«Para las mujeres no amar a los hombres es algo patológico. Para los hombres no amar a las mujeres es una actitud». — Virginie Despentes
Me gusta querer románticamente. Cuando me enamoro escribo mails, dejo notas en servilletas y envío vino y flores. Cuando el feminismo empieza a susurrarme que debo deconstruir el amor romántico para ser feliz, mi corazón, cabeza y activismo entran en conflicto. Siento, a veces, que si lo deconstruyo no voy a sentirme realmente amada. Siento todo esto a pesar de conocer la teoría feminista sobre el amor: una crítica a ese amor que nos enseña el patriarcado para explotarnos y manipularnos, el mismo amor que amenaza con no estar cuando les mencionamos a otros que somos feministas.
Nos han hecho pensar a las activistas que somos difíciles de amar, complejas y jodidas. Pero es que tenemos concepciones diferentes del amor. Estamos resignificando el amor, aunque esto también sea doloroso para nosotras que crecimos con una idea donde amar se trata sobre dominación, silencio y un juego rarísimo donde las mujeres somos presionadas para ‘no quedarnos solas’. Esta redefinición, para mí, es casi lógica: amar feministamente es amar dignamente.
“Nos han hecho pensar a las activistas que somos difíciles de amar, complejas y jodidas”, dice @Juzzpincay en su columna #AmarFeministamente. Lee el artículo completo aquí: https://t.co/SR79UgoEnS pic.twitter.com/53OHOVQNkz
— Indómita (@Indomita_Media) October 10, 2021
Cuando uno ama dignamente se desprende de ideas de perfección, existe responsabilidad emocional y hay respeto total hacia las libertades de la pareja. Amar feministamente suena chévere. La práctica, en realidad, sigue siendo bonita pero quizá un poco más compleja de adaptar porque desde niñas manejamos unas expectativas de terror sobre lo que debería ser una relación. Se nos mezcla el ‘ceder’ y el ‘aguantar’, vivimos en una contradicción total gracias a las presiones de la sociedad patriarcal que siempre busca que todo sea, de alguna forma muy sutil, nuestra culpa: ‘no te aman, porque no te amas’ (aunque sea la sociedad que nos presiona a vernos y ser perfectas), ‘di lo que piensas pero sonriendo porque así te ves más linda’, ‘exige pero no tanto’ ‘grita pero no tan alto’.
La gente que me conoce sabe que siempre digo, medio en broma, medio en serio: que «el amor de mi vida no está en este país» . En una conversación donde mencioné esta frase, alguien me dijo: sí, tu feminismo puede asustar al hombre guayaquileño. Lo dijo como un halago. Por días me pregunté qué podría asustar de exigir por escritos respeto a las mujeres. ¿Por qué alguien se asustaría de amar digna/feministamente?
Tuve algunas respuestas, en muchas usé malas palabras en mi cabeza, pero además pensé que el amor romántico también forma expectativas a ciertos hombres. El amor romántico del poder y dominación, del callarse lo que sienten para no verse débiles, en donde los admirados son ellos y casi nunca nosotras (lo normal que es saber que un hombre termina a una mujer porque ella gana más que él). Dice bell hooks que «el patriarcado nos ha hecho creer que el amor puede estar presente en una situación en donde un individuo domina al otro». Así que sí, el amor romántico también les afecta a los hombres, los reprime y obliga a tomar posiciones que no siempre son posibles.
Deberíamos también coquetear feministamente, y olvidarnos de los juegos mentales de quién desaparece más tiempo y quién responde más rápido. Pero es complejo. Nos encanta, extrañamente, seguir en eso. Por eso a la hora de amar pareciera que la dignidad se vuelve negociable, y empezamos a permitir las cosas que dicen las canciones de amor, donde sufrimos y hay reglas absurdas.
Mi feminismo no me blinda de malas parejas, ni de ser una mala pareja (creo que no lo he sido, si algún ex tiene una queja, tiene mi mail). Pero tengo un compromiso con el amor digno y feminista que me invita desapegarme de frases como ‘el amor todo lo soporta’ o ‘el amor duele’. Como la romántica que soy sí creo que sería más feliz si beso a ‘The One’ en Roma mientras suena alguna canción de Joe Barbieri, y como feminista que ama dignamente también sé que sería feliz si este hombre me ama de la misma forma: entendiendo que somos iguales y que no hay un ejercicio de poder.
Ps. Debo confesar que el feminismo no ha logrado que no disfrute con locura ciertos engreimientos propios de la caballerosidad creada por el patriarcado. Estoy trabajando en eso.