Reflexiones de un corazón roto o de una soledad amigable

El cineasta nos cuenta cómo entendió que algunos de los problemas que vivió en pareja son universales porque con el tiempo perdemos nuestra capacidad de diálogo y comprensión afectiva con el resto, con nosotros mismos. 

CHRISTIAN ROJAS

Cuando crecemos, pensamos que la vida se volverá más fácil… ¡Qué gran mentira!

En la sociedad te instruyen para trabajar y sobrevivir, pero nadie toma pausas para ayudarte a relacionarte con los seres humanos, lo cual nos diseña para convivir en una sociedad con poca responsabilidad emocional y afectiva.

Mi última relación larga, donde la convivencia era un camino pedregoso y el sexo iba desmejorando con el paso de cada encuentro, llegó a su fin como una crónica anunciada. La ruptura fue dolorosa, caótica y violenta. Esas heridas dejaron en mi cuerpo y alma cicatrices que sanaron con terapia. Desde entonces emprendí un camino sinuoso de citas fallidas y encuentros que no llegaron ni a un beso, pero sí me dejaron una pila de facturas y libras de más por todos los americanos, espressos dobles y cheesecakes que comía.

Es que, en una sociedad sesgada por las imposiciones de modas u olas de estilos y formas, es complejo encontrar alguien que no piense con sus genitales sino con su cabeza. Pareciera que todo debe empezar en una habitación, auto o sala de cine teniendo sexo antes de conocer a alguien.

¿Desde cuándo el sexo se volvió un filtro? O, más bien ¿desde cuándo somos una mala copia de sex and the city o queer as folk? ¿Será que son los últimos tiempos como menciona la abuela, el pastor o el cura barrial?

Pero, después de 498 matches, ghosting y desplantes apareció alguien interesante, inteligente y con una gran personalidad. Las citas eran cada vez más largas, con un condumio delicioso de conocimientos y experiencias de vida. Salimos por tres meses y nos besamos un par. Andábamos en la onda de “fluir”, la nueva tendencia para decir que estamos conociendo a alguien sin etiqueta alguna. Hasta que una tarde en una cafetería me dijo:

  • ERES INCREÍBLE, PERO…
  • ¿Pero? 
  • NO ERES TÚ, SOY YO, me dijo mirándome a los ojos.

Una semana después subió una foto festejando el primer mes con su novio.

Fue tan irreverente la sensación de esas palabras, que me llevaron a preguntarme por qué las cosas nunca están claras, pero tenemos los red flags: “Veamos qué pasa” “Simplemente fluyamos”, “No busco nada serio, estoy explorando”.

En febrero tendré cinco años de soltero y la experiencia que me han dado estas personas con las que he salido es que su claridad ante lo que quieren es tan escueta que simplemente endulzan las palabras para decir que tú eres uno más de la lista y están viendo el mejor postor.

Es fácil desmerecer las ganas de conocer a alguien después de tantos fracasos, es fácil decir “el amor no está hecho para mi”, “me quedaré solo/sola”. Y yo soy uno de esos. Pero realmente hace algunos meses esto ha ido cambiando al reflexionar y entender que debemos ser personas responsables de manera emocional y afectiva; y que lo que me pasa no tiene que ver con que soy gay, gordito y no estoy dentro de un canon de belleza.

Mi cabeza explotó cuando en una salida, el cachorro de mis amigos lo hizo por todo el carro luego de dejarlo solo por diez minutos. Ella es extranjera y él ecuatoriano, pero discuten en inglés mientras yo solo ayudaba a limpiar y sostenía al can. Esa gran escena, sacada del guion de una película independiente proyectada en Sundance, me hizo pensar en las necesidades y los problemas de las parejas que he tenido.

Mientras sostenía al can comprendí la universalidad de mis problemas: con el tiempo vamos perdiendo la comunicación y con ella nuestra expresión afectiva y emocional.

Capaz estos escritos mal hechos, porque no soy escritor, son una breve reflexión sobre cómo transitamos el mundo. Es por ello que simplemente debemos pensar, sincerarnos y reflexionar sobre nosotros mismos, hablar con uno mismo y entender que debemos ser responsables con nuestras emociones y con el resto.

Cojan lo que quieran coger, pero cuidándose; conozcan a quien quieran conocer, pero sobre todo HABLEMOS CLARO DE LO QUE SENTIMOS Y QUEREMOS.

 

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    Cuando crecemos, pensamos que la vida se volverá más fácil… ¡Qué gran mentira!

    En la sociedad te instruyen para trabajar y sobrevivir, pero nadie toma pausas para ayudarte a relacionarte con los seres humanos, lo cual nos diseña para convivir en una sociedad con poca responsabilidad emocional y afectiva.

    Mi última relación larga, donde la convivencia era un camino pedregoso y el sexo iba desmejorando con el paso de cada encuentro, llegó a su fin como una crónica anunciada. La ruptura fue dolorosa, caótica y violenta. Esas heridas dejaron en mi cuerpo y alma cicatrices que sanaron con terapia. Desde entonces emprendí un camino sinuoso de citas fallidas y encuentros que no llegaron ni a un beso, pero sí me dejaron una pila de facturas y libras de más por todos los americanos, espressos dobles y cheesecakes que comía.

    Es que, en una sociedad sesgada por las imposiciones de modas u olas de estilos y formas, es complejo encontrar alguien que no piense con sus genitales sino con su cabeza. Pareciera que todo debe empezar en una habitación, auto o sala de cine teniendo sexo antes de conocer a alguien.

    ¿Desde cuándo el sexo se volvió un filtro? O, más bien ¿desde cuándo somos una mala copia de sex and the city o queer as folk? ¿Será que son los últimos tiempos como menciona la abuela, el pastor o el cura barrial?

    Pero, después de 498 matches, ghosting y desplantes apareció alguien interesante, inteligente y con una gran personalidad. Las citas eran cada vez más largas, con un condumio delicioso de conocimientos y experiencias de vida. Salimos por tres meses y nos besamos un par. Andábamos en la onda de “fluir”, la nueva tendencia para decir que estamos conociendo a alguien sin etiqueta alguna. Hasta que una tarde en una cafetería me dijo:

    • ERES INCREÍBLE, PERO…
    • ¿Pero? 
    • NO ERES TÚ, SOY YO, me dijo mirándome a los ojos.

    Una semana después subió una foto festejando el primer mes con su novio.

    Fue tan irreverente la sensación de esas palabras, que me llevaron a preguntarme por qué las cosas nunca están claras, pero tenemos los red flags: “Veamos qué pasa” “Simplemente fluyamos”, “No busco nada serio, estoy explorando”.

    En febrero tendré cinco años de soltero y la experiencia que me han dado estas personas con las que he salido es que su claridad ante lo que quieren es tan escueta que simplemente endulzan las palabras para decir que tú eres uno más de la lista y están viendo el mejor postor.

    Es fácil desmerecer las ganas de conocer a alguien después de tantos fracasos, es fácil decir “el amor no está hecho para mi”, “me quedaré solo/sola”. Y yo soy uno de esos. Pero realmente hace algunos meses esto ha ido cambiando al reflexionar y entender que debemos ser personas responsables de manera emocional y afectiva; y que lo que me pasa no tiene que ver con que soy gay, gordito y no estoy dentro de un canon de belleza.

    Mi cabeza explotó cuando en una salida, el cachorro de mis amigos lo hizo por todo el carro luego de dejarlo solo por diez minutos. Ella es extranjera y él ecuatoriano, pero discuten en inglés mientras yo solo ayudaba a limpiar y sostenía al can. Esa gran escena, sacada del guion de una película independiente proyectada en Sundance, me hizo pensar en las necesidades y los problemas de las parejas que he tenido.

    Mientras sostenía al can comprendí la universalidad de mis problemas: con el tiempo vamos perdiendo la comunicación y con ella nuestra expresión afectiva y emocional.

    Capaz estos escritos mal hechos, porque no soy escritor, son una breve reflexión sobre cómo transitamos el mundo. Es por ello que simplemente debemos pensar, sincerarnos y reflexionar sobre nosotros mismos, hablar con uno mismo y entender que debemos ser responsables con nuestras emociones y con el resto.

    Cojan lo que quieran coger, pero cuidándose; conozcan a quien quieran conocer, pero sobre todo HABLEMOS CLARO DE LO QUE SENTIMOS Y QUEREMOS.

     

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