Luciana Peker: “A las feministas nos piden que en un mundo de mierda inventemos las soluciones para todos los problemas”

Conversamos con la periodista argentina Luciana Peker sobre el goce, el feminismo, las relaciones sexoafectivas, entre otras cosas, en el contexto de América Latina.

THALÍE PONCE

Luciana Peker vive hoy en el exilio. A finales de 2023, la periodista tuvo que salir de Argentina forzosamente tras recibir una serie de hostigamientos y amenazas de la extrema derecha que hoy gobierna su país.

Es incómoda para el poder porque su voz y su trabajo reivindican la defensa de los derechos de las mujeres, con énfasis especial en los derechos sexuales y reproductivos. Peker es la autora de libros como Putita golosa y La revolución de las hijas, en los que construye una narrativa y una memoria de este momento de América Latina desde el feminismo. Fue también una de las grandes aliadas de la actriz Thelma Fardín en su denuncia pública por abuso sexual contra el actor Juan Dartés.

Esta entrevista fue realizada unos meses antes de su exilio, en julio de 2023, en el marco del festival Gabo, en Bogotá, donde dio el taller ‘Narraciones del goce’

Durante el taller, Peker habló del goce como un concepto en disputa, que en América Latina se ubica después del dolor. Del goce como un derecho y no solo como un lujo. Y de la narración del goce como una lucha en sí misma que es, por supuesto, feminista. Pero es también un ejercicio de justicia social, de memoria, de reparación. Conversamos, a partir de esas ideas, sobre placer, feminismo, dolor y relaciones sexoafectivas.

Aunque ha pasado más de un año de ese encuentro, sus respuestas son vigentes, pero son también una invitación urgente a reflexionar, en una región en la que los extremismos, la desinformación y los autoritarismos están amenazando no solo con impedir el avance de las conquistas del movimiento político más importante de este siglo en América Latina, el feminismo, sino que además buscan que retrocedamos.

Empecemos por el goce. En tu taller hablabas de dejar de entender el goce como un concepto que tiene que ver con el lujo y empezar a entenderlo como un derecho político, también de los grupos marginados. ¿Por qué deberíamos entenderlo desde este lugar?

No es que es novedad hablar de las cosas que dan placer. Pero creo que la diferencia cuando hablamos —o cuando intento hablar— de goce en un sentido feminista y de narrar ese goce, es que hablamos en principio de un goce que se opone al dolor, pero que viene del dolor. Hablamos de disfrutar del sexo, porque venimos de oponernos a la violación. Hablamos de disfrutar del sexo, porque todavía quienes legislan, se creen dueños de nuestro cuerpo, de lo que podemos hacer, de cuándo tenemos un orgasmo, de lo que podemos hacer si el forro se rompe, si nos violaron, si no usamos métodos anticonceptivos. Ahí los señores que no saben lo que pasaría con nuestro cuerpo —y las señoras que o son voceras de esos señores o tendrían otras posibilidades, o si ellas se quieren inmolar que se inmolen solas, pero no en nuestro nombre— hacen que tener sexo siga siendo diferente para mujeres y personas gestantes, que para los hombres. 

Y entonces ahí hay una apropiación del placer, que no es selectiva, que no es de élite, que no es solo por consumo. No es solo sobre en qué posición ponerte para disfrutar más —que me parece perfecto que existan ese tipo de recomendaciones— o a qué lugar puedes ir de turismo para pasarla mejor, porque es la reivindicación que pertenece básicamente a los sectores que estuvimos oprimidos a lo largo de la historia, de llegar a un puerto de placer.

Un placer que tiene que ver con la dignidad también de alguna forma, con vivir una vida digna. ¿Te parece?

Me parece que la dignidad es una gran palabra, que estuvo arrebatada todo el tiempo especialmente de las mujeres. Y la dignidad la da esa democratización, la dignidad la da el derecho. Lo que proponemos desde los feminismos es que el placer sexual no sea un lujo, sino justamente un derecho. Las mujeres tienen tienen sexo, por supuesto que sí, desde hace mucho tiempo… en la liberación sexual de los 60 o los 70, las mujeres hablaban del placer sexual. Lo que estamos peleando ahora es que ese placer sexual sea democrático, para todas las clases sociales, para todas las personas. Entonces, cuando vos querés hacer de eso un derecho, hablás de un goce colectivo, por supuesto con la dignidad de que la barrera no sea el dinero. 

Ahora que decías este goce que viene de la tristeza o el sufrimiento me hacías pensar mucho también en una característica quizás muy latinoamericana ¿Crees que ese goce en Latinoamérica tiene rasgos particulares?

Yo creo que sí, por supuesto que a lo mejor hay cosas en Argentina que se parecen mucho más a cómo son en Europa que en México, somos un continente complejo, pero también creo que hay variables que hay que mirar desde arriba. Hay una variable cultural que es sur y norte. Y creo que claramente el feminismo del sur fue un feminismo más festivo, fue un feminismo con mujeres que venimos de tener los pies sobre la tierra, de bailar, de sobreponernos, de ser resilientes, de disfrutar de estar en territorios, donde no sabemos lo que es la estabilidad —ni política ni económica—, y entonces hay algo de saber reponernos al dolor que sin homogeneizar todo el continente sí nos une, y si hay una fiesta que sabemos dar después del dolor.

Durante tu taller también mencionabas brevemente a las nuevas generaciones y su forma de relacionarse con el feminismo. Algunas de ellas han cuestionado a generaciones de feministas como la tuya o la mía, que hemos deconstruido conceptos de sexualidad, de amor romántico, etcétera.  ¿Qué es lo que ves en estas nuevas generaciones que te hace dudar de tu propio discurso o cuestionar otras cosas que no estabas viendo?

En la Argentina hubo una revolución de las pibas —que interpelaron y pusieron agendas— que yo llamo La revolución de las hijas, que es un libro que escribí, y creo que hay que estar abierta a escucharnos y eso es maravilloso… Pero no sé si la palabra es dudar, porque ya nos hacen dudar tanto y dudan tanto de nosotras que me dijiste dudar y me dio miedo, no se trata de que no hay que cuestionarnos, pero todo el mundo duda de nosotras, entonces cuando te ponen la duda ya no te mantenés más parada.

Lo que sí creo es que hay una diferencia con la reacción de las nuevas derechas que está básicamente encabezada por jóvenes varones libertarios. Y creo que sí hay nuevas generaciones o muchas mujeres que ahora, en este tiempo, quieren volver a la idea de ‘yo no soy feminista’.  A diferencia de lo que yo llamaría el pico del auge del feminismo —a comienzos de 2015 con ‘Ni una menos’ en Argentina, con ‘Mi primer acoso’ en Colombia, en México en Brasil, luego con las marchas de ‘Ni una menos’ en Ecuador, Perú o en Chile, el fervor feminista de 2018-2020 y la marea verde, que con la pandemia para mí se corta y ahora estamos claramente en un momento 2023 de retroceso.

Me parece que tiene que ver con una reacción política, no sé si es necesariamente de las más jóvenes, pero está ligado al tema del amor, a que las mujeres quieran ser amadas y deseadas; y una reacción tan fuerte de los varones, las hace querer ponerse en un lugar de no seguir cuestionándolos, para que los varones las quieran. Creo que hay dos fenómenos actuales: mujeres que están poniendo la cara para ejercer políticas machistas en toda América Latina, en Perú, en Bolivia, en Argentina, por ejemplo; y hay un fenómeno de mujeres —a lo mejor algunas son jóvenes y otras no—, que quieren despegarse del feminismo para sentir que no quedan marcadas con la vara de ‘la no deseable’. 

Parecería que estamos ante un momento de crisis de las relaciones sexoafectivas, especialmente en parejas heterosexuales, y algunas personas lo han vinculado con el feminismo. ¿Qué crees que hace falta o hacia dónde vamos?

Yo vengo escribiendo mucho sobre amor, sobre sexo, primero con Putita golosa y después con Sexteame, y ahora estoy preparando un libro que va a salir primero en Perú, después en Argentina, sobre amor. Porque creo que no hay que dejar de hablar y que es parte de lo que pasa… Creo que los varones masivamente han tenido una reacción adversa al feminismo, ahora, ¿la culpa es el feminismo? No. 

A ver, ¿se podría decir “che, vos sabés que los patrones están pagando mal, salió mal salir de la esclavitud, volvamos a la esclavitud”? No, no se puede, no es culpa del feminismo, además conseguimos un montón de cosas, derechos…. ¿Si les molesta? Sí, les molesta y creo que hoy priorizan la pulsión de poder a la pulsión de su propio placer, y que eso está generando problemas y está generando dolores. Y que si bien no ha desaparecido ni la violencia física, ni la violencia sexual, ni la violencia de género, ni los femicidios, pero sí ha desaparecido la naturalización. Digamos, hoy un profesor que acosa a una estudiante, sabe que puede tener problemas. Un escritor que acosa, sabe que puede tener problemas. En toda América Latina.

Eso ha generado para mí una venganza hacia las mujeres y las diversidades sexuales que ya no es por presencia. O sea, como la presencia física genera problemas, hay una ausencia, hay una venganza por ausencia. En el libro de Laura Bates Los hombres que odian a las mujeres, hay un tipo de varones que odian a las mujeres, que en Europa se identifican con las siglas MGTOW, los varones que huyen de las mujeres. Bueno, eso está pasando en América Latina con varones de derecha, de izquierda, de centro, progresistas, populares… se llamen así o no, pero creo que está sucediendo y que eso está generando un enorme dolor. 

Y creo que, más allá de que haya estrategias individuales válidas —porque veo una gran cantidad de libros o de consejos de ayuda y para mí todo lo que te haga bien es válido— no se sigue interpelando estructuralmente a los varones. Porque por más que alguien salga en una cita o que una cita le salga bien o que ese varón no se vaya, después va a seguir replicando, si tienen hijos o en un casamiento, o en la vida, un componente que ya no solo de desigualdad de género, sino de venganza hacia las mujeres. Entonces creo que la solución no es menos feminismo, sino más feminismo; no es menos interpelación sino más interpelación.

¿Y crees que es posible la reparación o, digamos de alguna forma, la redención de hombres que han sido perpetradores, machistas…?

Sí, yo creo que ahí se juntan un montón de fenómenos y que es muy importante diseccionarlos. Hay situaciones de una gravedad muy fuerte, en las que no podemos pensar en redención. O sea, la redención de un femicida, no. Eso tiene que quedar muy claro. Por supuesto que a mí me encanta un mundo sin cárceles, pero también a las feministas nos piden que en un mundo de mierda inventemos las soluciones para todos los problemas.

El feminismo ha generado grandes olas de cuestionamientos a distintas situaciones, entonces a mí me parece que más allá de que existan protocolos o leyes, hay que generar grandes diferencias de la gravedad de los hechos ante situaciones muy graves. No es lo mismo un violador, que un tipo que ha insistido. La gradualidad es algo muy importante para dimensionar en qué estamos pensando.

Creo que también los cuestionamientos han sido tantos que se ha hecho un manejo que es muy difícil hoy de poder volver a manejar en esta reacción adversa, creo que hay varones que se apuestan a su cambio. Yo sí creo en la conversación, como creo que si un pibe afana, se puede hablar y no hay que mandarlo a la pena de muerte. Entonces también creo —más que los cursos que hagan de masculinidad— que importa que sean varones que quieran salir de un lugar de crueldad. Para mí la palabra clave es crueldad. Yo he visto a varones que quieran salir de eso, que han aprendido y está bueno ese proceso. Pero también he visto varones que han reforzado su crueldad… si refuerzan su crueldad, no se puede nada. Si creen que la interpelación feminista fue demasiado, no se puede nada.

Sí hay varones con los que se puede conversar, que pueden revisar lo que hicieron y que sin estar en penitencia —porque no es el sentido ni positivista ni cultural de situación— pero que pueden mirar algo que antes no miraban, hay posibilidad de cambio. Lo que no quiero es ni que la idea de las nuevas masculinidades blanquee actitudes que están mal, ni que los errores los varones los terminemos pagando todas las mujeres. Entonces el castigo tiene que ser sobre los varones, no sobre las mujeres que ocupan cualquier lugar —personal, laboral, social— en relación a ellos. Hay que dar oportunidad de cambio, para quienes realmente las quieren tomar, y hay que seguir interpelando a quienes, a diferencia de eso, han reforzado la crueldad. 

Finalmente, sobre periodismo y narrativas: creo que muchas de las periodistas que llegamos a enunciarnos en el periodismo como feministas, empezamos cubriendo violencia. Y luego vienen otras cosas, otros intereses como el mismo goce. ¿En qué historias debemos insistir y qué otros temas deberíamos estar mirando?

Creo que hay muchos temas. No hay que abandonar la violencia, que sigamos luchando contra la violencia de género.  También es importante hablar de goce, porque esta es una época social, que después de la pandemia estamos todos y todas asfixiados de angustia existencial y entonces necesitamos oxígeno para respirar. Yo creo que hablar de amor y de sexo hoy es muy importante. Y por supuesto creo que hay que conjugar los temas ambientales y la agenda de cuidados, que propongamos leyes concretas, más allá de las políticas locales, propuestas unificadas para América Latina, que podamos unificar de nuevo una agenda latinoamericana y pensar en la jubilación, pensar en las leyes de licencias, en sistemas de cuidados para las cuidadoras sociales.

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    Luciana Peker vive hoy en el exilio. A finales de 2023, la periodista tuvo que salir de Argentina forzosamente tras recibir una serie de hostigamientos y amenazas de la extrema derecha que hoy gobierna su país.

    Es incómoda para el poder porque su voz y su trabajo reivindican la defensa de los derechos de las mujeres, con énfasis especial en los derechos sexuales y reproductivos. Peker es la autora de libros como Putita golosa y La revolución de las hijas, en los que construye una narrativa y una memoria de este momento de América Latina desde el feminismo. Fue también una de las grandes aliadas de la actriz Thelma Fardín en su denuncia pública por abuso sexual contra el actor Juan Dartés.

    Esta entrevista fue realizada unos meses antes de su exilio, en julio de 2023, en el marco del festival Gabo, en Bogotá, donde dio el taller ‘Narraciones del goce’

    Durante el taller, Peker habló del goce como un concepto en disputa, que en América Latina se ubica después del dolor. Del goce como un derecho y no solo como un lujo. Y de la narración del goce como una lucha en sí misma que es, por supuesto, feminista. Pero es también un ejercicio de justicia social, de memoria, de reparación. Conversamos, a partir de esas ideas, sobre placer, feminismo, dolor y relaciones sexoafectivas.

    Aunque ha pasado más de un año de ese encuentro, sus respuestas son vigentes, pero son también una invitación urgente a reflexionar, en una región en la que los extremismos, la desinformación y los autoritarismos están amenazando no solo con impedir el avance de las conquistas del movimiento político más importante de este siglo en América Latina, el feminismo, sino que además buscan que retrocedamos.

    Empecemos por el goce. En tu taller hablabas de dejar de entender el goce como un concepto que tiene que ver con el lujo y empezar a entenderlo como un derecho político, también de los grupos marginados. ¿Por qué deberíamos entenderlo desde este lugar?

    No es que es novedad hablar de las cosas que dan placer. Pero creo que la diferencia cuando hablamos —o cuando intento hablar— de goce en un sentido feminista y de narrar ese goce, es que hablamos en principio de un goce que se opone al dolor, pero que viene del dolor. Hablamos de disfrutar del sexo, porque venimos de oponernos a la violación. Hablamos de disfrutar del sexo, porque todavía quienes legislan, se creen dueños de nuestro cuerpo, de lo que podemos hacer, de cuándo tenemos un orgasmo, de lo que podemos hacer si el forro se rompe, si nos violaron, si no usamos métodos anticonceptivos. Ahí los señores que no saben lo que pasaría con nuestro cuerpo —y las señoras que o son voceras de esos señores o tendrían otras posibilidades, o si ellas se quieren inmolar que se inmolen solas, pero no en nuestro nombre— hacen que tener sexo siga siendo diferente para mujeres y personas gestantes, que para los hombres. 

    Y entonces ahí hay una apropiación del placer, que no es selectiva, que no es de élite, que no es solo por consumo. No es solo sobre en qué posición ponerte para disfrutar más —que me parece perfecto que existan ese tipo de recomendaciones— o a qué lugar puedes ir de turismo para pasarla mejor, porque es la reivindicación que pertenece básicamente a los sectores que estuvimos oprimidos a lo largo de la historia, de llegar a un puerto de placer.

    Un placer que tiene que ver con la dignidad también de alguna forma, con vivir una vida digna. ¿Te parece?

    Me parece que la dignidad es una gran palabra, que estuvo arrebatada todo el tiempo especialmente de las mujeres. Y la dignidad la da esa democratización, la dignidad la da el derecho. Lo que proponemos desde los feminismos es que el placer sexual no sea un lujo, sino justamente un derecho. Las mujeres tienen tienen sexo, por supuesto que sí, desde hace mucho tiempo… en la liberación sexual de los 60 o los 70, las mujeres hablaban del placer sexual. Lo que estamos peleando ahora es que ese placer sexual sea democrático, para todas las clases sociales, para todas las personas. Entonces, cuando vos querés hacer de eso un derecho, hablás de un goce colectivo, por supuesto con la dignidad de que la barrera no sea el dinero. 

    Ahora que decías este goce que viene de la tristeza o el sufrimiento me hacías pensar mucho también en una característica quizás muy latinoamericana ¿Crees que ese goce en Latinoamérica tiene rasgos particulares?

    Yo creo que sí, por supuesto que a lo mejor hay cosas en Argentina que se parecen mucho más a cómo son en Europa que en México, somos un continente complejo, pero también creo que hay variables que hay que mirar desde arriba. Hay una variable cultural que es sur y norte. Y creo que claramente el feminismo del sur fue un feminismo más festivo, fue un feminismo con mujeres que venimos de tener los pies sobre la tierra, de bailar, de sobreponernos, de ser resilientes, de disfrutar de estar en territorios, donde no sabemos lo que es la estabilidad —ni política ni económica—, y entonces hay algo de saber reponernos al dolor que sin homogeneizar todo el continente sí nos une, y si hay una fiesta que sabemos dar después del dolor.

    Durante tu taller también mencionabas brevemente a las nuevas generaciones y su forma de relacionarse con el feminismo. Algunas de ellas han cuestionado a generaciones de feministas como la tuya o la mía, que hemos deconstruido conceptos de sexualidad, de amor romántico, etcétera.  ¿Qué es lo que ves en estas nuevas generaciones que te hace dudar de tu propio discurso o cuestionar otras cosas que no estabas viendo?

    En la Argentina hubo una revolución de las pibas —que interpelaron y pusieron agendas— que yo llamo La revolución de las hijas, que es un libro que escribí, y creo que hay que estar abierta a escucharnos y eso es maravilloso… Pero no sé si la palabra es dudar, porque ya nos hacen dudar tanto y dudan tanto de nosotras que me dijiste dudar y me dio miedo, no se trata de que no hay que cuestionarnos, pero todo el mundo duda de nosotras, entonces cuando te ponen la duda ya no te mantenés más parada.

    Lo que sí creo es que hay una diferencia con la reacción de las nuevas derechas que está básicamente encabezada por jóvenes varones libertarios. Y creo que sí hay nuevas generaciones o muchas mujeres que ahora, en este tiempo, quieren volver a la idea de ‘yo no soy feminista’.  A diferencia de lo que yo llamaría el pico del auge del feminismo —a comienzos de 2015 con ‘Ni una menos’ en Argentina, con ‘Mi primer acoso’ en Colombia, en México en Brasil, luego con las marchas de ‘Ni una menos’ en Ecuador, Perú o en Chile, el fervor feminista de 2018-2020 y la marea verde, que con la pandemia para mí se corta y ahora estamos claramente en un momento 2023 de retroceso.

    Me parece que tiene que ver con una reacción política, no sé si es necesariamente de las más jóvenes, pero está ligado al tema del amor, a que las mujeres quieran ser amadas y deseadas; y una reacción tan fuerte de los varones, las hace querer ponerse en un lugar de no seguir cuestionándolos, para que los varones las quieran. Creo que hay dos fenómenos actuales: mujeres que están poniendo la cara para ejercer políticas machistas en toda América Latina, en Perú, en Bolivia, en Argentina, por ejemplo; y hay un fenómeno de mujeres —a lo mejor algunas son jóvenes y otras no—, que quieren despegarse del feminismo para sentir que no quedan marcadas con la vara de ‘la no deseable’. 

    Parecería que estamos ante un momento de crisis de las relaciones sexoafectivas, especialmente en parejas heterosexuales, y algunas personas lo han vinculado con el feminismo. ¿Qué crees que hace falta o hacia dónde vamos?

    Yo vengo escribiendo mucho sobre amor, sobre sexo, primero con Putita golosa y después con Sexteame, y ahora estoy preparando un libro que va a salir primero en Perú, después en Argentina, sobre amor. Porque creo que no hay que dejar de hablar y que es parte de lo que pasa… Creo que los varones masivamente han tenido una reacción adversa al feminismo, ahora, ¿la culpa es el feminismo? No. 

    A ver, ¿se podría decir “che, vos sabés que los patrones están pagando mal, salió mal salir de la esclavitud, volvamos a la esclavitud”? No, no se puede, no es culpa del feminismo, además conseguimos un montón de cosas, derechos…. ¿Si les molesta? Sí, les molesta y creo que hoy priorizan la pulsión de poder a la pulsión de su propio placer, y que eso está generando problemas y está generando dolores. Y que si bien no ha desaparecido ni la violencia física, ni la violencia sexual, ni la violencia de género, ni los femicidios, pero sí ha desaparecido la naturalización. Digamos, hoy un profesor que acosa a una estudiante, sabe que puede tener problemas. Un escritor que acosa, sabe que puede tener problemas. En toda América Latina.

    Eso ha generado para mí una venganza hacia las mujeres y las diversidades sexuales que ya no es por presencia. O sea, como la presencia física genera problemas, hay una ausencia, hay una venganza por ausencia. En el libro de Laura Bates Los hombres que odian a las mujeres, hay un tipo de varones que odian a las mujeres, que en Europa se identifican con las siglas MGTOW, los varones que huyen de las mujeres. Bueno, eso está pasando en América Latina con varones de derecha, de izquierda, de centro, progresistas, populares… se llamen así o no, pero creo que está sucediendo y que eso está generando un enorme dolor. 

    Y creo que, más allá de que haya estrategias individuales válidas —porque veo una gran cantidad de libros o de consejos de ayuda y para mí todo lo que te haga bien es válido— no se sigue interpelando estructuralmente a los varones. Porque por más que alguien salga en una cita o que una cita le salga bien o que ese varón no se vaya, después va a seguir replicando, si tienen hijos o en un casamiento, o en la vida, un componente que ya no solo de desigualdad de género, sino de venganza hacia las mujeres. Entonces creo que la solución no es menos feminismo, sino más feminismo; no es menos interpelación sino más interpelación.

    ¿Y crees que es posible la reparación o, digamos de alguna forma, la redención de hombres que han sido perpetradores, machistas…?

    Sí, yo creo que ahí se juntan un montón de fenómenos y que es muy importante diseccionarlos. Hay situaciones de una gravedad muy fuerte, en las que no podemos pensar en redención. O sea, la redención de un femicida, no. Eso tiene que quedar muy claro. Por supuesto que a mí me encanta un mundo sin cárceles, pero también a las feministas nos piden que en un mundo de mierda inventemos las soluciones para todos los problemas.

    El feminismo ha generado grandes olas de cuestionamientos a distintas situaciones, entonces a mí me parece que más allá de que existan protocolos o leyes, hay que generar grandes diferencias de la gravedad de los hechos ante situaciones muy graves. No es lo mismo un violador, que un tipo que ha insistido. La gradualidad es algo muy importante para dimensionar en qué estamos pensando.

    Creo que también los cuestionamientos han sido tantos que se ha hecho un manejo que es muy difícil hoy de poder volver a manejar en esta reacción adversa, creo que hay varones que se apuestan a su cambio. Yo sí creo en la conversación, como creo que si un pibe afana, se puede hablar y no hay que mandarlo a la pena de muerte. Entonces también creo —más que los cursos que hagan de masculinidad— que importa que sean varones que quieran salir de un lugar de crueldad. Para mí la palabra clave es crueldad. Yo he visto a varones que quieran salir de eso, que han aprendido y está bueno ese proceso. Pero también he visto varones que han reforzado su crueldad… si refuerzan su crueldad, no se puede nada. Si creen que la interpelación feminista fue demasiado, no se puede nada.

    Sí hay varones con los que se puede conversar, que pueden revisar lo que hicieron y que sin estar en penitencia —porque no es el sentido ni positivista ni cultural de situación— pero que pueden mirar algo que antes no miraban, hay posibilidad de cambio. Lo que no quiero es ni que la idea de las nuevas masculinidades blanquee actitudes que están mal, ni que los errores los varones los terminemos pagando todas las mujeres. Entonces el castigo tiene que ser sobre los varones, no sobre las mujeres que ocupan cualquier lugar —personal, laboral, social— en relación a ellos. Hay que dar oportunidad de cambio, para quienes realmente las quieren tomar, y hay que seguir interpelando a quienes, a diferencia de eso, han reforzado la crueldad. 

    Finalmente, sobre periodismo y narrativas: creo que muchas de las periodistas que llegamos a enunciarnos en el periodismo como feministas, empezamos cubriendo violencia. Y luego vienen otras cosas, otros intereses como el mismo goce. ¿En qué historias debemos insistir y qué otros temas deberíamos estar mirando?

    Creo que hay muchos temas. No hay que abandonar la violencia, que sigamos luchando contra la violencia de género.  También es importante hablar de goce, porque esta es una época social, que después de la pandemia estamos todos y todas asfixiados de angustia existencial y entonces necesitamos oxígeno para respirar. Yo creo que hablar de amor y de sexo hoy es muy importante. Y por supuesto creo que hay que conjugar los temas ambientales y la agenda de cuidados, que propongamos leyes concretas, más allá de las políticas locales, propuestas unificadas para América Latina, que podamos unificar de nuevo una agenda latinoamericana y pensar en la jubilación, pensar en las leyes de licencias, en sistemas de cuidados para las cuidadoras sociales.

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