2022 es un año decisivo para muchxs de nosotrxs. Es un año en el que salimos de las cavernas, de desiertos, de armarios, de cajones, de pantallas, de libros y nos encontramos con un mundo que ya no es nada de lo que pensábamos. Los seis libros que recomiendo en el marco del mes del pride, me hicieron explotar como un arcoíris: me hicieron devenir en un sujeto deseante.
Entre 2020 y 2022 el Ser-En-El-Mundo tomó otra consistencia. Estos años parecían dos temporadas distintas de nuestras vidas. El vivir se hizo (in) soportable y tuvimos que hacer un proceso de invención para crear mundos mejores desde nuestros metros cuadrados: Mundos habitables. Mundos que iban mutando. Mundos que parecían advertirnos que el destino es una ruina. Pero la resistencia de la naturaleza nos entrega flores —incluso— en los escombros.
Durante este período he entendido esa frase cliché que aparecía en medio de excesivas publicaciones en mi Instagram: «nos quisieron enterrar, pero no sabían que éramos semillas». Realmente, estos dos años (re) aprendimos gestos, afectos, sentimientos, encuentros que escapaban de la «norma». Tuvimos que acomodar nuestras vidas a vidas políticas, a vidas deseantes.
Me encuentro frente a un gesto doble. El primero es escribir sobre 6 libros que me hicieron explotar como un arcoíris y me hicieron devenir en un sujeto deseante, no un repetidor de teorías, no en una máquina de (re) producción académica, no en un hombre que bajo la hetero-norma es incapaz de cuestionar su propio lugar identitario. Al contrario, me convirtieron en un sujeto que desea y que dio palabras a lo nefando, lo fascinante del sexo.
Fascinus es la palabra romana que nombra al amuleto fálico y los hechizos utilizados para la protección —principalmente— de un mal, «el mal de ojo». Pascal Quignard pregunta: ¿qué deja el origen de cada uno siempre en las incertidumbres, que acecha los cuerpos y la obsesión del alma?. Él mismo responde que «solo los sujetos que nos encontramos atravesados por el lenguaje podemos hacer una búsqueda simultánea sobre la selección visual, el cortejo, el apareamiento, la muerte, la concepción, el embarazo y el parto».
El segundo gesto, como cualquier texto escrito, está lleno de ensamblajes, montajes, desmontajes, colecciones, adjunciones y hasta injurias que pueden resultar una trampa. Una trampa de doble gatillo, tanto para quienes están leyendo, como una especie de «curaduría» de mis propios recorridos; pero también para mí mismo, que puedo ser tomado como un oráculo, un mesías o inclusive un profeta en una tierra inexistente.
Estando advertidos de estas trampas he decidido proponer 6 libros donde el arcoíris no solamente queda como ese fenómeno óptico producto de la descomposición de la luz solar en un espectro visible. Sino que propongo estos libros como un ejercicio de curación en el sentido amplio de la palabra, donde lxs diversxs autorxs, las diferentes escenas, los diferentes contextos, den como resultado un ejercicio de diálogo con las voces internas de cada unx y la sensibilidad necesaria para el cuidado de todxs en esta tierra que en ocasiones nos puede hacer olvidar(nos) quienes somos.
Tengo Miedo Torero, Pedro Lemebel
Lemebel era escritor, cronista y artista plástico. Su imagen provocaba un conflicto en quienes lo veían. Hizo fracasar una dictadura con mariposas, plumas y todo aquello que implica el esfuerzo poético del travestismo.
El texto, más que una novela, es una máquina de guerra. Es la historia de amor entre un joven del Frente Patriótico y una relación sentimental con una mujer trans a mediados de los 80, en plena dictadura de Pinochet.
La novela habla de eso (im)posible que es el amor disidente en tiempos donde la homosexualidad era una ilegalidad y una patología. Los arrebatos de las pasiones, la melancolía de la canción de Sara Montiel y el amor materializado que hace que los personajes La Loca y el joven guerrillero consuman un pacto que vaya mucho más allá de las convenciones sociales y se revierta en un orden que no obedezca a ningún tipo de dictaduras: el amor.
“¿Cómo se mira algo que nunca más se va a ver? ¿Cómo se puede olvidar aquello que nunca se ha tenido?”
Testo Yonqui: Sexo Drogas y Biopolítica, Paul B. Preciado
La primera vez que leí a Beatriz Preciado —antes de su transición— fue en Manifiesto Contrasexual. Tenía 24 años, vivía en Buenos Aires y me encontraba en un momento muy extranjero en mi vida. Tuve un profesor, LDF, a quien admiro y amé desde el momento crucial en el que introdujo a Preciado en mi universo simbólico, donde yo, desde el psicoanálisis, veía a su escritura con distancia.
Bajo mi ignorancia e inocencia absurda repetía «es perversión todo lo que se escribe». Lo que no entendía es que después de casi 12 años Paul B. Preciado iba a convertirse en unx de mis Santxs Patronxs Epistémicos, que daba origen a un nacimiento, como también a una reconciliación de mis prácticas sexo-afectivas, de mi lugar político frente al deseo, así como a los circuitos de la academia, que no se aleja de mi vida privada.
Este es un texto filosófico. En ocasiones, la lectura puede tornarse compactada al borde del discurso científico, pero en la introducción Preciado nos advierte de la potencia del texto cuando afirma que «este libro no es una autoficción. Se trata de un protocolo de intoxicación voluntaria a base de testosterona sintética que concierne al cuerpo y los afectos… es un ensayo corporal».
No es un texto teórico más, es un dispositivo, un arma textual, donde nos interroga sobre lo que entra al cuerpo en forma de fármaco, lo que potencia a unxs cuerpxs y a otrxs les quita el lugar de producción. Una Eutanasia del deseo.
Por el culo: Políticas Anales, Javier Sáez y Sejo Carrascosa
Me acerqué a este libro porque Paul B. Preciado lo menciona en su texto Terror Anal y mientras trabajaba en un texto sobre las jerarquías de los órganos en lxs cuerpxs, me di cuenta de que el ano es un «órgano bastardo» y que debería ser pensado desde otros lugares, no solo desde el placer de las comunidades GLBTTIQ+, sino como parte de una historia, un injuria, una carga antropológica y social donde existe una aberración que se manifiesta —incluso— al escribir o decir la palabra. (Mientras escribo ano, el autocorrector de Word la corrige por año).
Javier Sáez y Sejo Carrascosa, los autores de esta publicación exploran desde el sentido de «democracia» que todxs, sin importar género, orientación o identidad sexual, tenemos un ano y su estudio, ya sea desde medicina, el psicoanálisis, la teología o la sociología puede llegar a tener residuos de moralidad punitivista frente a un órgano que nos interroga y desafía a pensar el sexo y la genitalidad.
El texto trae múltiples problemas de la epistemología de lxs cuerpxs: el ano como una debilidad, la pasividad histórica, las relaciones de poder binarias en cuanto a quienes son penetradxs y quienes no, como también la interrogante de que el cuerpo del hombre es impenetrable y que su «honra y honor» se encuentra en las luchas por preservar la virginidad anal.
Los fantasmas se cabrearon, Purita Pelayo
Escribí sobre este texto en esta columna. Con este libro pienso que la historia de las comunidades GLBTTIQ+ tiene que ser escrita, para poder hacer un ejercicio de mantra: leer, recordar, repetir para nunca olvidar.
La memoria nos permite recordar las luchas y lxs personajes que lograron recuperar las calles, no solo para un grupo poblacional de la heteronorma, sino para todxs.
Los Fantasmas se cabrearon fue escrito en 2017 y distribuido en un breve tiraje, pero en manos de SEVERO editorial nos es devuelto como un libro-objeto lleno de pura pulsión vivificante para lxs amantes de lxs libros.
Las crónicas de la activista trans Purita Pelayo, publicadas inicialmente bajo el seudónimo de Alberto Cabral, relatan los diversos tiempos y momentos en que ella junto con su agrupación las Coccinelle construyeron un hito para la democracia de la Sociedad Ecuatoriana y las comunidades GLBTTIQ+: la despenalización de la homosexualidad.
En las crónicas se puede leer la resistencia y lucha frente a la crueldad. La violación de derechos y el regimen militar frente a las disidencias. Los asesinatos, desapariciones y la operancia de un Estado. Como antítesis Purita nos recuerda con voz profética:
“Queda este reto, no sólo para la comunidad GLBTI, sino para todos los sectores de la sociedad, independientemente de su orientación sexual. El reto de armar modelos sociales y culturales basados en la diversidad, el respeto y la memoria. Es el mejor homenaje que se puede hacer a quienes fueron víctimas de la indiferencia y el odio, a quienes sacrificaron sus vidas en esta lucha que comenzo con la despenalización de la homosexualidad. Algo que se creía imposible, pero que resultó inevitable porque los fantasmas se cabrearon”
San Foucault: Para una hagiografía gay, David Halperin
El acercamiento a este libro, creo que fue una de las contingencias más extrañas en mi vida. Me lo encontré en la parte de atrás de una librería. El librero me aclaró que “hay libros que no salen fácil”. Revisé al autor, sus temas y me dije a mí mismo «¡Es oro!»
San Foucault comienza con un prefacio a la edición francesa: «San Foucault es un libro animado por la cólera. Que esto no cause sorpresa: fue escrito en un período de crisis política». El texto, al igual que todos los que he mencionado, es un arma, principalmente, por el alcance de las letras y el impacto que se tiene al leerlo. Su autor nos autoriza a nombrar a Foucault como ese padre de las disidencias, producto de un texto de un autor apellido Mohr, quien de forma peyorativa dirá «el culto genérico que los estudios de género ven a Foucault… San Foucault».
El texto no solo constituye un acto de análisis para «salvar» a Foucault de los rumores en torno a sus prácticas, porque al final, no hay que salvar a ningunx autorx, ya que todxs sabemos que cada unx escribe desde el lugar de sus luchas y sus lugares de decencia. Pero el autor nos propone un ejercicio des-moralizante: El Foucault académico vs el Foucault de las prácticas sexuales.
Foucault abiertamente habla de su afinidad por las prácticas SadoMaso, así como otros autores que abiertamente han hablado sobre sus prácticas fetichistas en torno a la sexualidad (por ejemplo Clerambault y su fijación por las telas) , lo cual no debería escandalizarnos, porque cuando se escribe o, inclusive, cuando se teoriza, no se lo hace desde un lugar del afuera, sino desde un lugar del adentro.
La aventura por saber de Foucault, el tour por entender las prácticas disidentes que van en contra de los binarismos inclusive dentro de las comunidades GLBTTIQ+ nos hace replantear cuánto nos falta por poder seguir abriendo caminos que no queden en reduccionismos sobre un tipo de sexualidad, sino más bien, abrir el abanico sobre lo múltiple y plural en torno a la episteme, el saber en sí, de lxs cuerpxs.
Teología Indecente: Perversiones teológicas en sexo, género y política, Marcela Althaus Reid
Termino este recuento de textos con uno de los libros que hizo que la palabra escrita se encarne y se materialice para dar otro tipo de cuerpo vivo. Mi mejor amigo Jonathan M., literato, teólogo y pensador, aunque ninguna de las tres categorías que le doy él las aceptaría, me dio en 2017 un texto que pensé como una bomba molotov en su momento, en el que jamás iba a entender el alcance de la catástrofe.
El texto fue escrito por una teóloga, estudiosa de Foucault, Deleuze y Lacan. Para iniciarlo se hace una pregunta que desde el primer momento me interregó y hasta me avergonzó. «¿Debe la mujer llevar bragas en la calle o no? ¿Debe quitárselas, digamos cuando decide acudir a la iglesia, como recordatorio más íntimo de su sexualidad en relación con dios?». Apunta directamente al sentido de la relación directa que tiene el sexo como principio activo, subjetivante, inmanente de lxs sujetos y su relación con la deidad, con lo divino, con lo sagrado.
El texto, como su título lo anuncia, puede resultar «indecente» y eso lo hace obscenamente adictivo. Obsceno, como la RAE lo presenta es «ofensivo al pudor o la moral sexual», pero si nos remontamos a la etimología del concepto como tal, proviene del teatro griego Ob-Skene: fuera de la escena. Para los griegos no se podía mostrar sobre el escenario acciones sobre violencia y sexo, estas eran representadas desde afuera.
Marcela Althaus Reid con su texto nos trae una divina y sublime obscenidad. Hace que cuestionemos cuál es la relación entre la indecencia y la liberación, así como la extracción del clítoris que le quita la sensualidad a la teología e inclusive ubica a la teología como un acto sexual.
Puede ser indecente e incandescente tales dichos, pero es interesante cómo la autora plantea per/vertir el modelo teológico como un caos de género, en la subversión de la fe, en la resistencia del discurso falocentrista de la religión, da la posibilidad de poder ver a un dios-queer, que en el travestismos teológico ve lo divino en los actos incandescentes como el amor y la lucha por igualdades y equidades.