¿Qué es una Constitución? En su ensayo ¿Cómo recordar la sed?, la escritora chilena Nona Fernández dice que su primer recuerdo político de la infancia es la ruina del Palacio de La Moneda, donde Salvador Allende se suicidó antes de que Augusto Pinochet comenzara su dictadura. A pesar de que muy pocas personas estaban en este edificio, fue bombardeado por su propio ejército y permaneció durante años “silente, humeante, espectral”, dice Fernández. Luego, ese mismo gobierno que atacó los símbolos de una democracia reescribió las formas en las que se delimitaba.
“Redactar la Constitución de un país se trata, en parte, de escribir los límites que determinarán la forma de la historia. Ella señala a los protagonistas, releva lo que consideraremos grandes sucesos, los que deberemos aplaudir, los que deberemos recordar. Y, por supuesto, borra aquellos que debemos dejar atrás”, agrega en su ensayo la escritora chilena.
Ecuador, el país de América Latina con más constituciones escritas, borradas y reescritas, ha dibujado una y otra vez esos límites: quién es ciudadano, quién participa, quién queda fuera.
Desde 1835 —cuando se establece la primera Carta Magna— las disputas sobre este marco legal han pasado por riñas entre conservadores y liberales, Iglesia y Estado, modernización, poder presidencial y derechos ciudadanos. En esa disputa, las élites definen quiénes tienen o no las posibilidades de decidir sobre el territorio que vivimos.
La Constitución de 2008 fue un quiebre: por primera vez se escuchó a sectores históricamente silenciados y se nombró como ciudadanos a quienes habían sido expulsados del relato nacional. Ese pacto, nacido del diálogo y la escucha, hoy vuelve a estar bajo asedio. Esta vez, el discurso toma fuerza aprovechando nuestra mayor debilidad: el miedo. Un miedo sembrado, alimentado, repetido.
En Guayaquil, hoy una de las ciudades más peligrosas del mundo, ese miedo ha planteado distintas soluciones. Las personas han pedido rejas para sus parques, por ejemplo.
Hoy, la norma es levantar rejas para un cúmulo de personas atemorizadas que ya no quieren enfrentar la noche, si no es en una zona “cerrada”, con guardias de seguridad armados. Esta ha sido la manera más fácil de enfrentar el miedo: pedir seguridad, militares, policías. Pero aún con todo esto que “la gente quiere” y la forma en la que el poder de turno ha sabido manipular el miedo “para dárselo”, la violencia tiene nuevos niveles de criminalidad, nuevas formas de perder la vida, y hoy parece cada vez más distante algo de calma para vivir. Ya no basta con las rejas, ahora dicen que las soluciones son bases militares en terrenos específicos, construir más cárceles, y dudar —seguir dudando— de todos, del prójimo.

Quien controla el miedo insiste en expandirlo. El presidente Daniel Noboa, a quien le hemos confiado el control del miedo, dice que hay que marcar nuevos límites, borrar lo que plantea la Constitución vigente—una Constitución nacida de la escucha—porque “esas ideas socialistas” no sirven si “nos están matando”. Usa ejemplos ficticios en los que insiste en la idea de que “los criminales tienen más derechos” en su acceso a la salud pública que “las personas buenas”. Insiste en establecer polaridades para borrar la posibilidad de garantizar que “todas las personas son iguales y gozarán de los mismos derechos, deberes y oportunidades». ¿Por qué no debería ser así?
El miedo tiene más posibilidades de afincarse aún cuando lo que dice el presidente es falso. Quienes hemos esperado en la emergencia de un hospital público sabemos que a todos los que llegamos, nos ponen unas tiritas de colores en la muñeca que indican qué tan grave estamos, y solo de acuerdo a eso esperamos más o menos, sin que influya que una persona sea considerada de atención prioritaria, como los niños, niñas, adultos mayores, mujeres embarazadas.
2⃣🔴FALSO | “Si es que una mujer sana de 20 años, tiene un accidente de tránsito, lo choca alguien que se pasa una roja borracho. Y va un violador que lo han apuñalado en la cárcel 20 veces por violar a 10 niños y los dos llegan al mismo tiempo a la sala de emergencias, la… pic.twitter.com/g4UJNiGmuu
— Lupa Media (@LupaMediaEC) October 31, 2025
Hemos entregado nuestros miedos a alguien que nos miente y quiere decirnos que, porque “los malos” tienen “derechos humanos”, debemos desconfiar de las formas en las que nuestra Constitución los garantiza para todos. Y entonces ya no solo queremos rejas y bases militares y cada vez más sujetos armados afuera de nuestras casas para sentirnos seguros, sino también dudar de las formas en las que se garantiza la vida.
Y luego, esa vida que se garantiza solo para quienes tienen sujetos que los cuidan con armas, es cada vez más cruel para quienes entienden formas de cuidado más comunitarias. Y entonces quienes caminan con guardaespaldas o en el centro amurallado de una ciudad que antes tenía vida, dudan de las personas empobrecidas, de quienes viven en barrios con parques abiertos, al pie del estero, donde el Estado no garantiza nada, ni siquiera la posibilidad de tener una muerte digna. Porque en los barrios las muertes no están bien contabilizadas por el Estado, porque hay familias que, para no perder el cuerpo de sus hijos, esposo, novios en una trama burocrática, levantan los cuerpos de sus seres queridos y evaden con ello ese sistema en el que todos los muertos son solo cifras.
Aunque el gobierno no nos garantiza formas para que nuestros muertos tengan un entierro digno cuando no tienes dinero para que se agilite la autopsia o algún tipo de “justicia” y reparación, el Presidente dice que 9 de cada 10 de esas muertes son «solo de personas que tienen antecedentes penales», cuando no hay forma de demostrarlo.
Hoy nuestros miedos crecen con narrativas engañosas y entonces no importa tanto que el Presidente diga que una Constitución “se puede diseñar con Inteligencia Artificial”, un sistema que trabaja con algoritmos y grandes cantidades de información para “imitar” ciertos aspectos del pensamiento humano y automatizar procesos. ¿Se pueden generar soluciones para el miedo o construir respuestas homogéneas para sostenerlo con los datos públicos del mundo?. Controlando el miedo nos dicen que no solo no sirve garantizar nuestros derechos, sino que la educación pública hasta tercer nivel no debe ser para todos, que la posibilidad de pensar y candidatarse a un puesto nacional no debe ser para todos. Dicen que hoy todo está al alcance de tu mano, como si las diferencias no existieran y un algoritmo pudiera definir, delimitar, reescribir al mundo sin sus complejidades. Y no es cierto.
El presidente que controla el miedo con el discurso dice que necesitamos una Constitución de 180 artículos, una serie de recortes para detener la vida de todos y ajustar la suya.
Hoy pasé por el Parque Centenario a las 8:15 de la noche, uno de esos espacios que permanecen abiertos a media puerta, y cerrados gran parte de la noche para que la vida que allí se teje no fluya, pero fluía. Había luz, mucha gente sentada en sus bancas, las dos puertas centrales abiertas, ningún guardia. Solo había personas confiando en ese instante en el que podemos estar juntos en el espacio público, sin sentirnos amenazados.




