Ya existen estudios que concluyen que la vacuna contra el covid-19 tiene efectos secundarios sobre los ciclos menstruales, pero las pruebas clínicas no incluyeron el enfoque de género, por lo que estos nunca se advirtieron. En una encuesta realizada por INDÓMITA a 480 personas menstruantes, el 46.74% señaló que los síntomas se presentan cada vez que menstrúan desde que se vacunaron.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation.
Paola* recibió la primera dosis de la vacuna contra el covid-19 de la farmacéutica Sinovac en mayo de 2021. Estaba preparada para posibles efectos secundarios como dolor de cabeza o de cuerpo, dolor en el brazo en el área de la inyección o fiebre, y por eso llevó un blíster de acetaminofén en su cartera. Se tomó una, por si acaso. Pero pasaron las horas y no sintió malestar alguno, así que se fue a dormir como todos los días.
A la mañana siguiente se encontró con algo extraño: su menstruación había llegado 10 días antes de lo previsto, a pesar de que su ciclo es extremadamente regular, «casi como un reloj». Le llamó la atención e inmediatamente lo relacionó con la vacuna. Entonces fue a Twitter y contó lo que le había pasado. Recibió decenas de comentarios: «me pasó igual», «a mí se me atrasó», «desde que me puse la vacuna sufro de cólicos intensos».
Pero había pocas respuestas a las interrogantes que todas tenían, excepto por un par de usuarias que le enviaron links de estudios inconclusos que hablaban de una posible relación entre la vacuna y alteraciones momentáneas en el ciclo menstrual.
A Ana Cristina Iturralde, Daniela Viteri y Ana Daniela Mancero les ocurrió algo similar.
Al igual que Paola*, Ana Cristina Iturralde no esperaba ningún efecto sobre su ciclo menstrual cuando recibió la primera dosis de la vacuna de AstraZeneca, pero su regla apareció cinco días antes. A pesar de ser regular y de que fue una sorpresa, inicialmente no lo atribuyó a la vacuna. «Hasta que leí otros testimonios similares de mujeres a quienes se les había adelantado también o les había bajado la regla dos veces el mismo mes».
En una encuesta realizada por INDÓMITA en febrero de 2022, el 76.6% de encuestadas aseguraron haber tenido efectos sobre su menstruación en la primera dosis de la vacuna, como les ocurrió a Paola* y a Ana Cristina. Aunque la meta inicial era recabar 200 respuestas, en tres semanas participaron 480 personas menstruantes, no solo de Ecuador, sino también desde otros países, entre ellos Colombia, México, España y Argentina.
Entre los síntomas que presentaron están: retraso, adelanto o suspensión de la regla, menstruación más breve o con menor flujo de lo habitual, dolor o endurecimiento de los senos, dolor de piernas, menstruación con presencia de coágulos. El más común (experimentado por un 34.4% de las encuestadas): una menstruación más dolorosa, con cólicos o inflamación más fuerte de lo normal.
Y algo menos usual, pero igual de sorpresivo: hubo a quienes la regla les vino más de una vez en el mismo mes. Eso es lo que le pasó a Daniela Viteri, de 38 años.
Viteri recibió la primera dosis de la vacuna de Pfizer en marzo de 2021 y la segunda, dos meses después. En la primera, los efectos fueron los que le habían advertido: malestar general y dolor de brazo. Con la segunda dosis notó algo adicional: tenía todos los síntomas del síndrome premenstrual, pero pensó «no puede ser». Hasta que tres días después, su menstruación volvió a presentarse. Creyó que tenía que ver con el estrés de atravesar una pandemia y las emociones por ser una de las primeras personas en Ecuador en recibir la vacuna, debido a que labora en el sector médico.
Sin embargo, 15 días después, su menstruación apareció una vez más. Fue entonces que le pareció demasiado raro y lo asoció a la vacuna. Muchos de sus familiares son médicos y les explicó lo que estaba atravesando en busca de respuestas, pero ellos le dijeron que no tenían información. Fue a una cita con su ginecóloga y fue ella quien le dijo que se estaban mostrando algunos casos de alteraciones menstruales, pero la tranquilizó diciendo que no era grave. Para estar segura, Daniela se hizo exámenes y, en efecto, no había ningún desorden.
Viteri tampoco está en ningún tratamiento hormonal, al igual que el 89.4% de personas que respondieron la encuesta levantada por INDÓMITA.
En noviembre de 2021 Viteri iba a recibir una dosis de refuerzo, esta vez de AstraZeneca, y se preparó emocionalmente para posibles efectos relacionados al ciclo menstrual. Volvió a pasar: aunque su menstruación le había llegado pocos días atrás, se colocó la vacuna y 15 días después volvió a menstruar. «Sentí cólicos más fuertes y más malestar en general. Y otros 15 días después, volvió a llegar».
Viteri tiene claro que vacunarse es necesario y que es una medida para controlar la pandemia por covid-19. «No vacunarme nunca fue una opción», dice, pero reconoce que le hubiera gustado saber con anticipación que podía haber alteraciones menstruales porque se hubiera «ahorrado un susto». Incluso considera que es fundamental para tomar decisiones informadas sobre la salud.
No sucede solo en Ecuador. Hasta el 2 de septiembre de 2021, la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios de Reino Unido recogió más de 30.000 reportes de mujeres que presentaron modificaciones en su ciclo menstrual tras la vacuna. En España, la sexóloga Laura Cámara arrancó en junio de ese mismo año una encuesta para levantar datos sobre este tema y hasta el 18 de julio, 6.700 la habían contestado y más de la mitad dijo haber notado algún tipo de efecto en el ciclo menstrual.
Y más cerca de Ecuador: en Perú, Justicia Verde, una organización que trabaja en el acompañamiento legal del aborto, levantó información al respecto a través de una encuesta contestada por 980 personas entre septiembre de 2021 y enero de 2022. Diana Chávez, directora ejecutiva de esa organización, dice que decidieron empezar la investigación porque notaron entre ellas algunas anomalías en sus ciclos tras aplicarse la vacuna. Ella, por ejemplo, tuvo hemorragias durante su menstruación que la llevaron a emergencias de un hospital.
«Nos dimos cuenta de que no era aislado, sino una experiencia altamente extendida y que no había datos. La fuente principal de las mujeres era Twitter». Así, decidieron recoger la información de forma ordenada para que se pudiera convertir en evidencia.
En la encuesta de Justicia Verde el síntoma más común fue el de dolor en la menstruación, correspondiente al 36% de los casos, un dato bastante similar al de la encuesta de INDÓMITA.
Ese dolor inusual fue uno de los efectos que sintió Ana Daniela Mancero. Ella recibió la vacuna Janssen, de Johnson & Johnson, en mayo de 2021 en un viaje a Estados Unidos, ya que esa marca no está disponible en Ecuador. Cuando le pusieron la inyección estaba próxima a menstruar, sin embargo, no tuvo más que un manchado. Su regla no apareció hasta dos meses después y cuando lo hizo, tuvo dolores muy fuertes. «Siempre he sentido cólicos moderados y no suelo medicarme, pero esta vez me tumbaron. Nunca había experimentado nada así en mi vida».
Mancero coincide con Viteri y piensa que de haber contado con esta información con antelación, igual se habría vacunado. Reconoce que esto es clave para enfrentar el avance de la pandemia en el mundo y, sobre todo, las muertes de las poblaciones más vulnerables. Pero se siente sorprendida y enojada de que la ciencia no haya advertido estos posibles efectos secundarios.
En su caso, pensó que podía tratarse de las pastillas anticonceptivas que utiliza. Acudió a una cita médica con su ginecólogo pero ninguno de los dos lo asoció a la vacunación, incluso le enviaron exámenes médicos para descartar alteraciones como el síndrome de ovarios poliquísticos, pero todo estaba bien. «Si hubiera sabido, me hubiera evitado un susto, estuve muy preocupada», dice Mancero, quien finalmente llegó a la conclusión de que el dolor estaba relacionado con la vacuna tras leer testimonios similares en redes sociales.
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La encuesta realizada por INDÓMITA arrojó que solo el 14.4% de quienes presentaron síntomas asociados a la menstruación después de la vacuna acudió a un médico, como lo hizo Ana Daniela Mancero. Y solo algunas de ellas recibieron explicaciones por parte de los profesionales de la salud, como las que recibió Daniela Viteri. Por ejemplo, una de ellas contó: «la doctora me señaló que estos síntomas aparentemente son consecuencia de las vacunas o de la infección por covid-19, ya que luego de enviar un montón de exámenes, todo en mi cuerpo estaba bien». En algunos casos, les comentaron que no eran las primeras pacientes en mostrar alteraciones. «Me ayudó, me dijo que por la vacuna hay muchos casos así y que no se están registrando en el Ministerio de Salud», narró otra encuestada.
Pero otras no tuvieron la misma suerte, se encontraron con reacciones irónicas como la que contó una de ellas: «No me ayudó, ¡dijo que era mejor que morirse de covid!».
Otras de las mujeres que acudieron a una cita médica describieron, de forma anónima, desde distintas partes del país, estas experiencias:
Para Cristina Rosero, del Centro de Derechos Reproductivos (CDR), este tipo de respuestas se relacionan con estereotipos machistas insertos en la práctica médica. «Como consecuencia, se desestima el testimonio de las mujeres porque se considera que pueden estar exagerando los síntomas o se nos ve como muy emocionales y no se toman en cuenta nuestros pedidos o preocupaciones».
Lo que señala Rosero no es aislado. Sucede con enfermedades como la endometriosis, que afecta a una de cada 10 mujeres en el mundo, pero cuyo diagnóstico suele llegar muy tarde. De acuerdo con un reporte de Mujeres con Ciencia, quienes viven con esa afección «sufren durante años los resultados de la creencia errónea y popular de que el dolor menstrual crónico es normal. Además el sistema médico obvia y desestima en muchos casos, síntomas que podrían responder a la endometriosis y la adenomiosis».
Algo similar es lo que pasaron las mujeres que llegaron a una cita médica con síntomas relacionados con su menstruación y que fueron pasados por alto. En muchos casos, lo que sirvió fue compartir sus experiencias y validarlas a través de las vivencias de otras mujeres. Para Diana Chávez, de Justicia Verde, es la forma en la que «siempre nos damos cuenta las mujeres de los problemas públicos: conversando entre nosotras».
Hoy ya existe evidencia que relaciona a las vacunas con las alteraciones en el ciclo menstrual. Un estudio elaborado por el Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregon (Estados Unidos) —publicado el 5 de enero de 2022— concluyó que la vacunación contra el covid-19 está asociada con ligeros cambios en el ciclo menstrual. La investigación, que incluyó a 3,959 personas (2,403 personas inoculadas y 1,556 no inoculadas) asegura que las mujeres que recibieron la vacuna mostraron ciclos menstruales levemente más largos que las no inoculadas.
Este análisis es uno de los primeros que respaldan las experiencias de las mujeres en todas partes del mundo, dijo Hugh Taylor, director del departamento de Obstetricia, Ginecología y Ciencias de la Reproducción de la Escuela de Medicina de Yale a The New York Times. «Valida que hay algo real».
Sin embargo, a pesar de que existen pruebas que muestran una relación entre las vacunas y cambios en el ciclo menstrual, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no incluye aún en su listado de efectos secundarios de la vacuna contra el covid-19 aquellos que tienen que ver con la salud menstrual de las mujeres y personas menstruantes.
Tampoco lo hace el Ministerio de Salud Pública (MSP) de Ecuador. INDÓMITA solicitó una entrevista con un vocero del MSP, sin embargo, hasta el cierre de este reportaje solo hubo una respuesta vía telefónica de una funcionaria del área de comunicación: «desde el área técnica nos dijeron que no hay efectos adversos que tengan relación con el ciclo menstrual».
Un efecto adverso es un problema inesperado de carácter médico que aparece durante una terapia o tratamiento con otro medicamento. Estos pueden ser leves, moderados o graves. Así, bajo ese concepto, la declaración del MSP desconoce una realidad presente en Ecuador y en muchos otros países del mundo. De la misma forma, el Ministerio de Salud peruano no tiene estadísticas sobre este tema. Por eso, Justicia Verde planea entregar un documento con los datos recopilados en su investigación a las autoridades de salud de ese país.
La raíz del problema está en que los estudios clínicos de las actuales vacunas contra el covid-19 no incluyeron indagaciones ni resultados asociados al ciclo menstrual. Un estudio publicado en la revista Nature Communications analizó 4,420 estudios clínicos publicados entre el 1 de enero de 2020 y el 26 de enero de 2021 en Clinical Trials —la base de datos sobre ensayos clínicos realizados en todo el mundo— y encontró que solo el 5.4% planearon muestras representativas por sexo/género; y solo el 4% informaron explícitamente un plan para incluir el sexo/género como una variable analítica.
Se podría pensar que eso responde a la rapidez con la que se desarrollaron para mitigar una pandemia global. Sin embargo, tiene que ver con una deuda histórica de la ciencia con las mujeres y las diversidades sexogenéricas.
Patricia Castillo-Briceño, PhD en biomedicina y cofundadora de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (Remci), explica que se debe a que la ciencia empezó como «un sistema de hombres para hombres y principalmente de hombres europeos y ricos». En el área de salud, por años los investigadores han sido hombres, pero también lo han sido sus sujetos de estudio. «Eso es un fallo en el diseño experimental», afirma.
Se debe, principalmente, a que biológicamente estudiar el sexo femenino suele agregar una capa de complejidad a las investigaciones. «Un ciclo biológico reproductivo resulta una variable difícil de controlar», dice Castillo-Briceño en referencia al ciclo menstrual y cómo ha quedado excluido de esta y un sinnúmero de indagaciones científicas a lo largo de la historia. Pero considera que es momento de que eso cambie porque es necesario tener datos, y lo que está pasando ahora con las vacunas lo demuestra.
Cristina Rosero dice que el CDR ve con preocupación que este tema tomó por sorpresa a la comunidad científica y a la sociedad «porque nunca se pensó en la investigación de los efectos que podrían afectar particularmente a las mujeres y personas que menstrúan». Coincide con Castillo-Briceño y asegura que la falta de investigación inicial sobre el tema tiene relación con un sesgo en la investigación científica, que incluye la salud reproductiva en su amplitud. «Hay una tendencia a asumir que la neutralidad está dada por lo que se entiende por cuerpo masculino, y una falta de preocupación por las necesidades particulares de los cuerpos feminizados».
El sesgo de género en la investigación científica se manifiesta en muchos otros temas. Por ejemplo, el CDR ha trabajado en la visibilización de los efectos del uso del glifosato —un herbicida de amplio espectro— en el contexto de conflicto armado en Colombia y sus secuelas en la salud sexual y reproductiva, un tema por décadas ignorado por la sociedad y el estado colombiano. Este agroquímico causa alteraciones —como en el caso de las vacunas— en los ciclos menstruales, pero también tiene consecuencias más graves, como abortos involuntarios.
De la misma forma, el CDR está levantando información sobre los efectos de los gases lacrimógenos en los ciclos menstruales. El Centro recibió varios reportes, durante las protestas colombianas de 2019, de mujeres que presentaron afectaciones en su menstruación tras estar expuestas a estos químicos. De hecho, un estudio realizado en Oregon en 2021 y difundido por la publicación científica BMC Public Health, recoge que cientos de personas menstruantes sufrieron alteraciones en sus ciclos luego de recibir gases lacrimógenos en Portland en las manifestaciones de 2020. Algo que la ciencia tuvo que investigar, como en la vacunación contra el covid-19, para validar la palabra de las mujeres.
En el caso de las vacunas, el sesgo que señala Rosero se evidenció también con la falta de información para mujeres embarazadas y en periodo de lactancia. Recién el 11 de junio de 2021 —seis meses después de que empezó la vacunación en el mundo— el Comité Asesor de Prácticas de Inmunización de la OMS, en decisión unánime, recomendó la vacunación a este grupo poblacional.
Y aunque el retraso en la decisión de vacunarlas pudo haberse debido a la necesidad de pruebas sobre su seguridad y eficacia, no hay evidencia de que esas pruebas se hayan llevado a cabo. Esto, a pesar de que según el Lineamiento para la vacunación a mujeres embarazadas y en período de lactancia del MSP, «las mujeres gestantes con covid-19 tienen mayor riesgo de desarrollar una enfermedad grave en comparación con las no embarazadas». Uno de los pocos ensayos al respecto disponibles en Clinical Trials arrancó en diciembre de 2021, pero aún no tiene resultados; se esperan para abril de 2023.
Diana Chávez considera que esa falta de enfoque de género en las pruebas clínicas de las vacunas es un grave error. «Nos dijeron que incluir la variable sexo-género encarece la investigación médica y que a nadie le sirve», fue la respuesta de una persona de la comunidad científica peruana respecto a la interrogante de Justicia Verde sobre la falta de datos relacionados a la menstruación. «Pero nosotras somos el 50% de la población, a nosotras nos sirven».
Chávez aclara que ella y todas en la organización que dirige están a favor de la vacunación. «Pero creemos que es necesario que la investigación científica tenga enfoque de género y de interseccionalidad, que haya una representación real de la diversidad. Esperamos que se aprenda de este error».
Esta carencia de enfoque de género en la ciencia ha mermado la cantidad y calidad de la información sobre muchas afecciones para las mujeres, biológicamente hablando. Para Castillo-Briceño uno de los casos más emblemáticos es la sintomatología que se presenta antes de un ataque de corazón. Una de las señales de alerta más conocidas, por ejemplo, es el dolor o sensación de presión en el lado izquierdo del pecho, pero nuevos estudios indican que eso aplica sobre todo a los hombres. En las mujeres los síntomas son distintos e incluyen principalmente dolores a nivel estomacal e incluso acidez. «Eso ha hecho que se maldiagnostiquen muchos casos y se pierda de atender a las mujeres en un preinfarto».
En el caso del covid prolongado —cuando los síntomas de la enfermedad se extienden en el largo plazo— ha afectado de manera desproporcionada a las mujeres, como lo asegura un artículo publicado en The New England Journal of Medicine, justamente por la forma en que el sistema médico tiende a desestimar los síntomas femeninos. En países como Estados Unidos esto es particularmente más grave para las mujeres de color, quienes han sido desacreditadas por los médicos y les han negado tests que muchas mujeres blancas sí recibieron. A situaciones como esta se refiere Chávez cuando habla además de interseccionalidad, una categoría de las ciencias sociales que busca analizar los componentes que confluyen en un mismo caso, multiplicando desventajas y discriminaciones.
Ese sesgo tiene también otras consecuencias. No solo influye a la hora de levantar los datos sino también de interpretarlos. «La ciencia es, básicamente, generarse preguntas y la historia de vida influye. Las preguntas que yo tengo como mujer, latina, de más de 40 años, son diferentes a las preguntas que pueda tener un hombre en Reino Unido, blanco, de 80 años», asegura Castillo-Briceño. Y todo eso incide en cómo se procesa, se percibe y se interpreta la información. Por eso la Remci busca no solo visibilizar, sino también promover el trabajo de las mujeres en la ciencia.
A nivel mundial, la médica Victoria Male, del Imperial College de Londres, es una de las científicas que más ha buscado evidenciar la falta de perspectiva de género en la investigación sobre vacunas, específicamente la relacionada con las alteraciones menstruales. Male escribió en el British Medical Journal que una de las lecciones más importantes es que «los efectos de las intervenciones médicas en la menstruación no deben ser una idea de último momento en futuras investigaciones».
De acuerdo con Male, los cambios menstruales han sido reportados tanto con las vacunas de ARN mensajero, como con las de vectores virales. Por ello, considera que los datos sugieren que, de existir una conexión, lo más probable es que se trate del resultado de una respuesta inmune a la vacunación, más que a un componente específico de la vacuna.
En la encuesta de INDÓMITA, consultamos a las mujeres, además de los síntomas experimentados, qué vacuna recibieron. Eso permitió concluir —en la fase de análisis— que todas las vacunas tuvieron algún tipo de efecto adverso en el ciclo menstrual, pero que hay algunos que más se repiten según la marca. Por ejemplo, con la vacuna CoronaVac (de la farmacéutica Sinovac) el síntoma más frecuente es el adelanto de la menstruación, registrando el 40% con respecto al total de vacunas, un 30% para AstraZeneca y el 27% para Pfizer.
Pero las vacunas no son las únicas responsables de estos cambios. Una investigación publicada en la revista Reproductive BioMedicine Online en enero de 2021 apunta a que padecer covid-19 también tiene efectos en el ciclo menstrual. El estudio —que analizó a 177 pacientes— informó que el 2% reportó cambios en el volumen de la sangre menstrual y el 28% vio cambios en sus ciclos, entre ellos periodos más largos o sangrados más ligeros.
La encuesta desarrollada por INDÓMITA recogió que el 51% de las encuestadas se contagió de covid-19, es decir 248 personas. De ellas, el 34.96% notó cambios en el ciclo menstrual tras la infección.
Los principales síntomas que notaron fueron: retraso menstrual, adelanto de la menstruación, menstruación más abundante de la usual y/o más larga, cólicos menstruales mucho más dolorosos, flujo más abundante, con coágulos y por varios días más, cambios corporales y ciclos menstruales intermitentes. También hubo quienes indicaron haber experimentado depresión. Estos datos sugieren que no basta con que haya más investigación científica respecto a la relación entre las vacunas y cambios menstruales, también es necesario que se investiguen los efectos y las consecuencias del covid-19 en la menstruación.
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Paola* monitorea su ciclo con una aplicación móvil desde hace cinco años, pero después de la vacuna su ciclo se alteró y quedó embarazada. Era un embarazo no deseado que podía poner en riesgo sus sueños y planes de vida, así que decidió abortar en Ecuador, un país en el que está penalizado.
Ella tiene pareja estable, pero no buscan ser padres por ahora. Además, tiene una condición de salud por la que su doctora de cabecera le prohibió tomar anticonceptivos desde hace tres años. Como es regular, le resultaba sencillo prevenir embarazos registrando los días de menstruación, para saber en qué días es fértil y qué días son seguros. Los días de riesgo, Paola* utiliza un método de barrera (condón).
Ese sistema había sido infalible en estos tres años, pero no contaba con que la vacuna trastornara su ciclo de tal forma que se desajustaran sus cálculos. Un mes después de que recibió la vacuna, su menstruación no llegaba, así que decidió hacerse una prueba de embarazo de orina. Su temor se confirmó: tenía tres semanas de gestación.
Mientras miles de mujeres en el mundo intercambian experiencias sobre cómo la vacuna afectó sus ciclos menstruales, en América Latina se discute el acceso al aborto libre y legal. En Argentina, el aborto fue despenalizado en diciembre de 2020. En México, la Suprema Corte hizo lo mismo en septiembre de 2021. Y este 2022, la Corte Constitucional de Colombia lo despenalizó hasta la semana 24.
Aunque parezcan temáticas aisladas, la falta de información sobre los efectos secundarios de las vacunas contra el covid-19 en los ciclos menstruales y las restricciones del acceso al aborto en muchos países están relacionadas. Ambas tienen que ver con la salud sexual y reproductiva de las mujeres, y con que puedan contar con la información necesaria para tomar decisiones sobre sus cuerpos.
Paola* tuvo que acceder a un aborto con pastillas. En Ecuador, el aborto solo está permitido en dos causales: cuando la vida o la salud de la mujer está en riesgo y si el embarazo es producto de una violación. Hasta abril de 2021, esta última solo era aplicable a mujeres con discapacidad mental, pero la Corte Constitucional encontró que era discriminatorio y lo amplió a todas las sobrevivientes de violación.
Para Cristina Rosero, del Centro de Derechos Reproductivos, estas dos problemáticas están ligadas desde la salud y la autonomía reproductiva. «Hay discriminaciones históricas que hacen que las mujeres enfrentemos mayores injerencias indebidas», opina. «Es una autonomía más reglada que en el caso de los hombres y la penalización del aborto lo evidencia». También lo es la falta de priorización en la investigación científica —dice Rosero— «porque implica una falta de respeto por la autonomía reproductiva de las mujeres».
Paola* considera que su aborto fue seguro y acompañado a pesar de haber sido clandestino, pero reconoce que responde a su contexto y clase socioecómica. «Me pregunto qué pasaría si una mujer sin acceso a internet o de una población rural o que solo habla kichwa pasara por lo mismo. Probablemente hubiera terminado en un embarazo forzado o arriesgando su vida en la clandestinidad».
Al igual que Daniela Viteri, Paola* habla de la importancia de vacunarse para «salvar vidas», pero cree que es fundamental estudiar y comunicar los efectos secundarios sobre los cuerpos de mujeres y personas menstruantes. «¿Qué pasa si por salvar las vidas de otros ponemos en riesgo nuestra salud o nuestra propia vida?», se pregunta. Agrega que si hubiera sabido de estos efectos con anticipación se habría vacunado igual, pero hubiera tomado precauciones para evitar el embarazo no deseado.
La encuesta de INDÓMITA indagó sobre los métodos anticonceptivos que utilizan las personas encuestadas. El 42.9% respondió que no utiliza ninguno y el 12.9% que controla su ciclo menstrual para prevenir un embarazo. Juntos, esos porcentajes hablan de un 55.8% de personas que dependen de su ciclo en caso de querer o no embarazarse, al igual que Paola*.
La investigación de Justicia Verde encontró cifras parecidas: más del 60% de las personas que contestaron la encuesta no utiliza ningún método anticonceptivo. «En un país con un acceso tan limitado a métodos anticonceptivos, que haya tantas mujeres que dependen del control de su ciclo menstrual para no embarazarse puede tener un efecto profundo en el proyecto de vida«, dice Diana Chávez.
Esa situación se vio acentuada globalmente por la pandemia. Un reporte del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), emitido en marzo de 2021, informó que 12 millones de mujeres de 115 países del mundo perdieron el acceso a métodos anticonceptivos debido a las interrupciones en los servicios causadas por el covid-19. Eso tuvo como consecuencia 1.4 millones de embarazos no planificados.
«Entonces es grave que no haya una advertencia sobre el hecho de que la vacuna va alterar el ciclo menstrual, sobre todo cuando de este depende que una persona vaya o no a salir embarazada», concluye Chávez.
En la encuesta realizada por INDÓMITA se preguntó, además, sobre la gestación en los últimos 12 meses. De las 480 personas que respondieron, seis contestaron que interrumpieron un embarazo. En cambio, 20 encuestadas afirmaron haber gestado (a término o no). Esto no significa necesariamente que hayan tenido embarazos o abortos como consecuencia de la vacunación, pero sí genera una alerta sobre los posibles escenarios que pueden traer consigo las alteraciones menstruales.
Cristina Rosero, del CDR, amplía el concepto de autonomía reproductiva para ahondar en la importancia de contar con datos sobre este tema. La autonomía reproductiva —explica— se compone de tres elementos: la información completa, veraz y basada en evidencia científica, la capacidad de tomar decisiones, y el acceso a los servicios para ejecutar esas decisiones. «La esfera de información puede parecer no tan importante, pero es la puerta de entrada a las otras dos. Si una no tiene la información completa y disponible, probablemente tome decisiones diferentes», sostiene. Considera que el aborto legal es un ejemplo claro: «cuando una mujer no sabe que se encuentra dentro de las causales protegidas por el aborto podría buscar hacerlo en condiciones inseguras porque no contaba con la información suficiente para reclamar los servicios dentro del sistema de salud».
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Como recoge la encuesta llevada a cabo por INDÓMITA, que coincide con los datos de Justicia Verde y con algunos de los estudios consultados, la mayoría de mujeres y personas menstruantes no ha tenido afectaciones graves tras la vacunación. Pero sí existen casos puntuales en los que estos efectos adversos provocaron cambios importantes en la salud menstrual y por lo tanto, en la salud sexual y reproductiva. Si bien se trata solo de una muestra y no es posible conocer en realidad cuántas mujeres en Ecuador y en América Latina han presentado estos efectos adversos, es suficiente para evidenciar que el tema debe ser investigado a profundidad. Para Diana Chávez, de Justicia Verde, se trata ya no de sesgos inconscientes, sino de «omisiones deliberadas que nos generan situaciones de angustia».
Según los datos de nuestra encuesta, el 44% aseguró que presentó síntomas igual de intensos en la segunda dosis y el 32%, más intensos.
Además, al cruzar distintos datos de la encuesta fue posible observar que la mayoría de las mujeres que no usan un método hormonal vieron una suspensión de su regla, y que la mayoría de las mujeres que sí usan un método hormonal tuvieron coágulos en su menstruación.
Otro dato que llama la atención es que al ser consultadas sobre la frecuencia de los síntomas, de quienes indicaron haber experimentado cambios, el 46.74% señalaron que se presentan cada vez que menstrúan después de haber sido vacunadas. Solo el 7.29 % señaló que los síntomas se presentaron únicamente entre uno y dos días posteriores a la vacuna para luego desaparecer.
Este número da cuenta de que quizás los cambios podrían no ser tan temporales como apuntan algunos estudios. Sin embargo, no es posible contar con explicaciones que esclarezcan estos hallazgos mientras no exista más investigación focalizada.
Así, los datos recabados en esta investigación muestran no solo la urgencia de generar evidencia científica para comprender de mejor forma los impactos en los cuerpos de las personas menstruantes, sino también la necesidad de políticas públicas de salud que prioricen a los cuerpos feminizados.
Una de las preocupaciones de Chávez es que ahora la vacunación se extendió a grupos etarios más jóvenes y las adolescentes están accediendo a las vacunas, por lo que es imprescindible que reciban información sobre estos posibles efectos. En este rango de edad, muchas de ellas están empezando a menstruar y es clave que desde la ciencia se les indique que ese cambio corporal que están por experimentar —que ya de por sí puede ser incómodo o estresante para muchas— posiblemente lo sea aún más tras la vacunación.
Esto está relacionado, además, con la Educación Sexual Integral, que incluye —entre otras cosas— educación menstrual, y que es uno de los pendientes del estado ecuatoriano en las mallas curriculares de escuelas y colegios, según lo determinó el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Paola Guzmán. Y tiene que ver, nuevamente, con dotar a las mujeres y otras personas menstruantes —en este caso las más jóvenes— de información completa y basada en evidencia para tomar decisiones sobre sus cuerpos.
Otro de los factores que no ha sido tomado en cuenta en los estudios existentes es el factor emocional y de salud mental que pueden tener el covid-19, la vacunación o incluso los efectos secundarios relacionados a esta. Y eso también debe ser visto desde el enfoque de género y de la interseccionalidad, y atendido desde la salud pública. Pero sin datos es imposible crear soluciones.
Los efectos en la menstruación durante la pandemia exigen atención y, sin embargo, el MSP de Ecuador —uno de los países del mundo más afectados por la pandemia de covid-19— no cuenta con ningún registro puntual ni investigación ni ensayo clínico al respecto. Tampoco hay señales de que las autoridades de salud estén abiertas a realizarlas, como lo muestra la nula interacción que tuvo para este trabajo periodístico.
Para Patricia Castillo-Briceño, de la Remci, las autoridades deben prestar atención a temas como este para generar cambios a nivel científico. Ella considera que una estrategia podría ser crear un giro de paradigma en la estandarización: «¿qué tal si nuestro estándar ya no es un hombre blanco sino una mujer racializada?». Pero también considera primordial que se empiece a pensar cómo afinar los protocolos con la información que existe, algo que en Ecuador no se está haciendo.
A pesar de esto, todas las consultadas en este reportaje coinciden en que la vacunación es indispensable. Pero también concuerdan en que la ciencia nos debe información sobre este tema —y muchos otros— a las mujeres y personas menstruantes. Una vez más, la pandemia expuso una realidad social: que en pleno siglo XXI, los cuerpos de la mitad de la población del mundo siguen siendo dejados de lado cuando se trata de temas relevantes, incluso cuando somos a quienes más impactan las consecuencias.
Investigación, reportería y redacción: Thalíe Ponce
Edición y mentoría: Aleida Rueda
Análisis de datos: Lisette Zambrano y Margarita Yépez
Collage y dirección de arte: Rebecca Isabel Ponce
Fotografías: Jéssica Zambrano Alvarado
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF).
*El nombre y algunos datos del testimonio fueron cambiados para proteger la identidad de la fuente.