Hoy cumplo 30 (y ya no quema)

Desde los 25 años escribo sobre cumplir 30. Desde hace mucho tiempo miro ese número con temor y curiosidad. Que no pasa nada, que es un año más, que la vida es mejor después de eso. Los amigos y amigas dicen cosas. Para animarte, para tranquilizarte. Yo escribo esto sentada mirando ese número como si fuera a quemarme.

JUZZ PINCAY PAZMIÑO

A los 19 años escribí una lista de cosas que debía hacer antes de cumplir 30. Mentiría si digo que he cumplido siquiera un 70%. Mucho de esa lista son asuntos materiales que aún ni he cotizado. De hecho, actualmente soy dueña de únicamente dos cosas: mi carro, que se llama Conchita, y mis libros. En esa lista escribí: maestría, Europa, escribir, primer libro, departamento, premios, amor de mi vida. En eso estoy, le quiero decir a la Juzz del pasado, mintiéndole un poco porque no estoy cerca de ganar ni un premio. 

Siempre miré los 30 como escritos en fuego y como una edad por la que debía cruzar por su cero en llamas. Cada vez que lo pensaba —pienso— me quemaba algo. Me quemaba la presión de no ser la mujer que proyecté, y de las cosas materiales que no conseguí. Ahora reflexiono sobre la presión absurda que me he puesto por años para cumplir promesas que veía cumplir en otros. Me cuestiono las razones tras mis miedos y me pregunto si algo tienen que ver las lecturas de las revistas que compré más joven en las que, literalmente, relataban a una mujer de 30 como una persona 100% realizada. Y realizada significaba: matrimonio, hijes, casa y perro. O quizá las culpables son las series o novelas donde trataban a las mujeres de 30 años como si se les hubiese acabado la belleza. O tal vez los reportajes de los periódicos donde siempre hablan de la gente que obtiene premios antes de los 30, porque tener logros desde los 31 —al parecer—  ya no es mérito.

Algo me tuvo que haber atravesado para que yo, por años, no deje de pensar en este día. 

Miro el camino que he transitado hasta hoy y aunque quisiera decir «no me arrepiento de nada», no puedo. Me arrepiento de un montón de cosas, pero sobre todo de haber perdido tanto tiempo pensando en esa lista, que dejó de ser motivación hace mucho y se convirtió en un «estoy estancada» recurrente.

He escrito, he amado, he llorado hasta ahogarme, he hecho daño, he tenido miedo de moverme de mi zona de confort, he intentado ser una mejor persona, y he intentado —juro con todo mi corazón— ser paciente con mis procesos y no compararme. Por mucho tiempo me recriminé —a veces aún lo hago— no haberme ido del país a mis 24 años. Quizá si hubiese pasado, no estaría escribiendo este texto. 

Pero me alegra estar escribiéndolo, porque es mi forma de tirarle agua a los 30. Así, ya no queman. Escribo este texto para que cualquier mujer que alguna vez quizá sintió miedo como yo, de llegar a esta edad con la mitad o menos de su lista tachada, recuerde que también puede soplarle al fuego del miedo. Ya va a llegar el amor de la vida, ya llegará la independencia, el viaje, el carro, el primer hijo, la casa, el título. Y si no llega, no pasa nada: hay otros logros, otras metas. No te estás demorando en nada, estás en tu tiempo, en tu contexto, en tu proceso.

No le debemos explicaciones al mundo y la comparación —inevitable, como es— también pasa. 

No sé si es la mejor o peor edad, solo sé que me atraviesa y que, aunque apagué el fuego, veo el humo saliendo del 30 y me quedo mirándolo fijamente. Mi dedo se convierte en lápiz y empiezo a escribir en el humo: Happy Bday, Juzz

Ya no quema.

[Si mi querida editora tomó mi sugerencia, este texto está siendo publicado el 14 de febrero, así que feliz cumpleaños a mí. Felices 30, persona en condición de escritura.]

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    JUZZ PINCAY PAZMIÑO

    A los 19 años escribí una lista de cosas que debía hacer antes de cumplir 30. Mentiría si digo que he cumplido siquiera un 70%. Mucho de esa lista son asuntos materiales que aún ni he cotizado. De hecho, actualmente soy dueña de únicamente dos cosas: mi carro, que se llama Conchita, y mis libros. En esa lista escribí: maestría, Europa, escribir, primer libro, departamento, premios, amor de mi vida. En eso estoy, le quiero decir a la Juzz del pasado, mintiéndole un poco porque no estoy cerca de ganar ni un premio. 

    Siempre miré los 30 como escritos en fuego y como una edad por la que debía cruzar por su cero en llamas. Cada vez que lo pensaba —pienso— me quemaba algo. Me quemaba la presión de no ser la mujer que proyecté, y de las cosas materiales que no conseguí. Ahora reflexiono sobre la presión absurda que me he puesto por años para cumplir promesas que veía cumplir en otros. Me cuestiono las razones tras mis miedos y me pregunto si algo tienen que ver las lecturas de las revistas que compré más joven en las que, literalmente, relataban a una mujer de 30 como una persona 100% realizada. Y realizada significaba: matrimonio, hijes, casa y perro. O quizá las culpables son las series o novelas donde trataban a las mujeres de 30 años como si se les hubiese acabado la belleza. O tal vez los reportajes de los periódicos donde siempre hablan de la gente que obtiene premios antes de los 30, porque tener logros desde los 31 —al parecer—  ya no es mérito.

    Algo me tuvo que haber atravesado para que yo, por años, no deje de pensar en este día. 

    Miro el camino que he transitado hasta hoy y aunque quisiera decir «no me arrepiento de nada», no puedo. Me arrepiento de un montón de cosas, pero sobre todo de haber perdido tanto tiempo pensando en esa lista, que dejó de ser motivación hace mucho y se convirtió en un «estoy estancada» recurrente.

    He escrito, he amado, he llorado hasta ahogarme, he hecho daño, he tenido miedo de moverme de mi zona de confort, he intentado ser una mejor persona, y he intentado —juro con todo mi corazón— ser paciente con mis procesos y no compararme. Por mucho tiempo me recriminé —a veces aún lo hago— no haberme ido del país a mis 24 años. Quizá si hubiese pasado, no estaría escribiendo este texto. 

    Pero me alegra estar escribiéndolo, porque es mi forma de tirarle agua a los 30. Así, ya no queman. Escribo este texto para que cualquier mujer que alguna vez quizá sintió miedo como yo, de llegar a esta edad con la mitad o menos de su lista tachada, recuerde que también puede soplarle al fuego del miedo. Ya va a llegar el amor de la vida, ya llegará la independencia, el viaje, el carro, el primer hijo, la casa, el título. Y si no llega, no pasa nada: hay otros logros, otras metas. No te estás demorando en nada, estás en tu tiempo, en tu contexto, en tu proceso.

    No le debemos explicaciones al mundo y la comparación —inevitable, como es— también pasa. 

    No sé si es la mejor o peor edad, solo sé que me atraviesa y que, aunque apagué el fuego, veo el humo saliendo del 30 y me quedo mirándolo fijamente. Mi dedo se convierte en lápiz y empiezo a escribir en el humo: Happy Bday, Juzz

    Ya no quema.

    [Si mi querida editora tomó mi sugerencia, este texto está siendo publicado el 14 de febrero, así que feliz cumpleaños a mí. Felices 30, persona en condición de escritura.]

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