Menos «cierren las piernas» y más educación sexual

La escasa educación sexual ha afectado a mujeres, niñas y adolescentes, especialmente, en la manera en que viven su sexualidad, deja muchas preguntas abiertas y sentimientos de culpa constantes.

MARÍA SILVIA AGUIRRE

La primera vez que tuve ganas de tener relaciones sexuales me puse a llorar. Me puse a llorar porque me sentía culpable. Porque a pesar de lo que mi cuerpo me pedía, aparecían miles de pensamientos en mi cabeza, que al unísono me decían y si esto, y si lo otro, ¿estás segura?… ¿de verdad?

Decidí no hacerle caso a mi cuerpo, a mis ganas. Simplemente, no podía abrir las piernas.

«Cierren las piernas», era la frase más repetida en mi casa de tres hijas. ¡Maldita frase con la que crecí!, me lanzó la voz del coraje desde mi interior durante el llanto. No por seguir la regla que inundaba mi casa desde mi primera menstruación, sino porque se había apoderado tanto de mi mente que no me dejaba ser. 

Ninguna película, libro, amiga o fuente de información me había dicho que vivir la sexualidad requería tanto esfuerzo emocional como físico. Peor en casa. No culpo a mi mamá, ella también creció en ese ambiente conservador, incluso más que el mío. Y mi abuela, peor. Así, sucesivamente. 

La falta de educación sexual en casa y a nivel escolar, afectó la manera en que vivo mi sexualidad. 

Me gustaría ser la única a la que tanto le cuesta soltarse, pero lamentablemente vivimos rodeadas de pudor, de conservadurismo, de silencio, de ‘elefantes en la sala’, del miedo a meter la pata. A tener que repetir estos eufemismos porque nadie nos enseñó cómo nombrarlos sin sentir vergüenza y, peor, cómo evitarlos apropiadamente.  

La escasa educación sexual ha afectado a mujeres, niñas y adolescentes (me incluyo), especialmente, en la manera en que viven su sexualidad, deja muchas preguntas abiertas y sentimientos de culpa constantes. Esta escasez se siente en casa y en el sistema educativo. 

El contexto nos lo dice: estigma y tabúes alrededor de derechos reproductivos, rechazo al derecho del placer femenino, cantidades exorbitantes de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, abusos sexuales, desconocimiento ante el término de consentimiento. 

Soy una persona privilegiada, estudié en un colegio privado, mis papás me dieron todos los cuidados que necesitaba, nunca sentí que me faltó nada… pero, me hicieron creer que escuchar a los deseos de mi cuerpo era un pecado. Me criaron para tener miedo, no para cuidarme. No me queda otra palabra para describirme que ignorante. 

He tenido que aprender a escondidas, a diferencia de todo lo demás que aprendí en casa. 

Tengo un claro recuerdo de una protesta (porque reunión no fue) que los padres de familia hicieron en mi colegio cuando en el último año de primaria, nuestro libro de educación para la vida incluía una gráfica de cómo funcionaba el coito. Para cuando lo retiraron, ya toda la clase lo había visto. Para mí, ese pequeño acto solo nos decía: ¡eso está MAL! La mayoría de mis compañeres reaccionaron con burla porque nadie se daba cuenta lo que realmente nos hacían nuestros papás y mamás. El colegio no respondió. 

Y ha vuelto a pasar, ¿acaso no se acuerdan del reconocido a mis hijos los educo yo? 

En la actualidad, la mayoría de instituciones educativas siguen ignorando la salud reproductiva como un problema de salud pública.

La UNESCO es clara: una educación sexual integral es importante. Y con integral, se refiere a que los aspectos “cognitivos, emocionales, físicos y sociales” de la sexualidad sean incluidos. 

Según sus datos de 2018, solo dos de tres niñas en el mundo entienden lo que sucede en su cuerpo cuando menstrúan, y solo el 34% de jóvenes a nivel mundial pueden decir que comprenden las enfermedades de transmisión sexual. Por esto, la organización desarrolló un currículum que funcione como guía para las instituciones educativas de América Latina, donde se enseñe como vivir y disfrutar de la salud sexual con dignidad, y aprender que el respeto mutuo es parte del proceso.

Este currículum es vital, especialmente para los países en desarrollo que más sufren las consecuencias, y allí está Ecuador. El tercer país a nivel de la región con la tasa más alta de embarazo adolescente, de niñas entre 10 a 19 años. Y las amenazas van más allá:infecciones de transmisión sexual, VIH, abusos sexuales, entre otros. 

Sin embargo, el conservadurismo no ha dejado avanzar con este currículum, como lo confirma este artículo de Inter Press Service. Ni siquiera después del caso Paola Guzmán. 

En 2002, Paola Guzmán Albarracín se quitó la vida luego de ser abusada sexualmente por el vicerrector de su colegio. En 2006, el Centro de Derechos Reproductivos y el Cepam-Guayaquil presentaron el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Cepam-Guayaquil intervino ya que este no fue el único o primer caso de abuso sexual en instituciones públicas. Luego se conocieron más casos de estudiantes e incluso de una profesora del mismo colegio que pasaron por las manos del agresor. Y allí estaba la mamá de Paola, Petita Albarracín, sufriendo las consecuencias de un sistema corrupto y buscando justicia incansablemente.  

Se esperaba que este caso comience la implementación de educación sexual en los salones de clases y establezca estándares de consentimiento y de prevención

El caso de Paola fue el primero de abuso sexual en el ámbito educativo en llegar a la Corte IDH. 

El 14 de agosto de 2020, la Corte IDH dictó sentencia en contra del Estado ecuatoriano y lo declaró responsable de violación de los derechos humanos, protección y dignidad de Paola, y lo condenó por la falta de prevención de actos de violencia.

Sin embargo, más de un año después, Ecuador aún no cumple con todo lo dictado por la Corte. En agosto de 2021, CEPAM-Guayaquil urgía al Estado acelerar el cumplimiento de la sentencia.

Son miles los niñas, niños y adolescentes que van a salir beneficiades de las políticas que eviten violencia sexual en el ámbito educativo. 

El caso Paola Guzmán sacó a la luz la falta de consentimiento, prevención y violencia sexual que amenaza a las mujeres de nuestro país. Convirtió al 14 de agosto al Día oficial de lucha contra la violencia sexual en las aulas, ya que fue parte de una de las reparaciones. 

¿Por qué menciono este caso? Porque fue, es y será un despertar que saca a la luz un problema inmenso, y una parte de la solución es tener mayor acceso a una educación sexual digna y completa, en casa y en las instituciones educativas. Esto es más grande que este texto, que mi experiencia, que mi llanto. 

No puedo estar más de acuerdo con lo que Lisette Arévalo escribió para GK sobre la educación sexual, resaltando que esta “nos enseña lo que es el consentimiento, a decidir cuándo y con quién comenzar nuestra vida sexual, cuándo no está bien que nos toquen, a prevenir enfermedades, a protegernos de la violencia, a disfrutar nuestros cuerpos”. Y por supuesto, a protegernos de la violencia sexual. 

La educación sexual empieza en casa. Madres, ¡escúchenos, hablen, respondan! Enseñen que está bien tener sexo, que está bien abstenerse, que está bien querer ir al ginecólogo, que está bien si digo en alto que no me gusta cómo alguien me toca o que me encanta cómo lo hacen. 

Educadoras, hablen. Hermanas, intervengan. Amigas, júntense. Que no se trate de no abrir las piernas, sino de cuándo, cómo y por qué. La educación sexual es urgente y debe fomentarse, de forma consistente, a lo largo de nuestras vidas. 

Es un derecho. Un de-re-cho. Y ya no quiero llorar más.

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    Decidí no hacerle caso a mi cuerpo, a mis ganas. Simplemente, no podía abrir las piernas.

    «Cierren las piernas», era la frase más repetida en mi casa de tres hijas. ¡Maldita frase con la que crecí!, me lanzó la voz del coraje desde mi interior durante el llanto. No por seguir la regla que inundaba mi casa desde mi primera menstruación, sino porque se había apoderado tanto de mi mente que no me dejaba ser. 

    Ninguna película, libro, amiga o fuente de información me había dicho que vivir la sexualidad requería tanto esfuerzo emocional como físico. Peor en casa. No culpo a mi mamá, ella también creció en ese ambiente conservador, incluso más que el mío. Y mi abuela, peor. Así, sucesivamente. 

    La falta de educación sexual en casa y a nivel escolar, afectó la manera en que vivo mi sexualidad. 

    Me gustaría ser la única a la que tanto le cuesta soltarse, pero lamentablemente vivimos rodeadas de pudor, de conservadurismo, de silencio, de ‘elefantes en la sala’, del miedo a meter la pata. A tener que repetir estos eufemismos porque nadie nos enseñó cómo nombrarlos sin sentir vergüenza y, peor, cómo evitarlos apropiadamente.  

    La escasa educación sexual ha afectado a mujeres, niñas y adolescentes (me incluyo), especialmente, en la manera en que viven su sexualidad, deja muchas preguntas abiertas y sentimientos de culpa constantes. Esta escasez se siente en casa y en el sistema educativo. 

    El contexto nos lo dice: estigma y tabúes alrededor de derechos reproductivos, rechazo al derecho del placer femenino, cantidades exorbitantes de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, abusos sexuales, desconocimiento ante el término de consentimiento. 

    Soy una persona privilegiada, estudié en un colegio privado, mis papás me dieron todos los cuidados que necesitaba, nunca sentí que me faltó nada… pero, me hicieron creer que escuchar a los deseos de mi cuerpo era un pecado. Me criaron para tener miedo, no para cuidarme. No me queda otra palabra para describirme que ignorante. 

    He tenido que aprender a escondidas, a diferencia de todo lo demás que aprendí en casa. 

    Tengo un claro recuerdo de una protesta (porque reunión no fue) que los padres de familia hicieron en mi colegio cuando en el último año de primaria, nuestro libro de educación para la vida incluía una gráfica de cómo funcionaba el coito. Para cuando lo retiraron, ya toda la clase lo había visto. Para mí, ese pequeño acto solo nos decía: ¡eso está MAL! La mayoría de mis compañeres reaccionaron con burla porque nadie se daba cuenta lo que realmente nos hacían nuestros papás y mamás. El colegio no respondió. 

    Y ha vuelto a pasar, ¿acaso no se acuerdan del reconocido a mis hijos los educo yo? 

    En la actualidad, la mayoría de instituciones educativas siguen ignorando la salud reproductiva como un problema de salud pública.

    La UNESCO es clara: una educación sexual integral es importante. Y con integral, se refiere a que los aspectos “cognitivos, emocionales, físicos y sociales” de la sexualidad sean incluidos. 

    Según sus datos de 2018, solo dos de tres niñas en el mundo entienden lo que sucede en su cuerpo cuando menstrúan, y solo el 34% de jóvenes a nivel mundial pueden decir que comprenden las enfermedades de transmisión sexual. Por esto, la organización desarrolló un currículum que funcione como guía para las instituciones educativas de América Latina, donde se enseñe como vivir y disfrutar de la salud sexual con dignidad, y aprender que el respeto mutuo es parte del proceso.

    Este currículum es vital, especialmente para los países en desarrollo que más sufren las consecuencias, y allí está Ecuador. El tercer país a nivel de la región con la tasa más alta de embarazo adolescente, de niñas entre 10 a 19 años. Y las amenazas van más allá:infecciones de transmisión sexual, VIH, abusos sexuales, entre otros. 

    Sin embargo, el conservadurismo no ha dejado avanzar con este currículum, como lo confirma este artículo de Inter Press Service. Ni siquiera después del caso Paola Guzmán. 

    En 2002, Paola Guzmán Albarracín se quitó la vida luego de ser abusada sexualmente por el vicerrector de su colegio. En 2006, el Centro de Derechos Reproductivos y el Cepam-Guayaquil presentaron el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

    Cepam-Guayaquil intervino ya que este no fue el único o primer caso de abuso sexual en instituciones públicas. Luego se conocieron más casos de estudiantes e incluso de una profesora del mismo colegio que pasaron por las manos del agresor. Y allí estaba la mamá de Paola, Petita Albarracín, sufriendo las consecuencias de un sistema corrupto y buscando justicia incansablemente.  

    Se esperaba que este caso comience la implementación de educación sexual en los salones de clases y establezca estándares de consentimiento y de prevención

    El caso de Paola fue el primero de abuso sexual en el ámbito educativo en llegar a la Corte IDH. 

    El 14 de agosto de 2020, la Corte IDH dictó sentencia en contra del Estado ecuatoriano y lo declaró responsable de violación de los derechos humanos, protección y dignidad de Paola, y lo condenó por la falta de prevención de actos de violencia.

    Sin embargo, más de un año después, Ecuador aún no cumple con todo lo dictado por la Corte. En agosto de 2021, CEPAM-Guayaquil urgía al Estado acelerar el cumplimiento de la sentencia.

    Son miles los niñas, niños y adolescentes que van a salir beneficiades de las políticas que eviten violencia sexual en el ámbito educativo. 

    El caso Paola Guzmán sacó a la luz la falta de consentimiento, prevención y violencia sexual que amenaza a las mujeres de nuestro país. Convirtió al 14 de agosto al Día oficial de lucha contra la violencia sexual en las aulas, ya que fue parte de una de las reparaciones. 

    ¿Por qué menciono este caso? Porque fue, es y será un despertar que saca a la luz un problema inmenso, y una parte de la solución es tener mayor acceso a una educación sexual digna y completa, en casa y en las instituciones educativas. Esto es más grande que este texto, que mi experiencia, que mi llanto. 

    No puedo estar más de acuerdo con lo que Lisette Arévalo escribió para GK sobre la educación sexual, resaltando que esta “nos enseña lo que es el consentimiento, a decidir cuándo y con quién comenzar nuestra vida sexual, cuándo no está bien que nos toquen, a prevenir enfermedades, a protegernos de la violencia, a disfrutar nuestros cuerpos”. Y por supuesto, a protegernos de la violencia sexual. 

    La educación sexual empieza en casa. Madres, ¡escúchenos, hablen, respondan! Enseñen que está bien tener sexo, que está bien abstenerse, que está bien querer ir al ginecólogo, que está bien si digo en alto que no me gusta cómo alguien me toca o que me encanta cómo lo hacen. 

    Educadoras, hablen. Hermanas, intervengan. Amigas, júntense. Que no se trate de no abrir las piernas, sino de cuándo, cómo y por qué. La educación sexual es urgente y debe fomentarse, de forma consistente, a lo largo de nuestras vidas. 

    Es un derecho. Un de-re-cho. Y ya no quiero llorar más.

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