La primera marea verde fue en Rosario, en Argentina, hace 19 años. Las periodistas argentinas Flavia Campeis y Jorgelina Tomasin conversaron con tres feministas históricas de esa ciudad para reconstruir la historia de ese primer encuentro, que es también la de los pañuelos verdes y la de sus propias militancias.
FLAVIA CAMPEIS y JORGELINA TOMASIN
Los pañuelos verdes son el símbolo de lucha por la legalización del aborto en América Latina. Los vimos expandirse desde Argentina en mochilas, carteras, valijas. En las muñecas y los cuellos de millones de mujeres y disidencias, atravesando miles de kilómetros.
Se usaron en Colombia en la campaña Causa Justa, que logró la despenalización del aborto en febrero de 2022; y en Ecuador para exigir —y luego celebrar— la decisión de la Corte Constitucional de despenalizar el aborto en casos de violación en 2021. En Chile también los pañuelos coparon las calles.
En los últimos meses, incluso llegaron a Estados Unidos. Estuvieron presentes en las movilizaciones para defender el derecho al aborto tras la anulación del fallo Rose vs. Wade.
Pero, ¿cuál es la historia detrás de estos pañuelos? ¿Dónde nacieron? ¿Cuándo se usaron por primera vez?
En el marco del Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro que se conmemora cada 28 de septiembre, conversamos con tres integrantes históricas de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito de Rosario, la ciudad argentina donde la marea verde comenzó a expandirse. Ellas son Mabel Gabarra, Viviana Della Siega y Silvia Augsburger.
La primera marea verde
El inicio de la marea verde tiene fecha y lugar: 2003, ciudad de Rosario. Ese año, en el marco del XVIII Encuentro Nacional de Mujeres, se hizo una asamblea por el derecho al aborto, coordinada por Dora Coledesky, abogada, militante feminista, obrera textil y sindicalista, creadora de la comisión que impulsó la Ley del Derecho al Aborto en Argentina. Histórica «feminista, trotskista y luchadora por el aborto legal», según el medio Latfem.
«Fue una explosión de gente. Dora estaba en el escenario, se mandó un discurso final hermoso, y participaron un montón de compañeras, pero la idea de ella era hacer algo parecido a lo que nosotras pensábamos hacer con la Campaña, que era articular todas las luchas del país. Porque en todos lados había, núcleos chicos o más grandes, según la ciudad, pero no estábamos articuladas para nada en ese tema», recuerda Mabel Gabarra.
«Siempre nos peleábamos con las mujeres que eran promovidas por la iglesia, que iban a los encuentros y entonces todo el debate era anticonceptivos sí o no, derechos sexuales sí o no, aborto sí o no. Por eso, ese encuentro de Rosario fue clave porque por primera vez se hace esta asamblea y el taller de estrategias para el acceso al aborto legal seguro y gratuito, donde solo entraban y solo se discutía la estrategia para conseguir la ley», cuenta Silvia Augsburger.
Fue en este Encuentro de 2003 cuando las integrantes de Católicas por el derecho a decidir trajeron los primeros pañuelos verdes. «Eran pañuelos, siempre triangulares. Tenían una inscripción en amarillo y lo trajeron las católicas de Córdoba. Todavía no estaba la triple consigna ni el símbolo de la campaña. La idea fue de Marta Alanís y Susana Chiarotti», del Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (Insgenar), una ONG que trabaja por los derechos humanos de las niñas y las mujeres.
«Marta ya lo había usado en un evento internacional y había llevado pañuelos de color violeta, porque era el color del feminismo», cuenta Viviana. Esto lo narra también la periodista Florencia Alcaraz en su libro ¡Que sea Ley!, donde recuerda que las feministas argentinas lucieron esas telas violetas en una conferencia de las Naciones Unidas. «Después le habló a Susana y le consultó qué le parecía y ahí decidieron el color verde. Verde fue porque era un símbolo de vida, para contrarrestar la idea que el aborto es muerte, por el contrario es vida y defensa del medioambiente», sigue explicando Viviana.
La historia de los pañuelos en Argentina tiene una importante carga simbólica. Los pañuelos blancos representan a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que lo empezaron a usar en el reclamo por sus familiares desaparecidos durante la dictadura. Pero si vamos un poco más atrás, también estos emblemáticos triángulos de tela se utilizaron en los años 40, cuando las mujeres bregaban por la Ley de Sufragio femenino, sancionada en Argentina en 1947. De alguna forma, los pañuelos y las luchas de las mujeres han estado siempre ligados.
Entonces, ¿cuándo fue la primera vez que vieron un pañuelo verde? En 2003, dicen todas al unísono. «Fue en la marcha de ese Encuentro, que se llenó de pañuelos verdes. La primera marea verde fue en Rosario».
Los inicios de la Campaña
Rosario fue el antecedente de la reunión fundacional de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que se realizó en Córdoba en 2005, con unas 70 organizaciones, entre quienes estuvieron Viviana y Mabel. De esa reunión, Viviana aún conserva las anotaciones que hizo en un cuaderno escolar con hojas rayadas, con los nombres de las compañeras que estuvieron presentes y los principales temas tratados.
Es en esa reunión de Córdoba donde se adoptó finalmente el pañuelo verde como símbolo de la Campaña. Pensaron que los iban a usar solo unos meses.
La Campaña se formó el 28 de mayo de 2005, en el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, la idea era juntar firmas hasta el 25 de noviembre, para llevarlas luego al Congreso de la Nación. «Se recolectaron alrededor de 80 mil firmas, marchamos hasta el Congreso y entregamos las cajas con todas esas planillas que habíamos juntado por todo el país. Eso no era un proyecto de ley, eran solo planillas donde decíamos que queríamos que el Congreso legalizara el aborto», relata Silvia.
El primer proyecto de Ley se crearía formalmente, más tarde en una reunión plenaria nacional de la Campaña en Rosario. «Ahí dijimos, vamos a poner la menor cantidad de cosas posibles porque se van a agarrar de cualquier cosa. Entonces hicimos un proyecto súper minimalista. Decía que toda mujer tenía derecho a interrumpir su embarazo hasta las 12 semanas. Se discutía mucho porque era la primera vez que armábamos un proyecto», recuerda Mabel, quien fue parte de la elaboración de ese documento histórico.
«Ese primer proyecto se presenta en 2007 como Campaña sin que lo levante ningún diputado ni diputada. La Campaña va a la mesa de entrada de la Cámara de Diputados y presenta el proyecto. Eso para el ámbito legislativo tiene cero incidencia, porque se entera solo quien lo recibe en mesa de entrada», dice Silvia.
Luego de esa primera entrega, las integrantes de la Campaña comenzaron a interiorizarse sobre los pasos burocráticos que hay que atravesar en el ámbito legislativo para que un proyecto pueda llegar a convertirse en ley. Para que ingrese al Congreso, debe ser firmado por lo menos por un diputado o diputada y luego llevar 14 firmas que lo avalen.
Fue así, que en 2008 una diputada tomó las riendas y fue la primera en firmar un proyecto de legalización del aborto. Esa diputada fue Silvia Augsburguer. «Entonces yo dije, yo lo firmo. Pertenecía a la minoría del Partido Socialista, tenía poco que rendir cuentas de lo que hacía. Me ofrecí a firmarlo y empezamos a juntar firmas, creíamos que no íbamos a llegar a las 14 y nuestro proyecto llegó a las 22», recuerda.
Viviana, Mabel y Silvia: una vida de militancia
Viviana, Mabel y Silvia son tres militantes feministas indiscutibles de la lucha por el aborto, sin embargo, cada una llegó de un modo diferente, pero su historia de militancia desde muy jóvenes demuestra que nada fue casualidad.
Viviana Della Siega tiene 71 años, nació en Rosario. Llegó a la entrevista con el pañuelo atado en su cartera en la que llevaba, además, dos cosas: una capa verde que utilizó en una intervención pública en 2010, y hojas de un cuaderno a rayas, donde tiene todas las anotaciones desde los inicios de la Campaña.
Su primera militancia fue a fines de los años 60, como estudiante universitaria de Comunicación Social. Luego militó en la Juventud Peronista y, cuando se casó, se instaló en la ciudad de San Lorenzo junto a su primer esposo Hugo Parente. Trabajaba con mujeres en una villa —como se llaman a los barrios populares de Argentina— y en la medida que podía, procuraba comprar pastillas anticonceptivas que repartía entre las mujeres más pobres. Allí militó hasta 1976, cuando comenzó la dictadura. En julio de ese año su esposo fue desaparecido y ella tuvo que exiliarse junto a sus dos hijos en un pueblo pequeño del interior del país. «Yo hice el exilio de los pobres, un exilio interno», dice. Desde ahí hizo su tesis sobre Japón, el tema más neutral y lejano que encontró. Volvió a Rosario en 1979, pero su militancia plena la retomó, desde el feminismo, en el año 2000 y nunca se detuvo.
Mabel Gabarra tiene 74 años. Nació un 25 de noviembre —que coincide con el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra las Mujeres— en Los Quirquinchos, un pueblo de la provincia de Santa Fe, a 130 kilómetros de Rosario.
Llegó a la entrevista con un puñado de pañuelos verdes en su cartera, algunos más gastados, otros más nuevos, uno con la bandera de la diversidad en uno de los laterales, cada uno con una historia particular.
Mabel estudió derecho en la Universidad Católica de Rosario, su primer grupo de pertenencia política fue el Movimiento Social Inspiración Cristiana (Mosic). Formó parte de un movimiento de facultades católicas y luego se hizo atea. «Después de eso me metí en la cosa más pesada, porque entré en los Monto», dice cuando recuerda su ingreso a Montoneros, una organización guerrillera peronista.
Dentro de Montoneros formó parte de la columna José Sabino Navarro hasta que se incorporó al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), de tendencia marxista-leninista. A los 23 años se casó con Victorio Paulón, un histórico dirigente sindical de los trabajadores de la industria metalúrgica. Al casamiento fueron sus amigos de militancia Viviana Della Siega y su esposo Hugo Parente, quien cantó algunas canciones de la guerra civil española.
Victorio, con quien tuvo dos hijos, fue detenido en 1975, cuando el clima nacional comenzaba a ser de persecución a militantes políticos y sociales. Tras el golpe de Estado, él seguía preso y Mabel debió exiliarse en Uruguay el 4 de agosto de 1976, 11 días antes de que falleciera su padre. Luego viajó a Francia, donde logró reencontrarse con sus hijos recién tres años después, cuando su madre los llevó a París. Fue allí donde conoció a Dora Coledesky, abogada como ella, militante feminista y una de las pioneras en impulsar la Ley del Derecho al Aborto en Argentina. Fue Dora quien años después la acercaría al feminismo.
Silvia Augsburger tiene 60 años, nació en Rosario. Comenzó a militar en el Partido Socialista cuando estudiaba en la Facultad de Bioquímica. Durante toda la entrevista tomó mates con una bombilla que lleva el logo de la Campaña por el aborto legal.
En 1982, cuando empezó la apertura democrática en el país, viajó a un encuentro juvenil de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas en Portugal. Era la única mujer de su delegación y acudió a un taller de género que dictó Pia Locatelli, socialista italiana que integraba la Internacional Socialista de mujeres.
Al volver, Silvia ya no fue la misma. Comenzó a armar una agrupación de mujeres jóvenes para hacer talleres y vínculos con grupos feministas de todas partes del país.
Fue concejala de la ciudad de Rosario, Diputada Nacional por Santa Fe desde 2005 a 2009 y Diputada Provincial entre 2015 y 2019.
La historización de los feminismos, aunque lleve siglos, no deja de ser reciente. En los tradicionales manuales de historia y en la academia, el lugar de las mujeres y sus luchas, hasta hace muy poco, ocupó un lugar al margen. Hacer historia en los términos propios del feminismo implica volver a las fuentes. Es escuchar a quienes trazaron el camino para las futuras generaciones. Es aprender de quienes se animaron a decir, pensar y articular con otras, muchos años antes de que ser feminista deje de ser estigma, para pasar a ser orgullo.
¿Cómo fueron sus primeros acercamientos al feminismo?
Viviana volvió a Rosario tras su exilio en el interior del país, donde se refugió durante los años más pesados de la dictadura. Según cuenta, pasó varios años sin militar hasta que, en el 2000, Susana Chiarotti —una reconocida abogada y activista feminista— la invitó a ser parte de Insgenar. Chiarotti también forma parte del Consejo Asesor del Comité Latinoamericano y del Caribe para la Defensa de los derechos de las Mujeres (Cladem).
Mabel piensa: «¿Cómo empezó mi militancia con el feminismo? Ahí tengo una cosa muy fuerte con Dora Coledesky».
Se conocieron durante su exilio en Francia. «Dora me empezó a partir la cabeza, que tenía que participar de la cosa feminista. Ella enseguida participó, apenas llegó allá se puso en relación con las feministas en París, yo no quise, dije que no, porque mi principal tarea en ese momento tenía que ver con los Derechos Humanos y yo no me quería desviar de eso». Cuando volvió a su país en 1984, creó junto a otras compañeras que regresaron del exilio el Instituto de Estudios Jurídico-Sociales de la Mujer (Indeso-Mujer).
Silvia asegura que su entrada al feminismo también se sintió fuerte. Fue cuando volvió a Rosario después de participar de un taller con el Partido Socialista en Portugal y recuerda que «Pia Locattelli dio un taller tan fantástico que yo dije: la igualdad es esto, no la igualdad de la que habla el Partido Socialista, que era solo económico o social, no se puede militar por la igualdad si no militamos por la igualdad de género».
«Volví y a partir de ahí nos relacionamos con los grupos feministas que había, hacíamos talleres. Cuando asumí como diputada nacional ya estaba vinculada a todos los grupos feministas».
El año bisagra
En esta historia, el parteaguas fue el año 2018. El proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), elaborado por la Campaña, se trataría por primera vez en el Congreso Nacional argentino, después de haber sido presentado siete veces. Fue aprobado en la Cámara de Diputados (con 129 votos a favor y 125 en contra) pero tuvo su revés, con el rechazo en la Cámara de Senadores.
«En ese momento decíamos, perdimos la votación, pero la ganamos en el consenso social. Sabíamos que en no demasiado tiempo se iba a dar. Lo que logramos fue el cambio cultural, que generalmente es al revés, es más fácil lograr la ley que el cambio cultural y nosotras en ese caso fue al revés, logramos el cambio cultural antes que la ley», afirma Viviana. «Era una legalización social del aborto», remata Mabel.
Pasaron dos años, y con la llegada de un nuevo gobierno, que tenía en su agenda la aprobación del aborto, se abrió nuevamente el debate. «Cuando asumió Alberto Fernández, yo me acuerdo que ese discurso lo escuché atentamente porque quería saber si decía algo del aborto, y cuando él dice que una de las cosas de su gobierno iba a ser la legalización del aborto, dije bueno, acá sí o sí, lo tenemos que sacar», dice Mabel.
«Resulta aprobado»
El 11 de diciembre de 2020, el proyecto IVE que establece el derecho al aborto en todos los casos hasta la semana catorce inclusive, manteniendo la vigencia del derecho al aborto en casos de violación y riesgo para la vida o salud, sin límite de tiempo, obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados con 131 votos a favor, 117 en contra y 6 abstenciones y pasó al Senado.
Fue el 30 de diciembre de 2020, donde en todas las plazas del país hubo movilizaciones y vigilia a la espera del resultado definitivo. En la Plaza San Martín de Rosario, Viviana, Mabel y Silvia, junto a una multitud de todas las edades, siguieron de cerca el debate que se extendió por doce horas.
Fue en medio de esa madrugada llena de barbijos y pañuelos verdes, donde una plaza entera estalló al escuchar a la vicepresidenta de la Nación y presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner, dar los resultados de la votación y decir: «Resulta aprobado».
Así, con 38 votos afirmativos, 29 en contra y 1 abstención, el aborto se convertía en ley en Argentina.
Viviana compara esta conquista con los juicios por Delitos de Lesa Humanidad cometidos durante la última dictadura, que comenzaron a partir de 2003. «Hay una trayectoria de los organismos de Derechos Humanos, pero después hay un gobierno que hace una política de Estado de eso. Entonces cuando se da esa sinergia entre la organización popular, en este caso del movimiento de mujeres, el feminismo, y una decisión política, se produce el hecho», afirma.
«Cuando se aprobó, yo estaba tan voleada, no podía creerlo, la gente saltaba y yo estaba dura, iba más allá de todo lo que habíamos imaginado. A pesar de que teníamos la decisión y sabíamos que iba a salir, fue increíble, fue una cosa muy de que nos explotó la cabeza», confiesa Mabel al recordar esa jornada histórica.
La continuidad de la ola verde
«Nosotras nos planteamos después que salió la ley, si seguir con la Campaña o no. Y hubo una decisión de seguir, más federal que nunca, porque una cosa es conseguir la ley y otra cosa es que se aplique, entonces lo que nos propusimos fue difundirla», dice Viviana.
Hicieron afiches y stickers que ellas mismas pegan en autobuses y paredes, spots que se pasan en el transporte público, y una nueva tanda de pañuelos, esta vez con el agregado de una cinta con los colores del orgullo LGBTIQ+.
Cuando les preguntan qué significa para ellas que otros países adopten el pañuelo verde como símbolo de lucha por el aborto, Silvia asegura que esta identificación mundial que surge desde Argentina, es un orgullo. Coinciden las tres. «Medio que transformó hasta el color del feminismo, porque hoy el color del feminismo pasó de violeta al verde», señala.
Para este 28 de septiembre —junto al resto de la Campaña Rosario— prepararon una obra de teatro foro, donde representan diferentes situaciones que llevan a un debate con el público. La idea es llevarla a los barrios más pobres de la ciudad y seguir capacitando sobre los alcances de la ley. «El problema es que las mujeres de los sectores más pobres, fueron siempre víctimas de la ilegalidad del aborto y sin embargo es la población que más se resiste y es algo que todavía no lo pueden nombrar», explica Mabel.
En una semana, también viajarán al 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Intersexuales, Bisexuales y No Binaries, que se realizará el 8, 9 y 10 de octubre de 2022 en la provincia de San Luis, Argentina.
Han pasado 19 años de aquel histórico encuentro en Rosario donde se levantaron los pañuelos verdes por primera vez. Este será el primer encuentro al que se llega con el aborto convertido en ley.