La lucha por nuestros derechos no tiene fronteras

¿Por qué lo que sucede en Estados Unidos con el posible retroceso de derechos que trajo Roe vs Wade tiene que ver también con América Latina? En esta columna, Catalina Martínez, directora regional para América Latina y el Caribe del Centro de Derechos Reproductivos hace un análisis sobre este tema.

CATALINA MARTÍNEZ CORAL

Desde el 2 de mayo de 2022 una noticia empezó a circular: la filtración de un documento según el cual la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos estaría preparándose para revertir Roe vs Wade; el histórico fallo que despenalizó el aborto en ese país en 1973. 

No es menor, pero hasta el momento, el documento filtrado no es más que un borrador de la opinión del juez Samuel Alito. No se trata de una decisión en firme: el aborto sigue siendo legal en Estados Unidos


La decisión definitiva llegará a finales de junio y ya hemos visto en la historia de ese país que las opiniones de los jueces cambian y reviran hacia la protección del derecho constitucional. Pero hay que actuar ahora para incidir en ese cambio.

Porque, ¿cómo podríamos no hacer nada ante el inminente peligro de que las niñas y mujeres que han tenido durante 50 años la garantía constitucional de poder decidir sobre sus vidas, un día despierten y esa garantía no exista más?

¿Cómo podríamos permitir que al menos 26 estados cumplan sus amenazas de restringir o prohibir el aborto en todos los casos y que al menos 36 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva pierdan el acceso al procedimiento?

¿Cómo podríamos ver que las más afectadas sigan siendo las afro, las indígenas y otras personas racializadas, las habitantes de zonas rurales, las personas con discapacidades, las migrantes, las personas de bajos recursos, y no actuar para evitarlo?

En América Latina hemos atestiguado las terribles consecuencias de situaciones similares. Vivimos una región en donde más del 97% de las mujeres en edad reproductiva viven en países con leyes de aborto restrictivas. Y siempre son estas, las más vulnerables, a quienes los Estados dejan tres únicas opciones: la muerte, la cárcel o la maternidad forzada.

Hemos visto en nuestra región que una vez se restringe el derecho, las complicaciones obstétricas que terminan en la pérdida natural del embarazo quedan bajo sospecha y conducen a mujeres a condenas de cárcel de hasta 40 años, como ocurrió con Manuela en El Salvador.

Si revertir Roe fuera la decisión final de los jueces, Estados Unidos se sumaría a la lista de retrocesos que están dándose en el norte y cuyo primer exponente fue Polonia, que restringió el aborto en casi todas las circunstancias. Los antiderechos intentan retroceder el progreso impulsado por los movimientos feministas. Los movimientos feministas tenemos que mantener nuestro propósito de defender lo ganado y de conquistar más libertades.

Porque, además, que la Corte Suprema anulara Roe establecería un precedente muy desafortunado, y no solo para Estados Unidos. La lucha por el aborto siempre ha sido transnacional.

Las victorias de unos países han influenciado a otros y han permitido multiplicar los logros de este derecho. Una decisión que atente contra los derechos también influiría y podría producir que grupos fundamentalistas instrumentalicen lo que ocurre en el país del norte para generar un retroceso en la opinión pública en la región. No vamos a permitirlo. Nuestra respuesta será seguir fortaleciendo el movimiento feminista en América Latina; un movimiento que ha hecho revoluciones con mareas.

En los últimos 30 años, 50 países han liberalizado sus regulaciones frente al aborto y la pelea no se ha dado exclusivamente en cortes y congresos. En América Latina hace muchos años entendimos que la batalla legal por sí misma no es suficiente. Que necesitamos un cambio social y cultural tan profundo que permita que en 50 años más, nadie tenga dudas de que el aborto es un derecho

Hemos acompañado los cambios normativos con movilizaciones y con la construcción de una opinión pública informada que conozca sus derechos y los exija; que defienda lo que le pertenece.

Apenas hace unos días en Colombia conmemoramos un año del Paro Nacional que tumbó la reforma tributaria y al ministro de hacienda que la propuso. En Chile, el estallido social de 2019 les condujo a iniciar un proceso hacia una nueva Constitución. En Argentina, la marea verde de 2018 sentó las bases para que dos años después las pibas consiguieran la despenalización del aborto al tiempo que pintaron de ese color el resto del continente.

Lo que sucede en las calles, además, ya ha producido cambios en las decisiones de Altas Cortes. Dos de las más recientes victorias por la despenalización del aborto en América Latina se dieron ante esas instancias: primero en México y luego en Colombia (gracias al movimiento Causa Justa).

Roe vs Wade, y todas las decisiones y leyes que han permitido avances en la despenalización del aborto en el mundo, tienen que ser protegidas. La lucha por nuestros derechos no tiene fronteras y nunca termina. 

En las calles hemos logrado avanzar. Y quizá en las calles se pueda incidir en los votos de aquellos jueces que estarían de acuerdo con lo que hasta ahora es solo una desafortunada opinión del juez Samuel Alito. Quizá en las calles, y con el fortalecimiento del movimiento, se logre influenciar la votación que el Senado de Estados Unidos debe hacer para aprobar el Women’s Health Protect Act (WHPA) y evitar así cualquier retroceso en el derecho al aborto en ese país.

Durante años, quienes habitamos el sur global vimos con esperanza que los avances en derechos siempre llegaron desde el norte. Hoy esperamos que los recientes progresos alcanzados en el sur inspiren a las estadounidenses y les brinden fuerzas en su lucha. Esta vez la esperanza la llevamos desde el sur.

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    CATALINA MARTÍNEZ CORAL

    Desde el 2 de mayo de 2022 una noticia empezó a circular: la filtración de un documento según el cual la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos estaría preparándose para revertir Roe vs Wade; el histórico fallo que despenalizó el aborto en ese país en 1973. 

    No es menor, pero hasta el momento, el documento filtrado no es más que un borrador de la opinión del juez Samuel Alito. No se trata de una decisión en firme: el aborto sigue siendo legal en Estados Unidos


    La decisión definitiva llegará a finales de junio y ya hemos visto en la historia de ese país que las opiniones de los jueces cambian y reviran hacia la protección del derecho constitucional. Pero hay que actuar ahora para incidir en ese cambio.

    Porque, ¿cómo podríamos no hacer nada ante el inminente peligro de que las niñas y mujeres que han tenido durante 50 años la garantía constitucional de poder decidir sobre sus vidas, un día despierten y esa garantía no exista más?

    ¿Cómo podríamos permitir que al menos 26 estados cumplan sus amenazas de restringir o prohibir el aborto en todos los casos y que al menos 36 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva pierdan el acceso al procedimiento?

    ¿Cómo podríamos ver que las más afectadas sigan siendo las afro, las indígenas y otras personas racializadas, las habitantes de zonas rurales, las personas con discapacidades, las migrantes, las personas de bajos recursos, y no actuar para evitarlo?

    En América Latina hemos atestiguado las terribles consecuencias de situaciones similares. Vivimos una región en donde más del 97% de las mujeres en edad reproductiva viven en países con leyes de aborto restrictivas. Y siempre son estas, las más vulnerables, a quienes los Estados dejan tres únicas opciones: la muerte, la cárcel o la maternidad forzada.

    Hemos visto en nuestra región que una vez se restringe el derecho, las complicaciones obstétricas que terminan en la pérdida natural del embarazo quedan bajo sospecha y conducen a mujeres a condenas de cárcel de hasta 40 años, como ocurrió con Manuela en El Salvador.

    Si revertir Roe fuera la decisión final de los jueces, Estados Unidos se sumaría a la lista de retrocesos que están dándose en el norte y cuyo primer exponente fue Polonia, que restringió el aborto en casi todas las circunstancias. Los antiderechos intentan retroceder el progreso impulsado por los movimientos feministas. Los movimientos feministas tenemos que mantener nuestro propósito de defender lo ganado y de conquistar más libertades.

    Porque, además, que la Corte Suprema anulara Roe establecería un precedente muy desafortunado, y no solo para Estados Unidos. La lucha por el aborto siempre ha sido transnacional.

    Las victorias de unos países han influenciado a otros y han permitido multiplicar los logros de este derecho. Una decisión que atente contra los derechos también influiría y podría producir que grupos fundamentalistas instrumentalicen lo que ocurre en el país del norte para generar un retroceso en la opinión pública en la región. No vamos a permitirlo. Nuestra respuesta será seguir fortaleciendo el movimiento feminista en América Latina; un movimiento que ha hecho revoluciones con mareas.

    En los últimos 30 años, 50 países han liberalizado sus regulaciones frente al aborto y la pelea no se ha dado exclusivamente en cortes y congresos. En América Latina hace muchos años entendimos que la batalla legal por sí misma no es suficiente. Que necesitamos un cambio social y cultural tan profundo que permita que en 50 años más, nadie tenga dudas de que el aborto es un derecho

    Hemos acompañado los cambios normativos con movilizaciones y con la construcción de una opinión pública informada que conozca sus derechos y los exija; que defienda lo que le pertenece.

    Apenas hace unos días en Colombia conmemoramos un año del Paro Nacional que tumbó la reforma tributaria y al ministro de hacienda que la propuso. En Chile, el estallido social de 2019 les condujo a iniciar un proceso hacia una nueva Constitución. En Argentina, la marea verde de 2018 sentó las bases para que dos años después las pibas consiguieran la despenalización del aborto al tiempo que pintaron de ese color el resto del continente.

    Lo que sucede en las calles, además, ya ha producido cambios en las decisiones de Altas Cortes. Dos de las más recientes victorias por la despenalización del aborto en América Latina se dieron ante esas instancias: primero en México y luego en Colombia (gracias al movimiento Causa Justa).

    Roe vs Wade, y todas las decisiones y leyes que han permitido avances en la despenalización del aborto en el mundo, tienen que ser protegidas. La lucha por nuestros derechos no tiene fronteras y nunca termina. 

    En las calles hemos logrado avanzar. Y quizá en las calles se pueda incidir en los votos de aquellos jueces que estarían de acuerdo con lo que hasta ahora es solo una desafortunada opinión del juez Samuel Alito. Quizá en las calles, y con el fortalecimiento del movimiento, se logre influenciar la votación que el Senado de Estados Unidos debe hacer para aprobar el Women’s Health Protect Act (WHPA) y evitar así cualquier retroceso en el derecho al aborto en ese país.

    Durante años, quienes habitamos el sur global vimos con esperanza que los avances en derechos siempre llegaron desde el norte. Hoy esperamos que los recientes progresos alcanzados en el sur inspiren a las estadounidenses y les brinden fuerzas en su lucha. Esta vez la esperanza la llevamos desde el sur.

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