Un gobierno pintado de violeta

El «gobierno del encuentro» recurre a la estrategia publicitaria del purple washing para posicionarse a favor de los derechos de las mujeres, pero esa preocupación no es más que una pintura que queda en la superficie.

MALENA ZAMBRANO GOODMAN

El término feminista se ha convertido en una etiqueta de compra y venta, y ciertas iniciativas o comerciales o del mismo gobierno son solo síntomas de la mercantilización que sufren los movimientos sociales. El purple washing puede ser definido como una herramienta publicitaria a través de la cual empresas o figuras públicas se posicionan a favor de la agenda feminista, pero de manera selectiva, de forma que les permitan sacar beneficios

El purple washing no busca incomodar o abogar por los derechos de las mujeres, se basa más bien en la construcción de una identidad progresista. Tras una década de correísmo, las estrategias publicitarias gubernamentales han mutado para hacernos pensar que la Secretaría de Derechos Humanos es feminista solo porque hace el trabajo para el que fue creada. ¿Abogar por los derechos de las mujeres es reivindicativo para una institución PÚBLICA?

Evidentemente no: su razón de ser es implementar políticas públicas con enfoque de género y que adapten su gestión a las necesidades particulares de las mujeres ecuatorianas. 

No podemos felicitarlos por hacer el mínimo de su trabajo, pero sí podemos prestar atención a lo que existe detrás de la superficie feminista que han estado construyendo en casi un año de mandato.

Recordemos lo sucedido el 25 de noviembre de 2021: una tarima en tonalidades violetas —materializando el término purple washing— con representantes del gobierno que desconocen la palabra revictimización. En un evento creado estratégicamente para las redes sociales vimos cómo el hashtag #DeLaIndignaciónAlacción nos hizo indignar, pero no por las razones planificadas por los estrategas del gobierno. 

«No, mujeres, no somos víctimas de nadie, solo de nosotras mismas, si nos dejamos. Si nosotras no nos hacemos respetar, nada va a cambiar», dijo la primera dama María de Lourdes Alcívar, ignorando el discurso planificado por sus asesores de comunicación, y dejando claro que el gobierno de su esposo, Guillermo Lasso, está solo pintado de violeta. 

En ese mismo evento se realizó la escueta presentación de los centros violeta. Se planteó que serán edificaciones donde podrán ser atendidas niñas y mujeres víctimas de violencia. Incluso aquí algo me llama la atención en el uso de lenguaje: ni siquiera se verbaliza la violencia basada en género por su nombre, sino que se utiliza solo violencia, para generar la menor incomodidad posible.

Entonces me pregunto, ¿cómo se atiende de manera integral a una víctima de violencia basada en género si desde tu discurso no puedes usar la palabra género? Pero tampoco me sorprende. Si se hace una revisión del plan de gobierno del Presidente, lo más «cercano» que hay sobre violencia hacia las mujeres es la estrategia de crear planes contra la violencia intrafamiliar. 

Pero intrafamiliar y género no son sinónimos. Así como no lo son violencia y violencia de género. El pintado violeta es superficial, solo un maquillaje que se adapta a la necesidad recurrente de posicionarse como héroe feminista

Dentro del evento se mencionó además que los centros violetas son un «proyecto emblemático». Y tienen que serlo, porque lo más sencillo y coherente con el rol de la Secretaría era revisar el estado actual de las Casas de Acogida.

Sin embargo, este proceso de evaluación y análisis previo no ocurrió porque de nada sirve gestionar el trabajo de otro gobierno cuando la finalidad es plantearse como el «gobierno del encuentro».

Tal vez algunos servidores públicos se caigan de su silla al enterarse que la labor de servir tiene que ver con mantener el bien común de los demás, no de sacar provecho de la violencia basada en género que sufren niñas, adolescentes y mujeres para construir su agenda comunicacional pintada de violeta. 

En Ecuador existen ocho casas de acogida que albergan mujeres víctimas de violencia basada en género. Estos centros presentan problemas presupuestarios y aunque en los últimos días el gobierno ha respondido ante el pronunciamiento de la Red Nacional de Centros de Atención Integral de Violencia hacia las Mujeres, las respuestas distan de ser claras. 

Estos centros no son los únicos con problemas económicos. También existen otros centros de atención infanto-juvenil que requieren de un proceso de evaluación para ser más eficientes. Lastimosamente no reciben la atención necesaria debido a que no están dentro del plan comunicacional del gobierno. 

Como mujeres y feministas no necesitamos un gobierno que se pinte de violeta cuando le convenga. Necesitamos —y demandamos—un gobierno que conozca la realidad de las ecuatorianas, pero también sus propias obligaciones. Un gobierno que no busque sacar provecho del trabajo mínimo para el que fue designado. 

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    El término feminista se ha convertido en una etiqueta de compra y venta, y ciertas iniciativas o comerciales o del mismo gobierno son solo síntomas de la mercantilización que sufren los movimientos sociales. El purple washing puede ser definido como una herramienta publicitaria a través de la cual empresas o figuras públicas se posicionan a favor de la agenda feminista, pero de manera selectiva, de forma que les permitan sacar beneficios

    El purple washing no busca incomodar o abogar por los derechos de las mujeres, se basa más bien en la construcción de una identidad progresista. Tras una década de correísmo, las estrategias publicitarias gubernamentales han mutado para hacernos pensar que la Secretaría de Derechos Humanos es feminista solo porque hace el trabajo para el que fue creada. ¿Abogar por los derechos de las mujeres es reivindicativo para una institución PÚBLICA?

    Evidentemente no: su razón de ser es implementar políticas públicas con enfoque de género y que adapten su gestión a las necesidades particulares de las mujeres ecuatorianas. 

    No podemos felicitarlos por hacer el mínimo de su trabajo, pero sí podemos prestar atención a lo que existe detrás de la superficie feminista que han estado construyendo en casi un año de mandato.

    Recordemos lo sucedido el 25 de noviembre de 2021: una tarima en tonalidades violetas —materializando el término purple washing— con representantes del gobierno que desconocen la palabra revictimización. En un evento creado estratégicamente para las redes sociales vimos cómo el hashtag #DeLaIndignaciónAlacción nos hizo indignar, pero no por las razones planificadas por los estrategas del gobierno. 

    «No, mujeres, no somos víctimas de nadie, solo de nosotras mismas, si nos dejamos. Si nosotras no nos hacemos respetar, nada va a cambiar», dijo la primera dama María de Lourdes Alcívar, ignorando el discurso planificado por sus asesores de comunicación, y dejando claro que el gobierno de su esposo, Guillermo Lasso, está solo pintado de violeta. 

    En ese mismo evento se realizó la escueta presentación de los centros violeta. Se planteó que serán edificaciones donde podrán ser atendidas niñas y mujeres víctimas de violencia. Incluso aquí algo me llama la atención en el uso de lenguaje: ni siquiera se verbaliza la violencia basada en género por su nombre, sino que se utiliza solo violencia, para generar la menor incomodidad posible.

    Entonces me pregunto, ¿cómo se atiende de manera integral a una víctima de violencia basada en género si desde tu discurso no puedes usar la palabra género? Pero tampoco me sorprende. Si se hace una revisión del plan de gobierno del Presidente, lo más «cercano» que hay sobre violencia hacia las mujeres es la estrategia de crear planes contra la violencia intrafamiliar. 

    Pero intrafamiliar y género no son sinónimos. Así como no lo son violencia y violencia de género. El pintado violeta es superficial, solo un maquillaje que se adapta a la necesidad recurrente de posicionarse como héroe feminista

    Dentro del evento se mencionó además que los centros violetas son un «proyecto emblemático». Y tienen que serlo, porque lo más sencillo y coherente con el rol de la Secretaría era revisar el estado actual de las Casas de Acogida.

    Sin embargo, este proceso de evaluación y análisis previo no ocurrió porque de nada sirve gestionar el trabajo de otro gobierno cuando la finalidad es plantearse como el «gobierno del encuentro».

    Tal vez algunos servidores públicos se caigan de su silla al enterarse que la labor de servir tiene que ver con mantener el bien común de los demás, no de sacar provecho de la violencia basada en género que sufren niñas, adolescentes y mujeres para construir su agenda comunicacional pintada de violeta. 

    En Ecuador existen ocho casas de acogida que albergan mujeres víctimas de violencia basada en género. Estos centros presentan problemas presupuestarios y aunque en los últimos días el gobierno ha respondido ante el pronunciamiento de la Red Nacional de Centros de Atención Integral de Violencia hacia las Mujeres, las respuestas distan de ser claras. 

    Estos centros no son los únicos con problemas económicos. También existen otros centros de atención infanto-juvenil que requieren de un proceso de evaluación para ser más eficientes. Lastimosamente no reciben la atención necesaria debido a que no están dentro del plan comunicacional del gobierno. 

    Como mujeres y feministas no necesitamos un gobierno que se pinte de violeta cuando le convenga. Necesitamos —y demandamos—un gobierno que conozca la realidad de las ecuatorianas, pero también sus propias obligaciones. Un gobierno que no busque sacar provecho del trabajo mínimo para el que fue designado. 

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