La menstruación no tiene un peso en la discusión política en Ecuador. Sus efectos pasan desapercibidos porque es algo de lo que está prohibido hablar.
Para las mujeres y las disidencias sexuales el espacio público, históricamente, no ha existido. El ámbito privado ha sido por excelencia un lugar para esconder al otro (otra-otre) y su mundo doméstico, donde se esconden las realidades «incómodas», como la menstruación.
En Ecuador, la menstruación no es un hecho político. Sus efectos pasan desapercibidos porque es algo de lo que está prohibido hablar: a muchas nos enseñan desde pequeñas a esconder las toallas sanitarias, a pedirlas en secreto a nuestras compañeras como si fuera un tráfico ilícito. Cuando se menciona dentro del aula, por lo regular es descrito como algo sucio y hablar de los dolores menstruales significa recibir comentarios como «no es para tanto» o «solo debes seguir trabajando».
Para la ONU, concebir la menstruación como algo malo e innombrable provoca que muchas niñas y adolescentes se excluyan de las actividades públicas cuando están menstruando. Les avergüenza mancharse y ser la burla de sus compañeros y compañeras. Por si fuera poco, también hay hogares en los que el acceso a toallas sanitarias se limita por el desconocimiento de los hombres de la familia.
MENSTRUACIÓN DIGNA Y POBREZA
Muchas veces, el estigma de la menstruación va acompañado de un nivel socioeconómico desfavorable, que niega a niñas y adolescentes las posibilidades de contar con una menstruación digna. Esta se da de forma integral cuando, por un lado, se rompen los estigmas sobre la menstruación con la familia, las comunidades y escuelas; y por otro, cuando se permite el acceso a elementos de higiene menstrual, infraestructura de agua potable y saneamiento.
Lastimosamente, muchas niñas, adolescentes y personas menstruantes no solo no pueden hablar sobre su menstruación, sino que tampoco pueden mantener su período de manera higiénica. En Ecuador, cerca del 30% de la población no cuenta con acceso al agua potable y alrededor del 41% de esta población pertenece al sector rural del país.
Los sectores rurales del país también se encuentran caracterizados por enfrentar altos niveles de pobreza y pobreza extrema. Con la llegada del Covid-19 los niveles de ingreso medio de las familias ecuatorianas empeoró. Teniendo en cuenta que, según el Instituto de Estadística y Censos, solo el 39% de la población cuenta con un empleo adecuado, los costos de mantener una menstruación digna se vuelven cada vez más inalcanzables. El valor de las toallas sanitarias es de USD 42 anuales por persona, según un estudio del instituto Friedrich Ebert Stiftung (FES).
Por otro lado, muchas adolescentes deben enfrentar su primera menstruación con altos niveles de desnutrición. Un reporte de 2020 de Unicef revela que Ecuador cuenta con una de las tasas más altas de desnutrición crónica infantil: tres de cada diez niños y niñas menores de dos años padecen de desnutrición crónica.
Estos factores aumentan los niveles de desigualdad de género.
LA MENSTRUACIÓN EN LA AGENDA POLÍTICA
Las iniciativas en esta área han sido escasas. No fue hasta 2021, con la llegada de una nueva Asamblea Nacional, que la menstruación digna llegó a la agenda política, de la mano de la asambleísta Johanna Moreira.
El Proyecto de Ley Orgánica de Salud e Higiene Menstrual (2021) presentado por la legisladora de Izquierda Democrática fue creado para reconocer y garantizar el derecho a una buena salud e higiene menstrual.
Dentro del proyecto de ley se propone garantizar el acceso efectivo a productos de salud e higiene menstrual de forma gratuita en centros educativos, centros de salud y centros de privación de libertad teniendo como prioridad a las personas en condiciones de vulnerabilidad y pobreza extrema. Para contrarrestar la pobreza menstrual el proyecto de ley también incluye la educación en salud e higiene menstrual en todas las instituciones educativas, con el fin de erradicar estereotipos de género que perpetúan la discriminación.
Aunque la atención de las demandas femeninas y de disidencia sexuales continúa siendo un tabú para algunos niveles de gobierno, esperamos que la aplicación de esta nueva ley consiga contrarrestar no solo el costo económico de la menstruación, sino también el costo cultural.
Porque en pleno 2021 parece irreal pensar que haya personas que no comprendan el funcionamiento de un proceso biológico tan real como los partidos de fútbol.
El Ejecutivo tiene una deuda pendiente con las temáticas de género, empezando porque el Gabinete es desigual y no cuenta con interseccionalidad: en su mayoría, está formado por hombres blanco-mestizos. El incluir en la agenda política temas de género que correspondan a la vivencia de las mujeres y de cuerpos menstruantes, pone en tela de juicio el verdadero “encuentro” expuesto como slogan en época de campaña electoral. Por este motivo llama la atención que, en calidad de representar este encuentro, se haya optado por quitar el IVA en tampones, toallas sanitarias y otros elementos de higiene femenina en el Proyecto de ley de Creación de Oportunidades (2021). Eliminar este impuesto va a permitir obtener elementos de higiene menstrual de una manera más accesible, pero no va a disminuir integralmente la brecha de género que existe en otros ámbitos y mucho menos va a revertir la discriminación de género.