Tres vicepresidentas contra la ley resumen los acontecimientos en el país, a puertas de las elecciones presidenciales y legislativas de 2025. ¿Cómo fragmenta la representación de las mujeres elegir cuándo sí y cuándo no aplicar las leyes de paridad?
En la Academia, a menudo nos preguntamos cómo es posible que Ecuador, a pesar de tener una élite política dominada por hombres, tenga también leyes progresistas, como la paridad de género. A través de una lucha activa en las calles, dentro del excongreso y, ahora, desde la Asamblea, las mujeres lograron espacios de representación en las leyes.
Sin embargo, sería ingenuo creer que las élites políticas cedan por presión social, y acepten “perder” ese poder, que han consolidado en sus manos y del cual se han beneficiado por años.
A fin de cuentas, es esa misma élite la que hace y deshace con las leyes del país. ¿Entonces?
¿Hay alguna estrategia que las élites políticas, mayoritariamente masculinas, usen para aceptar “en papel” más participación femenina, pero, al mismo tiempo, conservar su influencia en la toma de decisiones?
La respuesta es sí. Tiene que ver con diseñar instituciones políticas que le dan el poder de decidir a dicha élite, aún cuando existan mujeres electas para un cargo.
Utilizar la institucionalidad del Estado para conservar el poder no es una estrategia nueva, ni usada solo en Ecuador.
La ciencia política documenta varios casos en que se usan los sistemas políticos para disminuir la representación de distintos grupos sociales.
En Estados Unidos, por ejemplo, hay evidencia científica de manipulación en la forma en la que se definen los distritos de votación para, sistemáticamente, disminuir la representación de grupos racializados.
En el caso ecuatoriano, la evidencia muestra cómo la adopción del método D’hondt para la asignación de escaños durante el correísmo, favorecía al partido más grande en la Asamblea.
Pero, ¿cómo se ve esto en el Gobierno de Daniel Noboa?
Durante las elecciones extraordinarias de 2023 se implementó por primera vez un sistema fuerte y de paridad en Ecuador.
Esa elección garantizó, por primera vez, un binomio paritario (hombre-mujer) para ser la cabeza del Estado. Y, como era de esperarse, varios partidos políticos protestaron contra la aplicación del Código de la Democracia que pide tener paridad de género en las candidaturas.
Al final, se consiguió la aplicación de la Ley que pide la paridad en las listas de los partidos. Sin embargo, como la Constitución permite al presidente definir las funciones de la vicepresidenta (porque sí mayoritariamente las candidatas a vicepresidencia son mujeres), Noboa utilizó esta herramienta para ejercer violencia política.
Se rumoran múltiples razones de la ruptura entre Noboa y Verónica Abad, pero el gobierno no ha presentdo ninguna al electorado.
La evidencia está en una presidenta “exiliada” en Israel, y Turquía, dos sumarios administrativos —que han sido declarados nulos por la justicia—, y una serie de maniobras al borde de la Constitución. Todo para evitar que Abad asuma la presidencia.
Se entiende que el presidente quiera a alguien de su confianza para tomar la posta en caso de pedir licencia para hacer campaña electoral, pero que su persona de confianza no sea la vicepresidenta, deja ver cómo Noboa, como candidato, solo buscó “a la mujer que sea” para poder inscribir su candidatura y llenar la cuota.
Cuando llenó la cuota, Noboa no pensó en afinidad política, confianza y, mucho menos, en darnos a las mujeres un espacio de toma de decisión que por ley nos corresponde. Y esta idea de “tokenizar” o “usar a las mujeres” políticamente, va más allá.
Tres vicepresidentas en un fin de semana
Hemos visto dos vicepresidentas elegidas, no como manda la ley, en elecciones populares, sino por decreto. Son “vicepresidentas descartables”, sí mujeres, y un presidente poniendo a dedo a quien más le plazca como cabeza de Estado. Este comportamiento muestra cómo desde Carondelet se ha buscado cualquier vacío en la Ley para que Abad no ejerza como vicepresidenta, aunque ella fuera electa (le guste a quien le guste).
‼️#URGENTE
Vicepresidenta Verónica Abad señala que las elecciones de febrero estarían seriamente comprometidas.
▶️ @NTN24 pic.twitter.com/fZDWk4NpvJ— Ecuadorinmediato (@ecuainm_oficial) January 15, 2025
Usar las leyes a conveniencia para elegir cuándo decimos sí y cuándo no a la participación de las mujeres en la política, tiene peligrosas repercusiones a largo plazo: Debilita las instituciones del Estado, hace la democracia menos representativa y más frágil; genera apatía política, entre otras consecuencias.
Pensemos en las niñas ecuatorianas, que más allá de las peleas del gobierno, tienen interés en puestos de liderazgo. ¿Qué motivación van a sentir ellas para involucrarse en la política, si una de las pocas veces en que ven una mujer electa para vicepresidenta, también la ven “desterrada” en Israel durante una guerra?
Este artículo no busca defender a Verónica Abad, que además de ser poco popular entre los ecuatorianos, no ha sido nunca una exponente de la lucha por los derechos de las mujeres. Este artículo busca defender el espacio ganado por las mujeres para ejercer el poder en nuestro país, porque ahora es ella a quien no le dejan gobernar, pero después puede ser cualquiera y eso hay que tenerlo claro.
En ciencia política, hablamos de representación sustantiva cuando las mujeres electas pueden ejercer las funciones para las que fueron electas. Y sí claramente, aún nos falta luchar mucho para conseguirlo.
Se inició la campaña y no veo que la situación vaya a cambiar. Sin embargo, sí nos queda a nosotras y nosotros, como electores, entender que las acciones del presidente le han dado la espalda al legítimo derecho de las mujeres en la participación política. Su accionar deja ver que no se toma con seriedad la capacidad de liderazgo que tenemos las mujeres ecuatorianas, como compañeras de fórmula.
Después de las elecciones nos toca seguir luchando, desde colectivos sociales hasta la Academia, para que el liderazgo femenino sea tomado con seriedad, y pueda romper con la élite política —excluyente para las mujeres— que tanto daño le ha hecho a la historia del país.