista soy si estoy vibrando con esto?

    Porque solo quienes hemos vivido el típico ser la feminista de los grupos sabemos que en cada ocasión posible alguien gusta de señalar las ‘incoherencias’ del movimiento, como pasa con el reguetón. 

    ¿Quiero que un hombre me diga que soy la ruina de su existencia y el objeto de todos sus deseos? Por supuesto. ¿Quiero también derechos como estudiar y trabajar? Claro que sí, y no tiene nada que ver con la primera pregunta. La serie está adaptada a la época y vemos las tradiciones que viven, pero también vemos mujeres fuertes que a pesar de todo intentan tomar sus propias decisiones y que son claras que dentro de las casi nulas opciones de vivir desean tener las riendas, por ejemplo, casarse por amor.

    Mucho podemos hablar que si bien es solo un producto de entretenimiento, también refleja narrativas culturales. 

    Siempre reviso mis discursos alrededor del amor porque es una forma de respetarme, y al mismo tiempo me doy la libertad de transitarlo sin cuestionarlo tanto, porque no soy una máquina que lleva dentro todos los libros de feminismo y que abre capítulo cada vez que me encuentro frente a una situación producto de lo romántico.

    Soy solo una mujer que disfrutó esta serie, que vivió la segunda temporada añorando ser Kate Sharma (interpretada por Simone Ashley), desconectada por el tiempo que dura cada episodio de la realidad atroz de nuestro país.

    ¿TE PARECIÓ INTERESANTE?

    Recibe más noticias así, ¡únete a la comunidad!

      Quiero recibir información

      spot_img