A pesar de que la Corte Constitucional de Ecuador falló a favor del registro de hijos e hijas de parejas del mismo sexo en 2018, con el caso Satya, hay padres y madres que no logran acceder a este derecho. Katherine Esteves y Stefanía Jaramillo, madres de Katniss, son una de las parejas que luchan actualmente para que su bebé lleve sus dos apellidos.
Dos personas se conocen en la fiesta de una amiga en común, intercambian miradas y luego números, empiezan a salir, se enamoran, pasan cuatro años juntas, se casan y tienen una hija. Lo que sigue debería ser un simple trámite, de lo más común: ir al Registro Civil e inscribir a su recién nacida.
Sin embargo, a Katherine Esteves (28) y Stefanía Jaramillo (34), les han negado el derecho de que su bebé lleve sus apellidos. Luego de 15 días de intentos fallidos y decepciones frente al Registro Civil, notaron que lo que venía no iba a ser fácil y que tendrían que luchar, aunque la ley las ampara.
Nacer en una familia homoparental y vivir en Ecuador puede ser una barrera para que los niños y niñas accedan a algo tan básico como la ciudadanía, a pesar de que la Corte Constitucional ya falló sobre esto en su sentencia No. 184-18-SEP-CC, el 29 de mayo de 2018, en el caso Satya.
En esa ocasión, el organismo dispuso al Registro Civil que «proceda de manera inmediata a la inscripción como ecuatoriana de la niña Satya Amani Bicknell Rothon, manteniendo sus nombres, apellidos y reconociendo su filiación como hija de Helen Louise Bicknell y Nicola Susan Rothon, sus madres».
Bicknell y Rothon, ambas ciudadanas inglesas con residencia en Ecuador desde 2007, pelearon por esa sentencia. Concibieron a Satya a través de inseminación artificial y la niña nació en Ecuador el 8 de diciembre de 2011. Pero al momento de inscribirla, el Estado reconocía únicamente la maternidad de Rothon, quien la gestó.
De acuerdo con declaraciones de la Defensoría del Pueblo en 2018, el caso Satya representó un «símbolo de la lucha por la igualdad de derechos para la comunidad LGBTI en el país». Ese fallo debía ser un precedente para que ninguna otra pareja homosexual tenga que pasar por lo que ellas pasaron. Por eso, Katherine y Stefania no pensaron que tendrían que luchar para que su hija lleve sus apellidos ante el Registro Civil.
Stefanía se sometió a un procedimiento conocido como inseminación artesanal. Se trata de una técnica de reproducción asistida médicamente en la que los espermatozoides previamente seleccionados se introducen en el útero. Para ello, Stefanía y Katherine eligieron a un donante.
Un día, en una visita de trabajo en un local comercial de Guayaquil, Katherine lo vio y sus facciones le parecieron agradables, se acercó y le contó su historia y su sueño de toda la vida: ser madre. «Lo abordé sin conocerlo porque estaba decidida», recuerda desde una cafetería en el norte de la ciudad, a 15 días del nacimiento de su hija.
La pareja entrevistó también a otros dos candidatos, pero luego de varias conversaciones supieron que él —ese hombre desconocido que le impresionó al verlo en la calle— era el elegido: les pareció amable, divertido e inteligente. Finalmente sellaron el acuerdo, ambas partes firmaron un contrato de donación de semen que fue notarizado y con eso, las esposas buscaron un médico especialista en ginecología y obstetricia, y realizaron el procedimiento en un consultorio privado.
Tenían planificado hacer tres intentos, pero no fue necesario. En el primero, el procedimiento funcionó. «La primera prueba de embarazo salió positiva», cuenta Katherine sonriendo.
Katniss nació el 14 de octubre de 2021. Katherine saca su celular del bolsillo y muestra las fotos que tiene guardadas de su bebé. Los ojos le brillan en una mezcla de orgullo y alegría. Tiene imágenes de su esposa embarazada, del día del parto y una extensa colección de la niña con gorritos y mantas de diferentes colores.
—Ella es mi hija y se llama Katniss porque significa guerrera.
—¿Como la protagonista de Los juegos del hambre?
—Sí, igual de fuerte que ella.
Katniss llegó al mundo marcada, lista para la guerra, sin saber que se enfrentaría a una para tener un nombre.
El 18 de octubre Katherine y Estefanía se acercaron al Registro Civil por primera vez. Fueron a la sucursal del sur de la ciudad y se encontraron con una funcionaria confundida que les pidió que esperaran mientras realizaba la consulta. La espera duró 40 minutos y cuando pensaron que ya todo estaba solucionado, la voz fría de la mujer les hizo sospechar que sería más complejo de lo que creían. «Necesitamos el certificado de la inseminación».
Buscaron al médico, quien inmediatamente les emitió el certificado respectivo. Incluso se ofreció a acompañarlas al Registro Civil. Cuatro días después, los tres llegaron con Katniss, esta vez a las oficinas del sector del Parque Industrial California, conocido como Peca, donde se casaron en 2020. Allí les dijeron que ese trámite solo se podía realizar en la oficina de la avenida 9 de octubre, en el centro de la ciudad.
Se movilizaron al lugar que les indicaron, donde se encontraron, una vez más, con una negativa. Les dijeron que la persona encargada de «ese trámite» no estaba en ese momento. Volvieron a la primera sucursal, la del sur, para hacer un nuevo intento, pero nuevamente les dijeron que no. «Ustedes ya estuvieron aquí», es la frase que recuerda Katherine que les lanzó la funcionaria que las atendió la primera vez al verlas volver al sitio.
En una entrevista con INDÓMITA a través de la plataforma Zoom, Fernando Alvear, Director General del Registro Civil, asegura que coincide en que se trata de discriminación, aunque cree que esta parte de la normativa y no de la institución. El funcionario dice estar «atado de manos» pues señala que el Registro Civil está «apegándose a ley».
Para dar sustento a eso, lee un párrafo de la sentencia de la Corte Constitucional en el caso Satya que dice:
«(…) en protección a los derechos del interés superior del niño, igualdad y no discriminación, y reconocimiento a los diversos tipos de familia, considera necesario disponer al Registro Civil, la inscripción de niños y niñas cuyos padres y/o madres han realizado un proceso de procreación a través de métodos de reproducción humana asistida, sea con material genético homólogo o heterólogo, para lo cual, únicamente se requerirá el certificado del centro médico que haya realizado dicho procedimiento».
Esa última frase es la que —de acuerdo con Alvear— justifica la negativa del Registro Civil a inscribir a Katniss. Sin embargo, una oración después, la misma sentencia establece:
«Finalmente, en caso de conflictos se resolverá en función del principio del interés superior del niño contenido en la Constitución y demás instrumentos internacionales aplicables al caso concreto, en forma prevalente».
Por ello, Buendía considera que se trata de falta de voluntad política. Considerando lo establecido en el fallo de la Corte, el Registro Civil podría obviar el tecnicismo del certificado e inscribir a la niña en función del principio del interés superior que le da la Constitución.
Alvear asegura que conoció del caso a través de redes sociales y que a partir de entonces coordinó una mesa técnica con la Secretaría de Derechos Humanos para crear un proyecto de reforma para enviar a la Asamblea Nacional. Una reforma que no sería necesaria, pues —alega Buendía— «la falta de reforma no puede aducirse para negar derechos». Además, ese proceso —como admite el mismo Alvear— podría tomar muchísimo tiempo. ¿Debe Katniss seguir sin existir como ciudadana mientras eso se resuelva?
«En la sentencia Satya se dice claramente que el Registro Civil incumplió su deber de inscribir a Satya cuando sus madres lo solicitaron. No puede ser que diez años después el Registro Civil y con la sentencia ya dictada, lo vuelva a hacer», añade Buendía.
Katherine Esteves y Stefanía Jaramillo quieren que su hija lleve sus dos apellidos y saben que si fueran heterosexuales no tendrían barreras para hacerlo. Están dispuestas a seguir luchando por acceder a sus derechos. Para que ellas, su familia y otras parejas que vengan después no tengan que ser tratadas como ciudadanas de segunda clase.