Dos papás como el tuyo y como el mío buscan justicia por el femicidio de sus hijas

Danny García y Arturo Espinosa son dos papás que claman justicia por sus hijas víctimas de femicidio en Ecuador. Lo hacen por ellas y por todas.  

MAYURI CASTRO

Los femicidios de Diana Espinosa y Brenda García sacudieron las vidas de sus padres. Sus nombres engrosan la estadística de las 1.378 mujeres asesinadas desde 2014 —año en que se tipificó el femicidio— hasta diciembre de 2022 en Ecuador. 

Esos femicidios siguen resonando en redes sociales, en los muros de las calles, en los periódicos o en las fiscalías, porque en la mayoría de los casos sus madres, hermanas, primas o tías han paralizado sus vidas y emprenden la búsqueda de justicia.

Pero, en los últimos años también hay papás que encabezan esa lucha, como Arturo Espinosa, padre de Diana; y Danny García, padre de Brenda, que al perder a sus hijas se volvieron activistas por los derechos de ellas y otras mujeres.

Dos femicidios, dos papás, dos historias. 

§

Al mediodía quiteño, unas gotas de sudor brotan en la cara de Arturo Espinosa mientras conduce el taxi en el que trabaja y atraviesa Quito. Espinosa, de 52 años, ojos profundos, voz rasposa y amable, fue el papá de Diana Carolina Espinosa Lagla, una mujer de 29 años, risueña y amorosa, como él la describe. Ella fue arrollada con su propio vehículo, en el tradicional barrio de San Bartolo, al sur de Quito, el 19 de mayo de 2021, por Jonathan Falcón, quien era su pareja.

femicidios ecuador diana espinoza
Arturo Espinosa, padre de Diana, durante un plantón en Quito, el 24 de noviembre de 2022. | Mayuri Castro

Un año y medio después de su muerte, hubo una audiencia de formulación de cargos contra Falcón, por el presunto delito de femicidio y la justicia emitió una orden de captura contra él, pero esta llegó muy tarde, cuando el hombre ya estaba prófugo. 

A más de 500 kilómetros de distancia de Arturo Espinosa, contesta mi llamada Danny García. Con su voz determinada, habla de su hija víctima de femicidio, Brenda Alexandra García Puya. La recuerda muy centrada, amiguera y manejando su bicicleta roja por su natal Pasaje, en la provincia costeña de El Oro. 

Ella vivía en Azogues, en la provincia austral del Cañar, a la que migró para cursar su carrera de derecho. Allí, fue asesinada el 16 de abril de 2019. Tenía 21 años y llevaba tres meses y medio de embarazo, cuando su cuerpo fue encontrado en un barranco, cerca del río Burgay. El sospechoso del femicidio es David Naula Candelario, su novio. Al igual que Falcón, Naula está prófugo.

“Lo único que quiero es que este señor (Jonathan Falcón) sea juzgado como debe ser”, dice Arturo Espinosa, papá de Diana.

Los papás de Diana y Brenda no se conocen, pero comparten el mismo sentimiento de dolor. “Para mí, perder a mi hija fue muy doloroso, yo quiero que ese individuo vaya preso como la ley lo amerita”, dice Danny García, con una voz que no se desmorona. 

El caso de Diana primero fue investigado como muerte culposa por accidente de tránsito. En febrero de 2022, por la presión de su papá, el caso pasó a ser investigado como femicidio en la Fiscalía de Género. Algo parecido le pasó a Danny, cuando llegó a Azogues, desde Pasaje, para recibir el cuerpo sin vida de su hija. Mientras lloraba por la pérdida, le dijeron que la muerte fue natural, “pero era algo que no encajaba, no me iban a convencer”, dice.

Danny García es el papá de Brenda García, asesinada, el 16 de abril de 2019. | Cortesía Fundación Aldea

Apenas desde 2021, la Fiscalía tiene un protocolo que dice que en “el caso de muertes violentas de mujeres y niñas, se debe presumir en todos los supuestos que se trata de un femicidio”. 

§

El psicoterapeuta y psicólogo social Esteban Laso aclara que cuando un papá sale a las calles, a una protesta, no necesariamente rompe el estereotipo de que el rol de cuidado lo asumen solo las mujeres. “Habrá papás a quienes la muerte, la pérdida de sus hijas, les abre los ojos frente a la realidad de la violencia de género y entonces entran en todo un proceso de cambio y evidentemente ellos sí rompen el estereotipo”, dice el psicoterapeuta. 

Ese proceso de cambio, según él, es que los hombres reconozcan que en algún momento de sus vidas también ejercieron violencia en sus familias. Y tal vez alguna de esas acciones hizo que sus hijas hayan sido víctimas de violencia.

Danny se pone triste recordando que una vez Brenda le dijo: “ papi, verás que pasado mañana es mi cumpleaños”, invitándolo a que vaya a comer pastel a su casa por esa celebración, ya que en ese momento Danny se había separado de la mamá de Brenda. Pero él no fue. “Prefería ir con mis amigos a tomarme una cerveza, a pasear con otras personas y no a los cumpleaños de mi hija”, lamenta. 

Danny y Brenda, en el cumpleaños número 16 de ella. | Fotografía del archivo personal de Danny García

Ambos papás dicen que sus vidas hoy tienen otro sentido.

Para Danny García, el femicidio de su hija le “puso los pies en la tierra” y le abrió los ojos ante la vida. “Antes no me importaba nada, era malcriado, mujeriego, altanero, era machista”, dice. Si ahora hay un problema —asegura— prefiere callarse, no agredir y alejarse. “La vida me cambió de una forma tan dura”. 

En cambio, Arturo Espinosa cuenta que en su oficio como taxista por las noches, suele recoger a mujeres que han sido golpeadas y al llegar al destino espera que las pasajeras entren a los lugares donde piden que las lleve. En casos más graves, ha llamado a la Policía para que sean auxiliadas. Que no se pierdan más vidas de mujeres, dice Arturo. 

Tras la muerte de su hija, Arturo piensa más en la violencia. Dice que en memoria de Diana le gustaría abrir una fundación para ayudar a mujeres víctimas de violencia basada en género. Lo dice porque desde el comienzo de su activismo por los derechos de Diana, se involucró con el colectivo Luna Roja, organización que defiende los derechos de las mujeres y con la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec). Ahí ha encontrado el apoyo de mujeres y hombres para no cansarse de presionar a las autoridades, y también ha escuchado casos tan o más dolorosos que el suyo, que lo animan a no desistir. 

Arturo y Diana, cuando ella tenía 15 años. | Fotografía del archivo personal de Arturo Espinosa

Danny también se ha involucrado con colectivos de mujeres. Hace tiempo conoció Fundación Aldea, una organización que aglutina a madres de mujeres víctimas de femicidios. Aldea realiza el proyecto Flores en el Aire, para recorrer virtualmente los lugares que recorrieron físicamente  algunas mujeres asesinadas y así crear memoria. “En este tiempo en la Fundación Aldea he aprendido mucho sobre los derechos de las mujeres. Yo soy el único hombre ahí”, dice.

No es el único, pero casi. La presencia masculina en esos espacios es algo raro. Según Fundación Aldea, en Flores en el Aire, aparte de Danny, también hace parte del proyecto Edmundo León, papá de Gabriela León, pero por el dolor latente por el femicidio de su hija, ha preferido no participar activamente en el proyecto, ruedas de prensa o vocerías.

ecuador femicidios
Danny García participó en la presentación del proyecto Flores en el aire, durante un evento de la campaña Spotlight en Quito, el 2 de diciembre de 2022. | Cortesía Fundación Aldea

Para reconstruir el camino de Brenda, en Flores en el Aire de Fundación Aldea, Danny viajó a Azogues. Lo acompañaron algunas madres, entre ellas Yadira Labanda, mamá de Angie Carrillo desaparecida en enero de 2014 y cuyo cuerpo fue encontrado en una quebrada en mayo de 2016. Con ella conversó bastante. “Cuando hablé con ella fue algo tan bonito. Yo ya estaba asimilando lo que pasó con mi hija, pero ella me puso el último granito que faltaba para ver las cosas”, cuenta. Ese acercamiento lo ha reconfortado y le ha dado fuerzas. 

§

Los seres humanos necesitamos desde la infancia una función materna y paterna. Andrea Oña, psicóloga del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam Quito), explica que la seguridad o amor propio que pueden brindar la mamá y el papá en la crianza son claves para el desarrollo de una persona. Oña dice que el padre también debe involucrarse en la crianza y no solo dar dinero. 

Danny García tiene un segundo hijo de 12 años, de una relación anterior. Ahora ve la crianza del adolescente como “una gran responsabilidad”, siente que lo quiere cuidar y estar más cerca en su crecimiento.

Por su lado, Arturo Espinosa dice que a pesar de dedicar mucho tiempo en los trámites para que avance el caso de Diana, también está pendiente de su hija menor Malena y su pequeña hija, o sea su nieta. También tiene otro nieto: el hijo de Diana; quisiera estar presente en su vida pero el papá no se lo ha permitido. “Quiero que mis hijas salgan adelante, por eso voy a luchar, ellas también me necesitan”. 

Malena y Arturo Espinosa, hermana y papá de Diana Espinosa, posan junto a un retrato de ella. | Mayuri Castro

Espinosa dice que más que proveer alimentos, quiere darles confianza a su hija y nieta para prevenir violencia en sus vidas. Poco antes del femicidio de Diana, ella había tomado distancia y un día le dijo “ya papito, déjame, vos me sobreproteges, ya me has cuidado mucho, déjame, déjame volar”, recuerda. “Me descuidé”, dice, pero sabe que la culpa es de quien cometió el crimen. 

El psicoterapeuta Esteban Laso coincide con la psicóloga Andrea Oña. Explica que los hombres deben involucrarse más en las tareas de cuidado, más allá de lavar los platos o cambiar el pañal del hijo, “requieren la capacidad de entablar relaciones de cercanía o intimidad desde una posición de protección”. Pero remarca que eso es muy difícil para los hombres que han crecido en las culturas patriarcales, es decir en el sistema de dominio del varón, donde la mujer o lo femenino ha sido invisibilizado o subordinado. 

Arturo y Danny piden justicia para sus hijas como muchos papás lo harían, como el tuyo o como el mío. Fernando Montenegro busca a su hija Michelle Montenegro desaparecida desde el 5 de junio de 2018 en Quito y pide respuestas al Estado; Edmundo León que ha luchado por justicia para su hija Gabriela León, cuencana de 33 años, asesinada por su entonces pareja Juan Bernardo Ordóñez; o Efrén López, papá de Cecilia López, víctima de femicidio en México. 

La abogada Luisa Villacís, coordinadora jurídica de la ONG Inredh, dice “es sumamente importante que se hable de lo que están haciendo hombres y mujeres en las calles porque era normalizado que se vea más a las mamás en estas luchas sociales. Ahora también llama la atención que sean los padres quienes alzan la voz”. 

Sin embargo, Villacís enfatiza que el rol de cuidado sigue asignado a las mujeres: “la misma sociedad, los medios de comunicación, dicen: si desapareció es porque su madre no la cuidó, no dicen los padres, no dicen su padre no la cuidó”. La responsabilidad de una desaparición o que una mujer haya sido asesinada la ponen en la madre, asegura. Y eso debe cambiar.  

Normalmente, frente a desapariciones o femicidios, son las madres las que dan la cara públicamente y luchan incansablemente para conseguir justicia. Tanto así, que hay mamás que se han convertido en símbolos de la lucha por los derechos de las mujeres.

Petita Albarracín, por ejemplo, llevó el caso de su hija Paola Guzmán —quien a los 16 años fue abusada sexualmente por el vicerrector de su colegio y se suicidió—, hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Esa fortaleza de Albarracín permitió que la Corte IDH reconozca que Paola Guzmán vivió una situación de abuso y violencia sexual sistemática que provocó su suicidio.  En septiembre de 2022, en cambio, Elizabeth Otavalo movilizó a todo el Ecuador para buscar a su hija María Belén Bernal, cuyo cuerpo fue encontrado luego de varios días en las afueras de Quito, tras haber sido asesinada en la Escuela de Policía en la capital, por su esposo, el exteniente Germán Cáceres. Otavalo se ha mostrado fuerte frente a los medios de comunicación y autoridades para hacer justicia por su hija. Ella sigue firme, porque el caso aún no entra a la etapa de juicio. Un dolor parecido está viviendo Janet Sierra, mamá de Camila Aguilera, quien murió en junio de 2022 por un presunto suicidio, pero actualmente su muerte es investigada como femicidio. 

Oña dice que es importante la presencia, la protección de los papás en la vida de las hijas e hijos porque de alguna forma va a contribuir a que algún día, ya no tengamos graves cifras de femicidios. Vidas de mujeres convertidas en archivos.

§

Arturo Espinosa llora todos los días. Más ahora que el caso llegó a la audiencia de evaluación y preparatoria de juicio. Cuenta que en este año y ocho meses del femicidio de Diana, en varias ocasiones ha visitado la Asamblea Nacional para pedir a algún asambleísta que le ayude a que Falcón sea buscado por la Policía, ya que sin el presunto femicida presente, no puede continuar el proceso en su contra. También dice que entregó un oficio a Juan Zapata, Ministro del Interior, para pedirle que Falcón sea sumado en la lista de los más buscados, una lista que lleva ese ministerio, de las personas consideradas peligrosas por delitos como femicidios, homicidios o violaciones. 

En esa lista están: Luis Hermida, buscado por el femicidio de Lisbeth Baquerizo en Guayaquil; Danilo Chávez, buscado por el múltiple asesinato a los padres, hermana de su expareja y a su propia hija de 8 años en el Carchi; y estuvo el exteniente Germán Cáceres, antes de ser detenido el 30 de diciembre de 2022, en Colombia, por el femicidio de María Belén Bernal en la Escuela de Policía en Quito. 

Insistir, insistir, insistir, repite Arturo Espinosa. “Yo no quiero que nunca más vuelva a pasar esto con nadie”.  

Arturo y Diana, cuando él tenía 20 años y ella, un año y medio de edad. | Fotografía del archivo personal de Arturo Espinosa

Insistir también es una palabra que repite constantemente Danny García. Él vive en el cantón Pasaje, de la provincia costeña de El Oro, donde nació y creció Brenda. García dice que recién en 2021 logró que el nombre de David Naula Candelario fuese incluido en la lista de los más buscados por el delito de femicidio. “Esto se ha logrado por mi perseverancia e insistencia de estar ahí día a día. Motivándome, insistiendo”, dice el papá de Brenda. 

Para que Naula sea incluido en esa lista, tuvo que pasar por tediosos trámites e incontables viajes de Pasaje a Azogues, donde se investiga el caso. Esos viajes de cerca de cuatro horas, los hacía muy seguido en la época de restricciones por la pandemia del covid-19. Sin transporte público, Danny tenía que alquilar un carro que lo llevara, gastar en  comida y hospedaje, por lo que para cada viaje necesitaba al menos USD250. 

Ahora el papá de Brenda tiene que esperar que Naula sea detenido para que comience el juicio en su contra. Hoy no se sabe nada de su paradero. Danny alza la voz en la llamada telefónica, como si se llenara de rabia.

Danny García, padre de Brenda. | Cortesía Fundación Aldea

§

Para recuperar las horas de trabajo que gasta en esos trámites, Arturo Espinosa tiene que conducir el taxi en las noches y madrugadas para entregar las ganancias completas al dueño del carro y así no perder su trabajo.

Luisa Villacís, de Inredh, dice que la muerte, desaparición o en este caso el femicidio de una hija, “sacude a nivel personal, familiar incluso a nivel laboral, porque muchas veces son las madres o los padres, quienes asumen los roles de salir a las calles y exigir justicia”. Ellas son las madres y ahora los padres, que cuidan a sus hijas hasta luego de la muerte. 

Danny García, al contrario, ha tenido un poco más de suerte en el trabajo. Desde el primer día que supo sobre el femicidio de su hija, su jefe en una empresa privada en la que trabaja como electricista, le prestó dinero, también le reservó el trabajo todos estos años, mientras él viajaba a Azogues a audiencias o a dar su testimonio. “Todo esto ha sido doloroso y costoso”, dice García. Tras la muerte de Brenda, recibió una indemnización de la universidad en la que ella estudiaba, ese dinero le sirvió para pagar a los abogados, la funeraria, los pasajes o alimentación en esos viajes. Pero el dinero se fue agotando.

El papá de Brenda tuvo que pedir varios préstamos en una cooperativa, recurrió al chulco, vendió unos terrenos. Ha invertido al menos USD 17 mil. “Quiero remediar los momentos que no estuve con ella, cuando ella en realidad me necesitaba”, dice. 

A través de su activismo demandando justicia para Brenda y para Diana, Danny García y Arturo Espinosa quieren enmendar el pasado. Quieren decirles a otros papás que cuiden a sus hijas y creen confianza con ellas, para que si sufren violencia, puedan pedir ayuda y evitar femicidios como los de sus hijas.

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    Esos femicidios siguen resonando en redes sociales, en los muros de las calles, en los periódicos o en las fiscalías, porque en la mayoría de los casos sus madres, hermanas, primas o tías han paralizado sus vidas y emprenden la búsqueda de justicia.

    Pero, en los últimos años también hay papás que encabezan esa lucha, como Arturo Espinosa, padre de Diana; y Danny García, padre de Brenda, que al perder a sus hijas se volvieron activistas por los derechos de ellas y otras mujeres.

    Dos femicidios, dos papás, dos historias. 

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    Al mediodía quiteño, unas gotas de sudor brotan en la cara de Arturo Espinosa mientras conduce el taxi en el que trabaja y atraviesa Quito. Espinosa, de 52 años, ojos profundos, voz rasposa y amable, fue el papá de Diana Carolina Espinosa Lagla, una mujer de 29 años, risueña y amorosa, como él la describe. Ella fue arrollada con su propio vehículo, en el tradicional barrio de San Bartolo, al sur de Quito, el 19 de mayo de 2021, por Jonathan Falcón, quien era su pareja.

    femicidios ecuador diana espinoza
    Arturo Espinosa, padre de Diana, durante un plantón en Quito, el 24 de noviembre de 2022. | Mayuri Castro

    Un año y medio después de su muerte, hubo una audiencia de formulación de cargos contra Falcón, por el presunto delito de femicidio y la justicia emitió una orden de captura contra él, pero esta llegó muy tarde, cuando el hombre ya estaba prófugo. 

    A más de 500 kilómetros de distancia de Arturo Espinosa, contesta mi llamada Danny García. Con su voz determinada, habla de su hija víctima de femicidio, Brenda Alexandra García Puya. La recuerda muy centrada, amiguera y manejando su bicicleta roja por su natal Pasaje, en la provincia costeña de El Oro. 

    Ella vivía en Azogues, en la provincia austral del Cañar, a la que migró para cursar su carrera de derecho. Allí, fue asesinada el 16 de abril de 2019. Tenía 21 años y llevaba tres meses y medio de embarazo, cuando su cuerpo fue encontrado en un barranco, cerca del río Burgay. El sospechoso del femicidio es David Naula Candelario, su novio. Al igual que Falcón, Naula está prófugo.

    “Lo único que quiero es que este señor (Jonathan Falcón) sea juzgado como debe ser”, dice Arturo Espinosa, papá de Diana.

    Los papás de Diana y Brenda no se conocen, pero comparten el mismo sentimiento de dolor. “Para mí, perder a mi hija fue muy doloroso, yo quiero que ese individuo vaya preso como la ley lo amerita”, dice Danny García, con una voz que no se desmorona. 

    El caso de Diana primero fue investigado como muerte culposa por accidente de tránsito. En febrero de 2022, por la presión de su papá, el caso pasó a ser investigado como femicidio en la Fiscalía de Género. Algo parecido le pasó a Danny, cuando llegó a Azogues, desde Pasaje, para recibir el cuerpo sin vida de su hija. Mientras lloraba por la pérdida, le dijeron que la muerte fue natural, “pero era algo que no encajaba, no me iban a convencer”, dice.

    Danny García es el papá de Brenda García, asesinada, el 16 de abril de 2019. | Cortesía Fundación Aldea

    Apenas desde 2021, la Fiscalía tiene un protocolo que dice que en “el caso de muertes violentas de mujeres y niñas, se debe presumir en todos los supuestos que se trata de un femicidio”. 

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    El psicoterapeuta y psicólogo social Esteban Laso aclara que cuando un papá sale a las calles, a una protesta, no necesariamente rompe el estereotipo de que el rol de cuidado lo asumen solo las mujeres. “Habrá papás a quienes la muerte, la pérdida de sus hijas, les abre los ojos frente a la realidad de la violencia de género y entonces entran en todo un proceso de cambio y evidentemente ellos sí rompen el estereotipo”, dice el psicoterapeuta. 

    Ese proceso de cambio, según él, es que los hombres reconozcan que en algún momento de sus vidas también ejercieron violencia en sus familias. Y tal vez alguna de esas acciones hizo que sus hijas hayan sido víctimas de violencia.

    Danny se pone triste recordando que una vez Brenda le dijo: “ papi, verás que pasado mañana es mi cumpleaños”, invitándolo a que vaya a comer pastel a su casa por esa celebración, ya que en ese momento Danny se había separado de la mamá de Brenda. Pero él no fue. “Prefería ir con mis amigos a tomarme una cerveza, a pasear con otras personas y no a los cumpleaños de mi hija”, lamenta. 

    Danny y Brenda, en el cumpleaños número 16 de ella. | Fotografía del archivo personal de Danny García

    Ambos papás dicen que sus vidas hoy tienen otro sentido.

    Para Danny García, el femicidio de su hija le “puso los pies en la tierra” y le abrió los ojos ante la vida. “Antes no me importaba nada, era malcriado, mujeriego, altanero, era machista”, dice. Si ahora hay un problema —asegura— prefiere callarse, no agredir y alejarse. “La vida me cambió de una forma tan dura”. 

    En cambio, Arturo Espinosa cuenta que en su oficio como taxista por las noches, suele recoger a mujeres que han sido golpeadas y al llegar al destino espera que las pasajeras entren a los lugares donde piden que las lleve. En casos más graves, ha llamado a la Policía para que sean auxiliadas. Que no se pierdan más vidas de mujeres, dice Arturo. 

    Tras la muerte de su hija, Arturo piensa más en la violencia. Dice que en memoria de Diana le gustaría abrir una fundación para ayudar a mujeres víctimas de violencia basada en género. Lo dice porque desde el comienzo de su activismo por los derechos de Diana, se involucró con el colectivo Luna Roja, organización que defiende los derechos de las mujeres y con la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec). Ahí ha encontrado el apoyo de mujeres y hombres para no cansarse de presionar a las autoridades, y también ha escuchado casos tan o más dolorosos que el suyo, que lo animan a no desistir. 

    Arturo y Diana, cuando ella tenía 15 años. | Fotografía del archivo personal de Arturo Espinosa

    Danny también se ha involucrado con colectivos de mujeres. Hace tiempo conoció Fundación Aldea, una organización que aglutina a madres de mujeres víctimas de femicidios. Aldea realiza el proyecto Flores en el Aire, para recorrer virtualmente los lugares que recorrieron físicamente  algunas mujeres asesinadas y así crear memoria. “En este tiempo en la Fundación Aldea he aprendido mucho sobre los derechos de las mujeres. Yo soy el único hombre ahí”, dice.

    No es el único, pero casi. La presencia masculina en esos espacios es algo raro. Según Fundación Aldea, en Flores en el Aire, aparte de Danny, también hace parte del proyecto Edmundo León, papá de Gabriela León, pero por el dolor latente por el femicidio de su hija, ha preferido no participar activamente en el proyecto, ruedas de prensa o vocerías.

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    Danny García participó en la presentación del proyecto Flores en el aire, durante un evento de la campaña Spotlight en Quito, el 2 de diciembre de 2022. | Cortesía Fundación Aldea

    Para reconstruir el camino de Brenda, en Flores en el Aire de Fundación Aldea, Danny viajó a Azogues. Lo acompañaron algunas madres, entre ellas Yadira Labanda, mamá de Angie Carrillo desaparecida en enero de 2014 y cuyo cuerpo fue encontrado en una quebrada en mayo de 2016. Con ella conversó bastante. “Cuando hablé con ella fue algo tan bonito. Yo ya estaba asimilando lo que pasó con mi hija, pero ella me puso el último granito que faltaba para ver las cosas”, cuenta. Ese acercamiento lo ha reconfortado y le ha dado fuerzas. 

    §

    Los seres humanos necesitamos desde la infancia una función materna y paterna. Andrea Oña, psicóloga del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam Quito), explica que la seguridad o amor propio que pueden brindar la mamá y el papá en la crianza son claves para el desarrollo de una persona. Oña dice que el padre también debe involucrarse en la crianza y no solo dar dinero. 

    Danny García tiene un segundo hijo de 12 años, de una relación anterior. Ahora ve la crianza del adolescente como “una gran responsabilidad”, siente que lo quiere cuidar y estar más cerca en su crecimiento.

    Por su lado, Arturo Espinosa dice que a pesar de dedicar mucho tiempo en los trámites para que avance el caso de Diana, también está pendiente de su hija menor Malena y su pequeña hija, o sea su nieta. También tiene otro nieto: el hijo de Diana; quisiera estar presente en su vida pero el papá no se lo ha permitido. “Quiero que mis hijas salgan adelante, por eso voy a luchar, ellas también me necesitan”. 

    Malena y Arturo Espinosa, hermana y papá de Diana Espinosa, posan junto a un retrato de ella. | Mayuri Castro

    Espinosa dice que más que proveer alimentos, quiere darles confianza a su hija y nieta para prevenir violencia en sus vidas. Poco antes del femicidio de Diana, ella había tomado distancia y un día le dijo “ya papito, déjame, vos me sobreproteges, ya me has cuidado mucho, déjame, déjame volar”, recuerda. “Me descuidé”, dice, pero sabe que la culpa es de quien cometió el crimen. 

    El psicoterapeuta Esteban Laso coincide con la psicóloga Andrea Oña. Explica que los hombres deben involucrarse más en las tareas de cuidado, más allá de lavar los platos o cambiar el pañal del hijo, “requieren la capacidad de entablar relaciones de cercanía o intimidad desde una posición de protección”. Pero remarca que eso es muy difícil para los hombres que han crecido en las culturas patriarcales, es decir en el sistema de dominio del varón, donde la mujer o lo femenino ha sido invisibilizado o subordinado. 

    Arturo y Danny piden justicia para sus hijas como muchos papás lo harían, como el tuyo o como el mío. Fernando Montenegro busca a su hija Michelle Montenegro desaparecida desde el 5 de junio de 2018 en Quito y pide respuestas al Estado; Edmundo León que ha luchado por justicia para su hija Gabriela León, cuencana de 33 años, asesinada por su entonces pareja Juan Bernardo Ordóñez; o Efrén López, papá de Cecilia López, víctima de femicidio en México. 

    La abogada Luisa Villacís, coordinadora jurídica de la ONG Inredh, dice “es sumamente importante que se hable de lo que están haciendo hombres y mujeres en las calles porque era normalizado que se vea más a las mamás en estas luchas sociales. Ahora también llama la atención que sean los padres quienes alzan la voz”. 

    Sin embargo, Villacís enfatiza que el rol de cuidado sigue asignado a las mujeres: “la misma sociedad, los medios de comunicación, dicen: si desapareció es porque su madre no la cuidó, no dicen los padres, no dicen su padre no la cuidó”. La responsabilidad de una desaparición o que una mujer haya sido asesinada la ponen en la madre, asegura. Y eso debe cambiar.  

    Normalmente, frente a desapariciones o femicidios, son las madres las que dan la cara públicamente y luchan incansablemente para conseguir justicia. Tanto así, que hay mamás que se han convertido en símbolos de la lucha por los derechos de las mujeres.

    Petita Albarracín, por ejemplo, llevó el caso de su hija Paola Guzmán —quien a los 16 años fue abusada sexualmente por el vicerrector de su colegio y se suicidió—, hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Esa fortaleza de Albarracín permitió que la Corte IDH reconozca que Paola Guzmán vivió una situación de abuso y violencia sexual sistemática que provocó su suicidio.  En septiembre de 2022, en cambio, Elizabeth Otavalo movilizó a todo el Ecuador para buscar a su hija María Belén Bernal, cuyo cuerpo fue encontrado luego de varios días en las afueras de Quito, tras haber sido asesinada en la Escuela de Policía en la capital, por su esposo, el exteniente Germán Cáceres. Otavalo se ha mostrado fuerte frente a los medios de comunicación y autoridades para hacer justicia por su hija. Ella sigue firme, porque el caso aún no entra a la etapa de juicio. Un dolor parecido está viviendo Janet Sierra, mamá de Camila Aguilera, quien murió en junio de 2022 por un presunto suicidio, pero actualmente su muerte es investigada como femicidio. 

    Oña dice que es importante la presencia, la protección de los papás en la vida de las hijas e hijos porque de alguna forma va a contribuir a que algún día, ya no tengamos graves cifras de femicidios. Vidas de mujeres convertidas en archivos.

    §

    Arturo Espinosa llora todos los días. Más ahora que el caso llegó a la audiencia de evaluación y preparatoria de juicio. Cuenta que en este año y ocho meses del femicidio de Diana, en varias ocasiones ha visitado la Asamblea Nacional para pedir a algún asambleísta que le ayude a que Falcón sea buscado por la Policía, ya que sin el presunto femicida presente, no puede continuar el proceso en su contra. También dice que entregó un oficio a Juan Zapata, Ministro del Interior, para pedirle que Falcón sea sumado en la lista de los más buscados, una lista que lleva ese ministerio, de las personas consideradas peligrosas por delitos como femicidios, homicidios o violaciones. 

    En esa lista están: Luis Hermida, buscado por el femicidio de Lisbeth Baquerizo en Guayaquil; Danilo Chávez, buscado por el múltiple asesinato a los padres, hermana de su expareja y a su propia hija de 8 años en el Carchi; y estuvo el exteniente Germán Cáceres, antes de ser detenido el 30 de diciembre de 2022, en Colombia, por el femicidio de María Belén Bernal en la Escuela de Policía en Quito. 

    Insistir, insistir, insistir, repite Arturo Espinosa. “Yo no quiero que nunca más vuelva a pasar esto con nadie”.  

    Arturo y Diana, cuando él tenía 20 años y ella, un año y medio de edad. | Fotografía del archivo personal de Arturo Espinosa

    Insistir también es una palabra que repite constantemente Danny García. Él vive en el cantón Pasaje, de la provincia costeña de El Oro, donde nació y creció Brenda. García dice que recién en 2021 logró que el nombre de David Naula Candelario fuese incluido en la lista de los más buscados por el delito de femicidio. “Esto se ha logrado por mi perseverancia e insistencia de estar ahí día a día. Motivándome, insistiendo”, dice el papá de Brenda. 

    Para que Naula sea incluido en esa lista, tuvo que pasar por tediosos trámites e incontables viajes de Pasaje a Azogues, donde se investiga el caso. Esos viajes de cerca de cuatro horas, los hacía muy seguido en la época de restricciones por la pandemia del covid-19. Sin transporte público, Danny tenía que alquilar un carro que lo llevara, gastar en  comida y hospedaje, por lo que para cada viaje necesitaba al menos USD250. 

    Ahora el papá de Brenda tiene que esperar que Naula sea detenido para que comience el juicio en su contra. Hoy no se sabe nada de su paradero. Danny alza la voz en la llamada telefónica, como si se llenara de rabia.

    Danny García, padre de Brenda. | Cortesía Fundación Aldea

    §

    Para recuperar las horas de trabajo que gasta en esos trámites, Arturo Espinosa tiene que conducir el taxi en las noches y madrugadas para entregar las ganancias completas al dueño del carro y así no perder su trabajo.

    Luisa Villacís, de Inredh, dice que la muerte, desaparición o en este caso el femicidio de una hija, “sacude a nivel personal, familiar incluso a nivel laboral, porque muchas veces son las madres o los padres, quienes asumen los roles de salir a las calles y exigir justicia”. Ellas son las madres y ahora los padres, que cuidan a sus hijas hasta luego de la muerte. 

    Danny García, al contrario, ha tenido un poco más de suerte en el trabajo. Desde el primer día que supo sobre el femicidio de su hija, su jefe en una empresa privada en la que trabaja como electricista, le prestó dinero, también le reservó el trabajo todos estos años, mientras él viajaba a Azogues a audiencias o a dar su testimonio. “Todo esto ha sido doloroso y costoso”, dice García. Tras la muerte de Brenda, recibió una indemnización de la universidad en la que ella estudiaba, ese dinero le sirvió para pagar a los abogados, la funeraria, los pasajes o alimentación en esos viajes. Pero el dinero se fue agotando.

    El papá de Brenda tuvo que pedir varios préstamos en una cooperativa, recurrió al chulco, vendió unos terrenos. Ha invertido al menos USD 17 mil. “Quiero remediar los momentos que no estuve con ella, cuando ella en realidad me necesitaba”, dice. 

    A través de su activismo demandando justicia para Brenda y para Diana, Danny García y Arturo Espinosa quieren enmendar el pasado. Quieren decirles a otros papás que cuiden a sus hijas y creen confianza con ellas, para que si sufren violencia, puedan pedir ayuda y evitar femicidios como los de sus hijas.

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