Educación Sexual Integral, la deuda de Ecuador con niños, niñas y adolescentes

La educación sexual integral (ESI) es una de las deudas pendientes del Estado ecuatoriano, en cumplimiento con la sentencia del caso Paola Guzmán. Este tema, que por muchos años ha sido un tabú, es una herramienta fundamental para garantizar una vida plena y libre de violencia para niños, niñas y adolescentes.

VALESKA CHIRIBOGA

La primera vez que escuché el término educación sexual integral (ESI) tenía alrededor de 18 años, cuando empecé mis pasantías universitarias en una ONG de derechos humanos en Guayaquil. 

Antes de eso, mi relación con la ESI fue nula. Estudiar en un colegio católico de mujeres estaba lleno de prejuicios y prohibiciones. La educación estaba basada en la abstinencia y el pecado.

Han pasado casi seis años desde ese día y, el viernes 18 de marzo de 2022, tuve la oportunidad de ser parte de un grupo de jóvenes, niñas, adolescentes que tuvimos la oportunidad de hablar sobre ese —aún— tabú, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). 

Ahí, Nohelia, Claudia, Maholi, Tamia, Catalina, Paulina,y yo participamos en una audiencia temática sobre la situación de la ESI en Ecuador. Ellas son parte de las organizaciones participantes de la audiencia, y desde sus propios espacios, cada una de ellas trabaja diariamente por nuestros derechos sexuales y reproductivos en el ámbito educativo. También nos acompañó Petita Albarracín, madre de Paola Guzmán Albarracín.

Las audiencias temáticas son espacios en los que las y los comisionados reciben a diferentes sectores y personas de la sociedad civil, para que brinden información, formulen una petición, den recomendaciones, entre otras cosas, sobre distintos temas relacionados al cumplimiento de los derechos humanos por parte de los Estados firmantes de la Convención Americana.

Esta audiencia fue histórica: ha sido una de las primeras a nivel regional ante la Comisión donde la participación de niñas, adolescentes y jóvenes fue la protagonista. Además, incluyó la participación de distintas organizaciones como CEPAM Guayaquil, el Centro de Derechos Reproductivos, el Movimiento Por Ser Niña, Plan International Ecuador, Planned Parenthood Global y Surkuna.

A lo largo de nuestras vidas nos han hecho creer que la educación sexual integral tiene que ver con forzar a niños y niñas a tener relaciones sexuales a temprana edad. Las ideas erróneas sobre nuestros derechos y lo que significa la salud sexual y reproductiva, siempre han estado vinculadas a prejuicios y tabúes, especialmente hacia nosotras las niñas y jóvenes.

Mi vida como estudiante secundaria estuvo atravesada por una educación religiosa que nunca nos permitió obtener la información o las herramientas adecuadas para conocer nuestros cuerpos y aprender a identificar y prevenir el abuso sexual. Ni hablar de educación sexual integral.

La audiencia ante la CIDH sobre la situación del acceso a la educación sexual y reproductiva de niñas, niños y adolescentes en Ecuador nos permitió alzar nuestra voz para exigir al Estado nuestro derecho a vidas libres de violencia, a tener un proyecto de vida, autonomía sobre nuestros cuerpos y, principalmente, a tener vidas plenas y felices.

A pesar de que han existido muchos avances en el reconocimiento de los derechos de lxs niñxs, adolescentes y jóvenes en Ecuador, la ESI aún no es garantizada de manera oportuna y sostenida para todxs. No es una materia obligatoria en las mallas curriculares de escuelas y colegios públicos y privados de Ecuador, aunque esto fue un dictamen de la Corte IDH en la sentencia del caso Paola Guzmán Albarracín, como una de las medidas de no repetición 

En el fallo se reconoce, por primera vez en el sistema interamericano de derechos humanos, que el derecho a una educación integral en sexualidad es parte fundamental del derecho a la educación. Y que esta debe ser impartida de manera obligatoria en las instituciones educativas a través del currículum escolar con “información adecuada, oportuna, y según el nivel de madurez de las niñas y niños, orientada a dotarles de herramientas para prevenir y denunciar situaciones de violencia sexual”.

En Ecuador las niñas, adolescentes y jóvenes aún se enfrentan a un contexto generalizado de violencia sexual en el ámbito educativo, donde su atención y prevención por parte del Estado ha estado marcada por la impunidad. De acuerdo con el informe Es una lucha constante: la violencia sexual en instituciones educativas y los esfuerzos de jóvenes sobrevivientes por obtener justicia en Ecuador de Human Rights Watch, entre 2014 y 2020 hubo 4,221 estudiantes víctimas de abuso sexual en el ámbito educativo.

Por otro lado, la situación del acceso a abortos seguros tampoco es un derecho garantizado para las sobrevivientes de violación. El reciente veto del presidente Lasso a la Ley de Aborto por Violación es un ejemplo de cómo nuestros derechos más esenciales son vulnerados bajo argumentos inconstitucionales y religiosos.

La ESI es una herramienta fundamental a la que todxs deberíamos acceder a lo largo de nuestras vidas para aprender contenidos, habilidades, valores y actitudes que nos permitan gozar de manera plena de nuestra salud, bienestar, dignidad, relaciones sociales y sexuales basadas en el consentimiento, así como de decisiones libres y voluntarias.

Si yo hubiera contado con las herramientas adecuadas sobre ESI en mi vida, habría podido identificar el abuso sexual que sufrí cuando tenía 12 años. Si Paola hubiera contado con la información correcta para denunciar el abuso sexual que vivió durante años de manera sistemática por parte del vicerrector de su colegio, ella quizás no se habría quitado la vida.

Una ESI basada en información científica, no discriminatoria y libre de prejuicios, disminuye además las probabilidades de que lxs jóvenes accedan a abortos inseguros, y por ende, se garantiza su derecho a la vida, a la autonomía corporal, y a interrumpir embarazos no deseados si así lo desean. De acuerdo con la organización regional IPAS, restringir la información de aborto seguro de la educación sexual no impide que sucedan abortos, al contrario, aumenta “las probabilidades de que las peresonas que tienen un embarazo no deseado recurran a un aborto inseguro”. Por eso es fundamental impartir una ESI de manera transversal en la educación. Incluso puede salvar vidas, porque nos ayuda a no enfrentar la clandestinidad en la que la muerte es un riesgo real.

Recuerdo las palabras de la comisionada Julissa Mantilla al final de nuestras intervenciones en la audiencia: dijo que nosotras somos las niñas y jóvenes que ellas fueron, y que nos sembraron miedo para que nos crezcan alas. 

Por eso creo que quienes luchamos y nos reconocemos como feministas estamos del lado correcto de la historia, para alcanzar vidas más dignas para todas, para decidir nuestro futuro y planear nuestros propios proyectos de vida, sin imposiciones ni vetos misóginos que buscan regular nuestros cuerpos y nuestras vidas. Tenemos derecho a decidir si queremos ser madres o no, a vivir libres de violencia y, sobre todo, tenemos derecho a ser felices.

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    VALESKA CHIRIBOGA

    La primera vez que escuché el término educación sexual integral (ESI) tenía alrededor de 18 años, cuando empecé mis pasantías universitarias en una ONG de derechos humanos en Guayaquil. 

    Antes de eso, mi relación con la ESI fue nula. Estudiar en un colegio católico de mujeres estaba lleno de prejuicios y prohibiciones. La educación estaba basada en la abstinencia y el pecado.

    Han pasado casi seis años desde ese día y, el viernes 18 de marzo de 2022, tuve la oportunidad de ser parte de un grupo de jóvenes, niñas, adolescentes que tuvimos la oportunidad de hablar sobre ese —aún— tabú, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). 

    Ahí, Nohelia, Claudia, Maholi, Tamia, Catalina, Paulina,y yo participamos en una audiencia temática sobre la situación de la ESI en Ecuador. Ellas son parte de las organizaciones participantes de la audiencia, y desde sus propios espacios, cada una de ellas trabaja diariamente por nuestros derechos sexuales y reproductivos en el ámbito educativo. También nos acompañó Petita Albarracín, madre de Paola Guzmán Albarracín.

    Las audiencias temáticas son espacios en los que las y los comisionados reciben a diferentes sectores y personas de la sociedad civil, para que brinden información, formulen una petición, den recomendaciones, entre otras cosas, sobre distintos temas relacionados al cumplimiento de los derechos humanos por parte de los Estados firmantes de la Convención Americana.

    Esta audiencia fue histórica: ha sido una de las primeras a nivel regional ante la Comisión donde la participación de niñas, adolescentes y jóvenes fue la protagonista. Además, incluyó la participación de distintas organizaciones como CEPAM Guayaquil, el Centro de Derechos Reproductivos, el Movimiento Por Ser Niña, Plan International Ecuador, Planned Parenthood Global y Surkuna.

    A lo largo de nuestras vidas nos han hecho creer que la educación sexual integral tiene que ver con forzar a niños y niñas a tener relaciones sexuales a temprana edad. Las ideas erróneas sobre nuestros derechos y lo que significa la salud sexual y reproductiva, siempre han estado vinculadas a prejuicios y tabúes, especialmente hacia nosotras las niñas y jóvenes.

    Mi vida como estudiante secundaria estuvo atravesada por una educación religiosa que nunca nos permitió obtener la información o las herramientas adecuadas para conocer nuestros cuerpos y aprender a identificar y prevenir el abuso sexual. Ni hablar de educación sexual integral.

    La audiencia ante la CIDH sobre la situación del acceso a la educación sexual y reproductiva de niñas, niños y adolescentes en Ecuador nos permitió alzar nuestra voz para exigir al Estado nuestro derecho a vidas libres de violencia, a tener un proyecto de vida, autonomía sobre nuestros cuerpos y, principalmente, a tener vidas plenas y felices.

    A pesar de que han existido muchos avances en el reconocimiento de los derechos de lxs niñxs, adolescentes y jóvenes en Ecuador, la ESI aún no es garantizada de manera oportuna y sostenida para todxs. No es una materia obligatoria en las mallas curriculares de escuelas y colegios públicos y privados de Ecuador, aunque esto fue un dictamen de la Corte IDH en la sentencia del caso Paola Guzmán Albarracín, como una de las medidas de no repetición 

    En el fallo se reconoce, por primera vez en el sistema interamericano de derechos humanos, que el derecho a una educación integral en sexualidad es parte fundamental del derecho a la educación. Y que esta debe ser impartida de manera obligatoria en las instituciones educativas a través del currículum escolar con “información adecuada, oportuna, y según el nivel de madurez de las niñas y niños, orientada a dotarles de herramientas para prevenir y denunciar situaciones de violencia sexual”.

    En Ecuador las niñas, adolescentes y jóvenes aún se enfrentan a un contexto generalizado de violencia sexual en el ámbito educativo, donde su atención y prevención por parte del Estado ha estado marcada por la impunidad. De acuerdo con el informe Es una lucha constante: la violencia sexual en instituciones educativas y los esfuerzos de jóvenes sobrevivientes por obtener justicia en Ecuador de Human Rights Watch, entre 2014 y 2020 hubo 4,221 estudiantes víctimas de abuso sexual en el ámbito educativo.

    Por otro lado, la situación del acceso a abortos seguros tampoco es un derecho garantizado para las sobrevivientes de violación. El reciente veto del presidente Lasso a la Ley de Aborto por Violación es un ejemplo de cómo nuestros derechos más esenciales son vulnerados bajo argumentos inconstitucionales y religiosos.

    La ESI es una herramienta fundamental a la que todxs deberíamos acceder a lo largo de nuestras vidas para aprender contenidos, habilidades, valores y actitudes que nos permitan gozar de manera plena de nuestra salud, bienestar, dignidad, relaciones sociales y sexuales basadas en el consentimiento, así como de decisiones libres y voluntarias.

    Si yo hubiera contado con las herramientas adecuadas sobre ESI en mi vida, habría podido identificar el abuso sexual que sufrí cuando tenía 12 años. Si Paola hubiera contado con la información correcta para denunciar el abuso sexual que vivió durante años de manera sistemática por parte del vicerrector de su colegio, ella quizás no se habría quitado la vida.

    Una ESI basada en información científica, no discriminatoria y libre de prejuicios, disminuye además las probabilidades de que lxs jóvenes accedan a abortos inseguros, y por ende, se garantiza su derecho a la vida, a la autonomía corporal, y a interrumpir embarazos no deseados si así lo desean. De acuerdo con la organización regional IPAS, restringir la información de aborto seguro de la educación sexual no impide que sucedan abortos, al contrario, aumenta “las probabilidades de que las peresonas que tienen un embarazo no deseado recurran a un aborto inseguro”. Por eso es fundamental impartir una ESI de manera transversal en la educación. Incluso puede salvar vidas, porque nos ayuda a no enfrentar la clandestinidad en la que la muerte es un riesgo real.

    Recuerdo las palabras de la comisionada Julissa Mantilla al final de nuestras intervenciones en la audiencia: dijo que nosotras somos las niñas y jóvenes que ellas fueron, y que nos sembraron miedo para que nos crezcan alas. 

    Por eso creo que quienes luchamos y nos reconocemos como feministas estamos del lado correcto de la historia, para alcanzar vidas más dignas para todas, para decidir nuestro futuro y planear nuestros propios proyectos de vida, sin imposiciones ni vetos misóginos que buscan regular nuestros cuerpos y nuestras vidas. Tenemos derecho a decidir si queremos ser madres o no, a vivir libres de violencia y, sobre todo, tenemos derecho a ser felices.

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