El cáncer de testículos afecta, sobre todo, a los jóvenes adultos. Aunque se trata de una afección poco común y tiene altas tasas de supervivencia, es importante que sea detectado a tiempo para que el tratamiento arranque cuanto antes.
La última temporada de la serie Sex Education, de Netflix, hace una breve —pero realista— exposición del sentimiento que puede aflorar en los hombres cuando encuentran algo extraño en sus testículos: terror.
Jackson Marchetti, uno de los personajes, descubre que tiene un bulto en esa zona, y a partir de allí comienza su vía crucis de miedo y paranoia, que se detiene cuando recibe el resultado de los exámenes médicos, de que no presenta ninguna célula cancerosa o anormal.
Mientras espera los resultados, su ansiedad y el terror de tener una enfermedad de ese tipo lo ataca de diferentes formas, tal como le pasó al periodista de entretenimiento, David Opie, quien hace una reseña del arco de la historia de este personaje para Digital Spy al tiempo que cuenta su propia experiencia, vivida a la misma edad que Jackson.
“Recuerdo el pánico que sentí al principio y cómo al instante asumí lo peor (…) Ese terror inicial nunca desapareció, no hasta que hice algo al respecto, pero en lugar de enfrentar este miedo, traté de ignorar el problema con la esperanza de que desapareciera (…) Simplemente no podía dejar de pensar en que iba a morir, pero tenía demasiado miedo para descubrir si ese era realmente el caso”, cuenta.
Opie relata que ese pánico lo paralizó por meses hasta que un día no pudo más y conversó del tema con su madre, quién inmediatamente sacó una cita médica y entonces vino el otro miedo: los resultados. “Lo que temí y reprimí se había convertido en una posibilidad tangible”, dice.
¿Cómo se comporta la enfermedad?
Aunque como en el caso del personaje de Sex Education, el periodista también recibió buenas noticias y su bulto no era más que un quiste inofensivo, es una preocupación válida.
Pese a que no es un tipo de cáncer común —la American Society of Clinical Oncology indica que 1 de cada 250 hombres y niños será diagnosticado con la enfermedad durante toda su vida— ocurre con mayor frecuencia en hombres que se encuentran entre los 15 y los 45 años. Otros especialistas sitúan la edad de riesgo entre los 18 y 35 años.
El primer signo, justamente, suele ser la aparición de bultos o protuberancias en los testículos.
La American Society of Clinical Oncology calcula además que hasta finales de 2023 en los Estados Unidos se diagnosticarán unas 9.190 personas con cáncer de testículo. En todo el mundo, unas 74.458 personas fueron diagnosticadas con esta enfermedad hasta 2020.
En Ecuador, el panorama es similar.
Carolina Suriaga, oncóloga clínica del Hospital Luis Vernaza de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, explica que la incidencia —el número total de personas en un grupo específico que tienen cierta enfermedad— se ha mantenido desde el 2018: un 3.8% versus otros tipos de cáncer en hombres.
De acuerdo con cifras del Ministerio de Salud Pública (MSP), durante 2023 se han atendido 978 casos en consulta externa de los hospitales públicos del país, relacionados con diferentes tipos de tumores malignos de testículo. De este total, 577 casos se presentan en población de 20 a 39 años de edad.
De acuerdo con datos del VIII Censo de Población y VII de Vivienda, la cantidad de hombres en Ecuador es de 8.252.523. Tomando en cuenta las cifras del MSP, un 0.012% de esa población tiene o ha tenido cáncer de testículo en 2023 en el país.
Lo que hay que tener en cuenta en cuanto a prevención
El urólogo especialista de Solca en Guayaquil, Marcos Rendón, indica que los rangos en los que se encuentra la edad de riesgo del cáncer de testículo son un factor importante para que la enfermedad no se detecte tan pronto como debería; porque es una etapa en la que los hombres no se preocupan tanto por su salud cuanto por otras cosas como divertirse, estudiar o trabajar.
“La exploración testicular es algo muy fácil de hacer porque son órganos que están por fuera de la anatomía humana y se pueden palpar fácilmente, así que lo ideal es que cada uno se preocupe por hacerlo”, añade.
Con el afán de hacer una brevísima comprobación, acudí a hombres cercanos en mi vida, que se encuentran entre los 20 y 40 años, para preguntarles con cuánta regularidad se tocan en búsqueda de algo anormal o extraño. Uno de mis sobrinos me dijo que jamás buscaba nada en su cuerpo ni lo exploraba con propósitos de prevención médica. Jamás. Mi marido, en cambio, me dijo que el trabajo lo tenía casi siempre tan colapsado que al final del día hacía muchas cosas en piloto automático y que por lo tanto durante la ducha jamás se detenía a palpar nada.
Carolina Suriaga explica que esta aversión a tocarse o explorarse es común y más común que eso es la vergüenza al momento de buscar ayuda profesional cuando algo en esa zona no está bien. “Muchos niegan síntomas, dejan pasar todo lo que les está sucediendo, porque tienen pena de acudir al doctor. Nosotros les decimos que somos profesionales y que esos controles y exámenes son la diferencia entre la salud y la enfermedad”, dice.
La especialista recomienda acudir al médico cada vez que se sienta dolor testicular, dolor en la ingle, dolor lumbar, que se descubran bultos o que presenten una inflamación en algún testículo para que el profesional realice la exploración física y ordene los exámenes siguientes, que suele empezar por una una ecografía testicular.
Iván Flores es un periodista quiteño que está a un año de ser dado de alta de manera definitiva como paciente de cáncer de testículo que sufrió en 2018.
Para él, la autoexploración no fue una alternativa que pudo ignorar, porque sus malestares se manifestaron de manera muy elocuente. “Yo sentía una pesadez en mi zona pélvica, un dolor que me consumía. Era una sensación desde la zona testicular que subía por la ingle y terminaba abrazando mi espalda baja, hacia la zona de los riñones… Un domingo por la mañana, cuando tomé una ducha, me ausculté muy bien y el testículo derecho había crecido en un tiempo récord y de manera exponencial. Mi tumor llegó a medir casi seis centímetros”, cuenta ahora.
En los inicios de su tratamiento también atravesó por las vergüenzas y las incomodidades a las que se refiere Suriaga.
“Obviamente, al ser un cáncer en una zona históricamente relegada a la intimidad, sí supuso para mí una suerte de incomodidad, un exceso de pudor. Cuando fui a mi primer examen de diagnóstico pensaba en que ojalá no me toque una mujer, pero la vida te enseña y la primera radióloga que me hizo una ecografía fue una mujer. Entonces fue como un pequeño shock. Después ya vinieron cosas más fuertes como las tomografías de contraste, en donde te tienen que introducir un líquido por el ano y pues casi todas las personas que han atendido en esos procedimientos han sido mujeres”.
Y luego del tratamiento, ¿qué pasa?
Luego de 27 sesiones de quimioterapia y algunos años después, Iván está a punto de estar totalmente libre de la enfermedad. Sin embargo, tanto este procedimiento, como la radioterapia, presentan algunos desafíos relacionados, sobre todo, con la capacidad de los hombres de tener hijos.
De acuerdo con información de Mayo Clinic, la quimioterapia y la radioterapia pueden provocar una disminución en la producción de esperma. Aunque explican que la producción de esperma suele mejorar luego del tratamiento, también puede detenerse de manera permanente. Por esto, recomiendan que en caso de desear hijos, los pacientes se informen sobre las maneras en las que pueden conservar una muestra antes de arrancar con las sesiones.
Parte del tratamiento para luchar contra el cáncer de testículo suele ser también, en la mayoría de los casos, la remoción de esa parte de la anatomía masculina. Esta es una operación que recibe el nombre de orquiectomía y es algo que, sin duda, puede causar una preocupación adicional. ¿Qué pasa con la vida sexual luego de este procedimiento?
El doctor Rendón, de Solca, explica que la vida sexual del paciente de cáncer de testículos no sufre ningún tipo de alteración luego de la extirpación de un testículo. Sin embargo, cuando se deben retirar ambos testículos, los hombres dejan de producir espermatozoides.
Sin los testículos se pierde también una parte importante de la producción de testosterona, que se puede suplir con suplementos en gel, parche o inyecciones, según la American Cancer Society.
Iván no ha tenido que recurrir a ningún tipo de suplemento, pese a que sus niveles de testosterona sí se redujeron, pero cuenta que la extracción del testículo y del tumor no trajo más que beneficios a su vida.
“Al no tener ya la carga del tumor, pues las relaciones con mi pareja son mucho más placenteras. Ya no tengo ese dolor, ese peso, esa preocupación. Todo ha estado mucho más relajado en el ámbito de la intimidad sexual”, cuenta.
El tema de la percepción física de los hombres y de sus propios cuerpos luego de una orquiectomía también puede causar una preocupación adicional. En varios casos, los cirujanos recomiendan utilizar una prótesis de testículo, por cuestiones de autoestima, pues mejora la apariencia del escroto. Esto también es a pedido de los pacientes, si es que lo consideran necesario.
El trabajo de investigación académica “masculinidad y cáncer: la (re)significación de la(s) masculinidad(es) en las experiencias del cáncer genital”, del psicólogo mexicano Francisco Viveros aborda estas dos inquietudes. De acuerdo al autor, “las experiencias del cáncer genital en los varones se enfocan en el choque que en éstas tuvieron en la configuración de su virilidad, su hombría y su percepción de sí, como sujetos de género y marcadas a partir de los problemas con su desempeño sexual”.
En su investigación, explica que en muchos casos la elección del tratamiento “se basaba exclusivamente en la posibilidad de mantener sus vidas sexuales intactas, permitiéndoles actuar acorde con las normas culturales de la sexualidad masculina, entendida como un acto espontáneo entre la pareja, pensando la sexualidad como penetración y como la habilidad y la voluntad de realizar el coito”.
Este mes cuenta con dos conmemoraciones que están relacionadas con la atención que la sociedad y los hombres le dan a su propia salud. Una de ellas es el “movember”, un evento anual que se celebra en varios países del mundo en el que los hombres dejan crecer su bigote, para llamar la atención y hablar de temas como el cáncer de próstata, testículo y depresión masculina.
Por otro lado, el 19 de noviembre se recuerda el Día Internacional del Hombre, que fue inaugurado en 1999 en Trinidad y Tobago y se conmemora en más de 60 países del mundo, con el objetivo de mirar más de cerca la salud de los hombres, promover la igualdad de género y la existencia de una masculinidad más positiva.