Thelma Fardin: «Para mí es importante dar el mensaje de que se puede seguir haciendo lo que una ama»

La actriz argentina conversó con INDÓMITA en Quito, donde estuvo como parte del lanzamiento del Observatorio Paola Guzmán Albarracín.

THALÍE PONCE

Thelma Fardin es argentina, tiene 30 años y es conocida por interpretar a una de las protagonistas de la telenovela infantil Patito Feo. En 2018, su nombre se convirtió en un símbolo de la lucha feminista en América Latina: la actriz denunció públicamente que fue víctima de violación por parte de Juan Darthés —parte del elenco de Patito Feo— durante una gira de la telenovela, en 2009 en Nicaragua, cuando ella tenía 16 años y él, 45.

En octubre de 2022, Fardin estuvo en Ecuador, donde fue parte —en Quito y Guayaquil— del lanzamiento del Observatorio Paola Guzmán Albarracín, una iniciativa impulsada por Fundación CEPAM-Guayaquil y el Centro de Derechos Reproductivos, que busca la exigibilidad y monitoreo del cumplimiento de sentencia en el caso Paola Guzmán.

Durante su visita al país, conversó con INDÓMITA en un hotel de la capital sobre feminismo, el rol del activismo en su vida, el vínculo con este caso emblemático, entre otras cosas.

-En una entrevista con France24 decías que cuando saliste a contar tu caso, no te imaginabas el impacto que iba a tener con otras mujeres y con el feminismo. ¿Qué ha significado este movimiento en tu vida a raíz de esa experiencia?

El feminismo estuvo conmigo antes y fue el vehículo que hizo que llegara a toda la sociedad, pero lo impactante fue que rompió por completo la sensación de nicho. En un primer momento, me preparé para el peor de los escenarios: creí que iba a estar expuesta a la violencia y a los estereotipos por parte de la sociedad y de los medios de comunicación. Entonces, cuando generó el impacto que generó en la Argentina —y en otros países—, era difícil comprender lo que estaba sucediendo. En la Argentina los llamados al 144 —el número para atención de víctimas (de violencia basada en género)— aumentaron en un 1.200 por ciento en 24 horas, era inabarcable. Tuve un apoyo y una sensación de identificación muy grande.

Claro que también generó comentarios violentos, sobre todo de los reaccionarios de siempre, pero fue muy fuerte cómo pregnó en la sociedad más allá de quienes estábamos involucradas con la temática y con una militancia activa en relación a los derechos de las mujeres y las disidencias. Tuve la sensación de estar abrazada por toda una sociedad.

Creo que con el tiempo han querido desgastar eso. El feminismo fue sin dudas muy importante para hacer un bloque común para hacerle frente a esos ataques que no cesan, para encontrar la fuerza para tender redes, no solamente a nivel de Argentina sino también en la región. Da mucha fortaleza pensar que más allá de que ahora estemos viviendo un contexto más hostil porque ellos se han organizado, estamos tejiendo puentes y redes, y que es una agenda que nos interesa en todas partes de América Latina. Da también la sensación de que se puede seguir adelante, incluso cuando este es un momento de un rejuvenecimiento muy fuerte de los discursos de odio.

 

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-¿Y qué impacto tuvo esta experiencia en tu vida profesional?

Fue totalmente transversal a toda mi existencia. (El feminismo) es como unos lentes que una se pone y empieza a ver la vida totalmente atravesada por esa mirada, ya no puedes volver a verla de la misma manera. Sin duda tiene que ver con los vínculos interpersonales, con los vínculos laborales, con los trabajos que elegís o no hacer. 

Y después, quizás en otra dimensión, nos cobran por nuestros posicionamientos. En la actuación no trabajamos en relación de dependencia de manera constante entonces no se puede asegurar que me despidieron de algún lugar por mi ideología, pero sí que no me llamaron más en algunos espacios, ahí también hay un impacto. Entonces muchas veces esto tiene un costo, uno que elijo por supuesto porque no lo podría negociar, no tiene vuelta atrás, no hay retorno respecto a la mirada de las cosas sobre el mundo.

-Antes de iniciar esta entrevista me comentabas sobre tu relación con la periodista argentina Luciana Peker y cómo esa amistad fue fundamental en tu lucha y al momento de exponer tu caso. ¿Cómo se dio ese nexo? 

Ella es mi maestra y mi gran aliada. En la Argentina se sabe mucho, incluso lo saben por parte de la defensa de mi abusador y los grupos que lo apoyan, y muchas veces una de las maneras que utilizan para amedrentarme es amenazando y hostigando a Luciana, porque saben cuán clave fue —y aún es— para el proceso. 

Ella fue mi primer contacto con la militancia feminista en un momento en el que en la Argentina, en 2018, se estaba dando muy fuerte el debate por el aborto legal, seguro y gratuito. Aunque ahora afortunadamente hay una ola de periodismo feminista, Luciana, junto con Mariana Carvajal, son las dos periodistas que desde hace 20 años cubren estas temáticas en la Argentina. Son las pioneras que lo sostenían cuando no estaba en agenda en los grandes medios de comunicación. Y en 2018 fueron un faro para entender todo el contexto de lo que estaba sucediendo.

En ese momento, Luciana estaba escribiendo el libro Putita golosa, entonces también fue un momento de explosión. 

Me puse en contacto con ella buscando refugio, referencia y amparo. Luciana fue quien me acompañó y me ayudó a tender puentes con Oxfam para viajar a Nicaragua para radicar mi denuncia en un contexto en el que en Nicaragua también era muy difícil viajar sola. Luciana estuvo en todo el proceso: desde sentarse a tomar un café y conversar sobre lo personal, hasta recomendarme libros. Fue como mi guía para empezar esa instrucción y es la única que estuvo en absolutamente todo el proceso. Ahora, además somos muy amigas y nos queremos mucho.

-El caso de Paola Guzmán se convirtió en un hito en Ecuador porque representa la realidad de miles de niñas, niños y adolescentes, pero también por lo que logró en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. ¿Conocías de este caso antes de empezar a trabajar con el Observatorio? ¿Qué fue lo que te llamó la atención y cómo consideras que resuena con tu propia experiencia?

La verdad no era un caso que conociéramos en Argentina. Ahora estoy ocupándome de hacerlo llegar a más personas para que comprendan la dimensión de lo que pasó en la Corte con este fallo. Lo terminé de conocer a profundidad cuando supe que venía y me surgieron mil preguntas, pero a la vez, automáticamente comprendí por qué lugares e instancias pasó, porque no dista de lo que pasa con todos los casos de este tipo, no solo del mío. Con mi caso había algunas similitudes, sobre todo con el tema de los estereotipos, con esta idea errónea que se promovió en la época de que ella lo sedujo, lo enamoró; y que reprodujeron los medios de comunicación. 

Pero el caso de Paola tiene además una particularidad: una madre luchadora, Petita, que tuvo una gran resistencia frente a un sistema que solo le puso trabas. Y tuvo el acompañamiento de las organizaciones de la sociedad civil, gracias a las cuales pudo llegar a las instancias a las que llegó y generar incidencia. Es decir, no solamente fue algo reparador para ella, sino que sentó un precedente. Justamente eso es lo más difícil a la hora de hacer justicia, que las decisiones de los organismos se puedan traducir en políticas públicas.

Nosotras en Argentina lo sentimos muy claro en algunos debates, con ciertas leyes, como con el aborto legal, seguro y gratuito. Una sensación de que la sociedad avanza y da un paso, pero que los organismos institucionales, y el Estado en particular, demora en dar ese salto. Entonces que la Corte, con lo que significa como organismo, haya dado un paso así, recogiendo el patriarcado como concepto (en la sentencia) es fundamental. Que la Corte se haga eco de nuestros discursos ayuda a decir que esto que nosotras estamos planteando tiene seriedad y es un respaldo para dar batalla contra los discursos antiderechos.

Thelma Fardin durante el lanzamiento del Observatorio Paola Guzmán Albarracín, en la Biblioteca de la Universidad de las Artes en Guayaquil, el 13 de octubre de 2022. | Foto: Cortesía CEPAM-Guayaquil

-Otra de las cosas que plantea la sentencia es la obligatoriedad para Ecuador —y así para los demás países firmantes de la Convención Americana— de incluir la Educación Sexual Integral en las mallas curriculares de escuelas y colegios. ¿Cuál crees que es el impacto de esta decisión en la región? ¿Cómo crees que cambia esto la experiencia para niñas y adolescentes como Paola y como tú?

Es muy fuerte porque en Argentina la Ley de la Educación Sexual Integral existe desde 2006, pero el conocimiento y la relevancia para que empiece a expandirse en la sociedad y que la gente sepa que tiene este derecho, que los padres sepan que las escuelas están obligadas a dar este conocimiento a los niños, es algo que se logra con la militancia activa de la cuarta ola feminista. A pesar de que es una ley que tiene tiene una falla es muy importante porque es una normativa; es decir, nosotros no tenemos que citar sentencias para que se cumpla. Sin embargo eso no se traduce en la implementación, que es lo más difícil y que muchas veces requiere de una sociedad activa y consciente reclamando sus derechos.

Cuando yo sufrí la violación, en 2009, la Ley de la Educación Sexual Integral ya existía. Entonces yo debería haber tenido ese acceso. Pero la falla que tiene la ley es que cada institución la puede implementar de la manera que quiera. Eso significa, por ejemplo, que en una institución religiosa, quizás lo que te dan son versículos de la Biblia, es muy complejo.

Yo fui a un colegio del Estado en el que la clase de Educación Sexual integral no fueron jornadas, fue un día. En una hora nos pusieron un video en que nos hablaban del amor y recuerdo haber sentido, cuando terminó, que no fue claro. No hablaba de la libertad del cuerpo, de la importancia de la decisión personal, sino de una idea romántica. Y al final, nos dieron a las mujeres una toallita femenina y a los varones, un preservativo. O sea, el deseo suele estar puesto en los varones, y las mujeres, ocupadas de lo menstrual, de la cuestión reproductiva. Pero esa lectura recién la hice de adulta. 

Sí creo que hubiera sido una herramienta fundamental, pero también algo que remarco siempre es que eso no puede generar que pongamos la responsabilidad en los niños y niñas. No porque tengan esa herramienta está garantizado ni tienen la obligación de denunciar lo que están viviendo. Yo —aunque no soy formadora— participo en cursos de formación de educación sexual integral y tengo amigas que sí son formadoras y sé que es muy fuerte lo que sucede una vez que termina una charla de Educación Sexual Integral: dolorosamente en todas las aulas hay un niño o una niña que detecta que está sufriendo abuso sexual o que lo ha sufrido. El conocimiento es la herramienta que empodera a las personas y a las instancias.

-Cuando contaste tu historia lo hiciste por una necesidad personal, pero eso te llevó, quizás sin querer, al activismo por otras mujeres y a abanderar un caso como el de Paola Guzmán. ¿Qué ha significado esto en tu vida?

Sin duda. En un momento me pasaron dos cosas: primero, en Argentina me buscaron mucho desde la política porque es frecuente que los espacios políticos buscan a los referentes, pero a mí siempre me dio miedo que la política me fagocite y me quite independencia, entonces me mantuve al margen de lo partidario. Después, en otra etapa, me di cuenta de que no quería soltar lo que fui toda mi vida, soy actriz desde que tengo seis años y para mí es importante, pero sin duda una de las secuelas de la violación fue alejarme porque me fui varias veces del país, porque tenía mucho miedo de cruzarme con mi abusador. Entonces dejé mi espacio laboral, en el que crecí y fui feliz porque dejó de ser un espacio seguro para mí, y quería revertir eso.

Creo que ahora encontré algo que está en el medio, porque jamás le voy a dar la espalda a la militancia, el activismo es el 50% de mi vida, me constituye como mujer y como persona en la actualidad; pero ese otro 50% soy yo como actriz. Para mí es importante dar el mensaje de que se puede seguir haciendo lo que una ama, porque muchas veces parece que la violencia sexual es arrasadora y que no te permite continuar con tus deseos y tus sueños.

Y después, estoy armando una fundación. Estamos esperando que salgan los papeles en la Argentina para tener nuestra personería. En el país no hay una fundación que se ocupe específicamente del abuso sexual a las mujeres y a las infancias, aunque sí de otros tipos de violencias, entonces quiero cubrir ese espacio y formalizar algo que ya me pasa, que es que mis redes sociales están plagadas de testimonios y muchas veces no me doy abasto porque no tengo la infraestructura. Soy yo con mi teléfono, tratando de ayudar, pero ahora voy a poder dar una respuesta.

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    En octubre de 2022, Fardin estuvo en Ecuador, donde fue parte —en Quito y Guayaquil— del lanzamiento del Observatorio Paola Guzmán Albarracín, una iniciativa impulsada por Fundación CEPAM-Guayaquil y el Centro de Derechos Reproductivos, que busca la exigibilidad y monitoreo del cumplimiento de sentencia en el caso Paola Guzmán.

    Durante su visita al país, conversó con INDÓMITA en un hotel de la capital sobre feminismo, el rol del activismo en su vida, el vínculo con este caso emblemático, entre otras cosas.

    -En una entrevista con France24 decías que cuando saliste a contar tu caso, no te imaginabas el impacto que iba a tener con otras mujeres y con el feminismo. ¿Qué ha significado este movimiento en tu vida a raíz de esa experiencia?

    El feminismo estuvo conmigo antes y fue el vehículo que hizo que llegara a toda la sociedad, pero lo impactante fue que rompió por completo la sensación de nicho. En un primer momento, me preparé para el peor de los escenarios: creí que iba a estar expuesta a la violencia y a los estereotipos por parte de la sociedad y de los medios de comunicación. Entonces, cuando generó el impacto que generó en la Argentina —y en otros países—, era difícil comprender lo que estaba sucediendo. En la Argentina los llamados al 144 —el número para atención de víctimas (de violencia basada en género)— aumentaron en un 1.200 por ciento en 24 horas, era inabarcable. Tuve un apoyo y una sensación de identificación muy grande.

    Claro que también generó comentarios violentos, sobre todo de los reaccionarios de siempre, pero fue muy fuerte cómo pregnó en la sociedad más allá de quienes estábamos involucradas con la temática y con una militancia activa en relación a los derechos de las mujeres y las disidencias. Tuve la sensación de estar abrazada por toda una sociedad.

    Creo que con el tiempo han querido desgastar eso. El feminismo fue sin dudas muy importante para hacer un bloque común para hacerle frente a esos ataques que no cesan, para encontrar la fuerza para tender redes, no solamente a nivel de Argentina sino también en la región. Da mucha fortaleza pensar que más allá de que ahora estemos viviendo un contexto más hostil porque ellos se han organizado, estamos tejiendo puentes y redes, y que es una agenda que nos interesa en todas partes de América Latina. Da también la sensación de que se puede seguir adelante, incluso cuando este es un momento de un rejuvenecimiento muy fuerte de los discursos de odio.

     

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    -¿Y qué impacto tuvo esta experiencia en tu vida profesional?

    Fue totalmente transversal a toda mi existencia. (El feminismo) es como unos lentes que una se pone y empieza a ver la vida totalmente atravesada por esa mirada, ya no puedes volver a verla de la misma manera. Sin duda tiene que ver con los vínculos interpersonales, con los vínculos laborales, con los trabajos que elegís o no hacer. 

    Y después, quizás en otra dimensión, nos cobran por nuestros posicionamientos. En la actuación no trabajamos en relación de dependencia de manera constante entonces no se puede asegurar que me despidieron de algún lugar por mi ideología, pero sí que no me llamaron más en algunos espacios, ahí también hay un impacto. Entonces muchas veces esto tiene un costo, uno que elijo por supuesto porque no lo podría negociar, no tiene vuelta atrás, no hay retorno respecto a la mirada de las cosas sobre el mundo.

    -Antes de iniciar esta entrevista me comentabas sobre tu relación con la periodista argentina Luciana Peker y cómo esa amistad fue fundamental en tu lucha y al momento de exponer tu caso. ¿Cómo se dio ese nexo? 

    Ella es mi maestra y mi gran aliada. En la Argentina se sabe mucho, incluso lo saben por parte de la defensa de mi abusador y los grupos que lo apoyan, y muchas veces una de las maneras que utilizan para amedrentarme es amenazando y hostigando a Luciana, porque saben cuán clave fue —y aún es— para el proceso. 

    Ella fue mi primer contacto con la militancia feminista en un momento en el que en la Argentina, en 2018, se estaba dando muy fuerte el debate por el aborto legal, seguro y gratuito. Aunque ahora afortunadamente hay una ola de periodismo feminista, Luciana, junto con Mariana Carvajal, son las dos periodistas que desde hace 20 años cubren estas temáticas en la Argentina. Son las pioneras que lo sostenían cuando no estaba en agenda en los grandes medios de comunicación. Y en 2018 fueron un faro para entender todo el contexto de lo que estaba sucediendo.

    En ese momento, Luciana estaba escribiendo el libro Putita golosa, entonces también fue un momento de explosión. 

    Me puse en contacto con ella buscando refugio, referencia y amparo. Luciana fue quien me acompañó y me ayudó a tender puentes con Oxfam para viajar a Nicaragua para radicar mi denuncia en un contexto en el que en Nicaragua también era muy difícil viajar sola. Luciana estuvo en todo el proceso: desde sentarse a tomar un café y conversar sobre lo personal, hasta recomendarme libros. Fue como mi guía para empezar esa instrucción y es la única que estuvo en absolutamente todo el proceso. Ahora, además somos muy amigas y nos queremos mucho.

    -El caso de Paola Guzmán se convirtió en un hito en Ecuador porque representa la realidad de miles de niñas, niños y adolescentes, pero también por lo que logró en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. ¿Conocías de este caso antes de empezar a trabajar con el Observatorio? ¿Qué fue lo que te llamó la atención y cómo consideras que resuena con tu propia experiencia?

    La verdad no era un caso que conociéramos en Argentina. Ahora estoy ocupándome de hacerlo llegar a más personas para que comprendan la dimensión de lo que pasó en la Corte con este fallo. Lo terminé de conocer a profundidad cuando supe que venía y me surgieron mil preguntas, pero a la vez, automáticamente comprendí por qué lugares e instancias pasó, porque no dista de lo que pasa con todos los casos de este tipo, no solo del mío. Con mi caso había algunas similitudes, sobre todo con el tema de los estereotipos, con esta idea errónea que se promovió en la época de que ella lo sedujo, lo enamoró; y que reprodujeron los medios de comunicación. 

    Pero el caso de Paola tiene además una particularidad: una madre luchadora, Petita, que tuvo una gran resistencia frente a un sistema que solo le puso trabas. Y tuvo el acompañamiento de las organizaciones de la sociedad civil, gracias a las cuales pudo llegar a las instancias a las que llegó y generar incidencia. Es decir, no solamente fue algo reparador para ella, sino que sentó un precedente. Justamente eso es lo más difícil a la hora de hacer justicia, que las decisiones de los organismos se puedan traducir en políticas públicas.

    Nosotras en Argentina lo sentimos muy claro en algunos debates, con ciertas leyes, como con el aborto legal, seguro y gratuito. Una sensación de que la sociedad avanza y da un paso, pero que los organismos institucionales, y el Estado en particular, demora en dar ese salto. Entonces que la Corte, con lo que significa como organismo, haya dado un paso así, recogiendo el patriarcado como concepto (en la sentencia) es fundamental. Que la Corte se haga eco de nuestros discursos ayuda a decir que esto que nosotras estamos planteando tiene seriedad y es un respaldo para dar batalla contra los discursos antiderechos.

    Thelma Fardin durante el lanzamiento del Observatorio Paola Guzmán Albarracín, en la Biblioteca de la Universidad de las Artes en Guayaquil, el 13 de octubre de 2022. | Foto: Cortesía CEPAM-Guayaquil

    -Otra de las cosas que plantea la sentencia es la obligatoriedad para Ecuador —y así para los demás países firmantes de la Convención Americana— de incluir la Educación Sexual Integral en las mallas curriculares de escuelas y colegios. ¿Cuál crees que es el impacto de esta decisión en la región? ¿Cómo crees que cambia esto la experiencia para niñas y adolescentes como Paola y como tú?

    Es muy fuerte porque en Argentina la Ley de la Educación Sexual Integral existe desde 2006, pero el conocimiento y la relevancia para que empiece a expandirse en la sociedad y que la gente sepa que tiene este derecho, que los padres sepan que las escuelas están obligadas a dar este conocimiento a los niños, es algo que se logra con la militancia activa de la cuarta ola feminista. A pesar de que es una ley que tiene tiene una falla es muy importante porque es una normativa; es decir, nosotros no tenemos que citar sentencias para que se cumpla. Sin embargo eso no se traduce en la implementación, que es lo más difícil y que muchas veces requiere de una sociedad activa y consciente reclamando sus derechos.

    Cuando yo sufrí la violación, en 2009, la Ley de la Educación Sexual Integral ya existía. Entonces yo debería haber tenido ese acceso. Pero la falla que tiene la ley es que cada institución la puede implementar de la manera que quiera. Eso significa, por ejemplo, que en una institución religiosa, quizás lo que te dan son versículos de la Biblia, es muy complejo.

    Yo fui a un colegio del Estado en el que la clase de Educación Sexual integral no fueron jornadas, fue un día. En una hora nos pusieron un video en que nos hablaban del amor y recuerdo haber sentido, cuando terminó, que no fue claro. No hablaba de la libertad del cuerpo, de la importancia de la decisión personal, sino de una idea romántica. Y al final, nos dieron a las mujeres una toallita femenina y a los varones, un preservativo. O sea, el deseo suele estar puesto en los varones, y las mujeres, ocupadas de lo menstrual, de la cuestión reproductiva. Pero esa lectura recién la hice de adulta. 

    Sí creo que hubiera sido una herramienta fundamental, pero también algo que remarco siempre es que eso no puede generar que pongamos la responsabilidad en los niños y niñas. No porque tengan esa herramienta está garantizado ni tienen la obligación de denunciar lo que están viviendo. Yo —aunque no soy formadora— participo en cursos de formación de educación sexual integral y tengo amigas que sí son formadoras y sé que es muy fuerte lo que sucede una vez que termina una charla de Educación Sexual Integral: dolorosamente en todas las aulas hay un niño o una niña que detecta que está sufriendo abuso sexual o que lo ha sufrido. El conocimiento es la herramienta que empodera a las personas y a las instancias.

    -Cuando contaste tu historia lo hiciste por una necesidad personal, pero eso te llevó, quizás sin querer, al activismo por otras mujeres y a abanderar un caso como el de Paola Guzmán. ¿Qué ha significado esto en tu vida?

    Sin duda. En un momento me pasaron dos cosas: primero, en Argentina me buscaron mucho desde la política porque es frecuente que los espacios políticos buscan a los referentes, pero a mí siempre me dio miedo que la política me fagocite y me quite independencia, entonces me mantuve al margen de lo partidario. Después, en otra etapa, me di cuenta de que no quería soltar lo que fui toda mi vida, soy actriz desde que tengo seis años y para mí es importante, pero sin duda una de las secuelas de la violación fue alejarme porque me fui varias veces del país, porque tenía mucho miedo de cruzarme con mi abusador. Entonces dejé mi espacio laboral, en el que crecí y fui feliz porque dejó de ser un espacio seguro para mí, y quería revertir eso.

    Creo que ahora encontré algo que está en el medio, porque jamás le voy a dar la espalda a la militancia, el activismo es el 50% de mi vida, me constituye como mujer y como persona en la actualidad; pero ese otro 50% soy yo como actriz. Para mí es importante dar el mensaje de que se puede seguir haciendo lo que una ama, porque muchas veces parece que la violencia sexual es arrasadora y que no te permite continuar con tus deseos y tus sueños.

    Y después, estoy armando una fundación. Estamos esperando que salgan los papeles en la Argentina para tener nuestra personería. En el país no hay una fundación que se ocupe específicamente del abuso sexual a las mujeres y a las infancias, aunque sí de otros tipos de violencias, entonces quiero cubrir ese espacio y formalizar algo que ya me pasa, que es que mis redes sociales están plagadas de testimonios y muchas veces no me doy abasto porque no tengo la infraestructura. Soy yo con mi teléfono, tratando de ayudar, pero ahora voy a poder dar una respuesta.

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