Paola Cabezas: «Antes de ser de izquierda, de ser progresista, de ser militante, soy una mujer negra»

Con esta entrevista arrancamos la serie Legislar desde el feminismo. En esta entrega, la asambleísta Paola Cabezas, de la bancada UNES, cuenta cómo llegó al feminismo y por qué lo considera fundamental para proponer leyes que permitan la reconstrucción de un Estado que actualmente considera patriarcal, racista y machista.

JÉSSICA ZAMBRANO ALVARADO

Paola Cabezas vestía un terno completamente verde —el color que representa la lucha por la legalización del aborto en América Latina y, además, el color de la bandera de su provincia, Esmeraldas—. Era 3 de febrero de 2022 y ese día se debatía por segunda vez la Ley de Aborto por Violación en la Asamblea Nacional.

Allí, en el pleno, entre los 52 legisladores que intervinieron en el debate, la asambleísta de UNES dijo que su voto a favor de esta ley era por convicción, por la realidad del lugar desde el que se enuncia, porque el 40 % de las mujeres criminalizadas por aborto son negras. Como ella, como sus ancestras.

A ellas les dedicó su discurso. «A las mujeres que han sido dos veces víctimas, dos veces vejadas, dos veces agredidas, dos veces condenadas por la historia, las mujeres que han estado condenadas a la exclusión, a las mujeres negras, las mujeres que han usado el aborto como una práctica de resistencia para que no se perpetúen las aberraciones que vivieron a lo largo de la historia porque (…) somos hijas de la esclavitud«.

Han pasado dos meses de esa intervención. Las sugerencias que pidió Cabezas pensando en la comunidad en la que creció no se implementaron en la normativa. Tampoco las recomendaciones que la plataforma Organizadas por una Ley de Aborto Justa y Reparadora (OLA) presentó al legislativo, luego de que la Corte Constitucional declarara inconstitucional el articulado del COIP en el que se condiciona el aborto en casos de violación.

La ley que entró en vigencia —con una serie de cambios realizados por el presidente Guillermo Lasso y su equipo, y luego de que la presidenta de la Asamblea, Guadalupe Llori no diera paso a la discusión— no respeta ninguno de los puntos que la coalición consideró como no negociables para su propuesta: una ley sin plazos, sin denuncia, sin cláusula de objeción de conciencia.

Cabezas sabe bien que la normativa aprobada no beneficiará a ninguna de las mujeres de su comunidad, pero tiene la certeza de que la discusión ha avanzado y que el debate de temas como este es fundamental para abrirle paso a las siguientes generaciones.

Esta entrevista es el comienzo de una serie que plantea la necesidad de que en nuestros países, donde las brechas de género se han acentuado profundamente con la pandemia y con un gobierno conservador y de extrema derecha, se legisle desde el feminismo.

¿Cómo ha sido para ti definirte como feminista desde el legislativo y sostenerte para que tus convicciones no mermen la toma de decisiones de una bancada? 

Yo soy una feminista en construcción. Vengo de una familia conservadora, en la que mi madre soltera sacó adelante siete hijos sola y a pesar de eso, en ella están arraigados muchos principios conservadores, con muchos elementos que rodean mi crianza y que me impedían entender ciertas cosas que te limitan como mujer para incidir en igualdad de condiciones, en lo laboral, lo social, lo productivo y mucho más en lo político.

Cuando la política llega a mi vida, entiendo que el feminismo no solamente es una herramienta para disputar el poder en favor de las mujeres. Entendí que el feminismo tiene que constituirse en nuestra relación con la sociedad y en nuestra forma de vida porque es la única manera de deconstruir un Estado o una sociedad patriarcal, machista, sexista y también racista. Si miramos en el último eslabón, las mujeres negras somos las que más nos vemos afectadas dentro de este proceso.

¿Cómo puede el poder, que históricamente ha estado en manos de hombres, ceder ante las necesidades que ahora le plantea el feminismo? 

Hay que hablar de interseccionalidad. Porque no es lo mismo una feminista mestiza que vive en Guayaquil a una feminista negra de una comunidad de Cayapas que vive a una hora en lancha de todos los servicios básicos. El feminismo tiene que ser abordado desde esa diversidad.

No se puede pensar en feminismo solo desde una visión. Esto nos ayuda a construir la igualdad cuando entiendes que las mujeres indígenas y que las mujeres negras vivimos en diferentes condiciones, más desafectadas de las políticas públicas y abandonadas por el Estado. Por eso, el feminismo es una herramienta de lucha para la disputa del poder.

Soy la única asambleísta negra y de repente soy una feminista antirracista que tiene críticas al sistema. Desde allí conseguir aliados no es tan fácil. La Ley para interrupción del embarazo en casos de violación fue el primer ejercicio que muestra que no es fácil poder incidir siendo una mujer feminista dentro de esta Asamblea. Hay que negociar, hay que cabildear. Para mí ha sido muy frustrante negociar por nuestros derechos, porque los derechos no se negocian.

Y en cuanto a las posturas sobre el feminismo, que podrían parecer distintas, ¿cómo se establecen consensos? Porque el objetivo es el mismo: romper con la brecha de género, hablar de derechos. 

En la diversidad se construye y eso no debe ser un sinónimo de división. Creo que en el feminismo hay un eje común en torno a lo que está pasando en la región y en Ecuador. Lo importante es identificar cuáles son las problemáticas que vivimos cada una desde nuestra realidad.

Tú lo has graficado muy bien: no es lo mismo ser feminista mestiza, tener un trabajo y que tu relación con el machismo sea desde el espacio laboral o en el espacio público. Nuestra relación con las inequidades, en cambio, es estructural porque en Ecuador existe un racismo estructural que atraviesa a los ciudadanos y mujeres racializadas.

Allí hay que ir con otro enfoque para poder tener aliadas, porque no queremos ser las únicas voceras de nuestra realidad. Esperamos que las aliadas que tengamos desde todos los territorios también asuman la causa de las mujeres indígenas y de las mujeres negras.

Yo di mi voto a favor de la Ley para la interrupción del embarazo en caso de violación por convicción, porque había que dar un paso, pero si hacemos una reflexión y un análisis, la ley no va a beneficiar a la mujeres rurales, pobres, ni a las mujeres negras.

¿Por qué? 

Es duro decirlo. Todos sabemos que en los subcentros de salud de la ruralidad hay un solo médico. Y si ese médico hace objeción de conciencia, una mujer negra o una mujer indígena no podrá acceder a su derecho.

Sabemos que hoy no hay medicinas en los subcentros, están desmantelados y es allí donde vemos la mayor cantidad de niñas violadas, donde no hay justicia, no hay Estado. Por eso a mí la ley me generaba dudas, pero había que votar porque teníamos que tener una ley y de allí ir construyendo y haciendo una extensión desde los territorios para tener un Estado que la haga cumplir.

Por eso no podemos pensar en leyes, en normas, desde el privilegio. Hay que pensar que hay otras mujeres que ni siquiera han resuelto sus problemas más elementales, como el de la comida o el de la salud sexual y reproductiva.

Hay muchos problemas en la ruralidad, que desde la visión del privilegio, no vemos. Solamente unidas podemos tener una mayor incidencia y amplificar nuestras voces. Lo que está pasando con mujeres —y hablo de mujeres negras feministas, como Francia Márquez en Colombia, mujeres empobrecidas y racializadas— es que están mirando el mundo para reconstruirlo desde la periferia.

Eso demuestra que no es que no haya talentos o condiciones, lo que no ha existido son oportunidades. Al Estado le conviene tenernos a las mujeres así: sin oportunidades, sin salud, sin educación, sin independencia económica.

Paola Cabezas se define como una feminista en construcción.

El debate de aborto por violación ha marcado varios hitos en tu carrera legislativa. En 2013 fuiste una de las asambleístas que mantuvo una postura firme, a pesar de que el líder del partido, Rafael Correa, hizo un llamado de atención. Presentaste entonces una moción para votar de manera separada el articulado sobre este tema en el COIP. Decías que ha sido complicado negociar, ¿cómo ha afectado tu postura en tu carrera política? 

Hay una cosa que tengo muy clara en mi vida. Antes de ser de izquierda, antes de ser progresista, antes de ser militante, yo soy mujer negra. Es una cosa que llevaré el resto de mi vida y tengo que vivir en función de lo que soy, tengo que militar y hacer en política en función de lo que represento.

Ahora más que nunca, que no hay más mujeres políticas como yo en la Asamblea, entiendo que este espacio me lo ha dado el pueblo ecuatoriano para servirles a todos, pero también que debo abrir camino para las que vienen, porque en el próximo parlamento no debe haber solo una Paola, deben haber muchas más. Yo siempre trato de ser respetuosa de los diálogos dentro de mi movimiento porque para eso somos un movimiento, y muy diverso.

Miraría lo que hemos avanzado más que las discusiones, que son normales. En un espacio democrático es normal disentir. Lo importante es defender con convicción, con principios y vehemencia tus causas, y mi causa es esa, no la puedo borrar.

Dices ser una feminista en construcción. ¿Ha sido fácil proclamarse feminista dentro de la comunidad a la que perteneces?

En el pueblo negro, sobre todo de los sectores rurales, la influencia de la Iglesia ha sido determinante. En la lógica de cubrir al Estado, que no ha estado presente en las comunidades negras rurales, aparece la Iglesia para definir cómo se desarrollan. Tanto así que ha sido difícil para muchas de nuestras comunidades mantener viva su identidad cultural, porque también la Iglesia ha influido mucho en eso.

Creo que mucho de lo que pasa con las mujeres negras, sobre todo en política, que no han asumido esta agenda, viene de la formación de casa. En mi caso, por ejemplo, antes de  votar a favor de la Ley (de aborto por violación) tuve que reunirme con mi familia.

Somos siete hermanos, cinco somos mujeres y mi familia es muy cristiana. Tuve que sentarme a hablar con mi madre y decirle: «mami, el Dios en el que tú crees y, que seguramente en el que todavía creo yo, no criminaliza a una mujer. El Dios en el que yo creo jamás permitiría que dañen el proyecto de vida de una niña».

Ha sido muy difícil, pero para mí es el primer ejercicio, para afianzarme.

Y en ese sentido, ¿es fácil construir un camino, para que en el futuro haya más voces como la tuya en el poder legislativo?

El camino se está construyendo no para que vengan otras mujeres negras, sino para que vengan mujeres indígenas, que vengan más mujeres a la Asamblea y podamos tener leyes que nos favorezcan a todas, pero ese camino se puede construir solamente con el ejemplo y con la presencia.

Hay que tejer redes de apoyo de formación política, de mujeres rurales, hay mucha madera en los sectores rurales, solo que no se le dan oportunidades y ahí hay que ir a las estructuras de  los partidos políticos.

§

Paola Cabezas se describe como una feminista en construcción porque considera que se está preparando para cuestionar las lógicas sociales con las que ella, como otras mujeres, creció y que muchas veces contradicen los planteamientos que buscan romper con la desigualdad y la revictimización.

«Si tú no estás formada, si no eres una mujer fuerte, esto puede liquidarte y puede causarte muchas inconvenientes al punto de querer salir corriendo y dejar los espacios que te hacen pensar que no te corresponden», dice en esta entrevista.

A ella le han hecho pensar que la Asamblea Nacional no es un lugar en el que debería estar. Hace poco circuló un meme desde un actor político que estaría candidatizado a la Alcaldía de Quito en el cual se intenta denigrar su raza, su apariencia, su ideología política. Le han hecho pensar que no debería estar en el lugar que está por ser mujer, negra y feminista. Desde este territorio negocia y busca dejar un precedente para que vengan más como ella, otras mujeres que aún no han encontrado una voz en un espacio de poder, para que no salgan corriendo porque tendrán armas para seguir levantando su voz.

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    JÉSSICA ZAMBRANO ALVARADO

    Paola Cabezas vestía un terno completamente verde —el color que representa la lucha por la legalización del aborto en América Latina y, además, el color de la bandera de su provincia, Esmeraldas—. Era 3 de febrero de 2022 y ese día se debatía por segunda vez la Ley de Aborto por Violación en la Asamblea Nacional.

    Allí, en el pleno, entre los 52 legisladores que intervinieron en el debate, la asambleísta de UNES dijo que su voto a favor de esta ley era por convicción, por la realidad del lugar desde el que se enuncia, porque el 40 % de las mujeres criminalizadas por aborto son negras. Como ella, como sus ancestras.

    A ellas les dedicó su discurso. «A las mujeres que han sido dos veces víctimas, dos veces vejadas, dos veces agredidas, dos veces condenadas por la historia, las mujeres que han estado condenadas a la exclusión, a las mujeres negras, las mujeres que han usado el aborto como una práctica de resistencia para que no se perpetúen las aberraciones que vivieron a lo largo de la historia porque (…) somos hijas de la esclavitud«.

    Han pasado dos meses de esa intervención. Las sugerencias que pidió Cabezas pensando en la comunidad en la que creció no se implementaron en la normativa. Tampoco las recomendaciones que la plataforma Organizadas por una Ley de Aborto Justa y Reparadora (OLA) presentó al legislativo, luego de que la Corte Constitucional declarara inconstitucional el articulado del COIP en el que se condiciona el aborto en casos de violación.

    La ley que entró en vigencia —con una serie de cambios realizados por el presidente Guillermo Lasso y su equipo, y luego de que la presidenta de la Asamblea, Guadalupe Llori no diera paso a la discusión— no respeta ninguno de los puntos que la coalición consideró como no negociables para su propuesta: una ley sin plazos, sin denuncia, sin cláusula de objeción de conciencia.

    Cabezas sabe bien que la normativa aprobada no beneficiará a ninguna de las mujeres de su comunidad, pero tiene la certeza de que la discusión ha avanzado y que el debate de temas como este es fundamental para abrirle paso a las siguientes generaciones.

    Esta entrevista es el comienzo de una serie que plantea la necesidad de que en nuestros países, donde las brechas de género se han acentuado profundamente con la pandemia y con un gobierno conservador y de extrema derecha, se legisle desde el feminismo.

    ¿Cómo ha sido para ti definirte como feminista desde el legislativo y sostenerte para que tus convicciones no mermen la toma de decisiones de una bancada? 

    Yo soy una feminista en construcción. Vengo de una familia conservadora, en la que mi madre soltera sacó adelante siete hijos sola y a pesar de eso, en ella están arraigados muchos principios conservadores, con muchos elementos que rodean mi crianza y que me impedían entender ciertas cosas que te limitan como mujer para incidir en igualdad de condiciones, en lo laboral, lo social, lo productivo y mucho más en lo político.

    Cuando la política llega a mi vida, entiendo que el feminismo no solamente es una herramienta para disputar el poder en favor de las mujeres. Entendí que el feminismo tiene que constituirse en nuestra relación con la sociedad y en nuestra forma de vida porque es la única manera de deconstruir un Estado o una sociedad patriarcal, machista, sexista y también racista. Si miramos en el último eslabón, las mujeres negras somos las que más nos vemos afectadas dentro de este proceso.

    ¿Cómo puede el poder, que históricamente ha estado en manos de hombres, ceder ante las necesidades que ahora le plantea el feminismo? 

    Hay que hablar de interseccionalidad. Porque no es lo mismo una feminista mestiza que vive en Guayaquil a una feminista negra de una comunidad de Cayapas que vive a una hora en lancha de todos los servicios básicos. El feminismo tiene que ser abordado desde esa diversidad.

    No se puede pensar en feminismo solo desde una visión. Esto nos ayuda a construir la igualdad cuando entiendes que las mujeres indígenas y que las mujeres negras vivimos en diferentes condiciones, más desafectadas de las políticas públicas y abandonadas por el Estado. Por eso, el feminismo es una herramienta de lucha para la disputa del poder.

    Soy la única asambleísta negra y de repente soy una feminista antirracista que tiene críticas al sistema. Desde allí conseguir aliados no es tan fácil. La Ley para interrupción del embarazo en casos de violación fue el primer ejercicio que muestra que no es fácil poder incidir siendo una mujer feminista dentro de esta Asamblea. Hay que negociar, hay que cabildear. Para mí ha sido muy frustrante negociar por nuestros derechos, porque los derechos no se negocian.

    Y en cuanto a las posturas sobre el feminismo, que podrían parecer distintas, ¿cómo se establecen consensos? Porque el objetivo es el mismo: romper con la brecha de género, hablar de derechos. 

    En la diversidad se construye y eso no debe ser un sinónimo de división. Creo que en el feminismo hay un eje común en torno a lo que está pasando en la región y en Ecuador. Lo importante es identificar cuáles son las problemáticas que vivimos cada una desde nuestra realidad.

    Tú lo has graficado muy bien: no es lo mismo ser feminista mestiza, tener un trabajo y que tu relación con el machismo sea desde el espacio laboral o en el espacio público. Nuestra relación con las inequidades, en cambio, es estructural porque en Ecuador existe un racismo estructural que atraviesa a los ciudadanos y mujeres racializadas.

    Allí hay que ir con otro enfoque para poder tener aliadas, porque no queremos ser las únicas voceras de nuestra realidad. Esperamos que las aliadas que tengamos desde todos los territorios también asuman la causa de las mujeres indígenas y de las mujeres negras.

    Yo di mi voto a favor de la Ley para la interrupción del embarazo en caso de violación por convicción, porque había que dar un paso, pero si hacemos una reflexión y un análisis, la ley no va a beneficiar a la mujeres rurales, pobres, ni a las mujeres negras.

    ¿Por qué? 

    Es duro decirlo. Todos sabemos que en los subcentros de salud de la ruralidad hay un solo médico. Y si ese médico hace objeción de conciencia, una mujer negra o una mujer indígena no podrá acceder a su derecho.

    Sabemos que hoy no hay medicinas en los subcentros, están desmantelados y es allí donde vemos la mayor cantidad de niñas violadas, donde no hay justicia, no hay Estado. Por eso a mí la ley me generaba dudas, pero había que votar porque teníamos que tener una ley y de allí ir construyendo y haciendo una extensión desde los territorios para tener un Estado que la haga cumplir.

    Por eso no podemos pensar en leyes, en normas, desde el privilegio. Hay que pensar que hay otras mujeres que ni siquiera han resuelto sus problemas más elementales, como el de la comida o el de la salud sexual y reproductiva.

    Hay muchos problemas en la ruralidad, que desde la visión del privilegio, no vemos. Solamente unidas podemos tener una mayor incidencia y amplificar nuestras voces. Lo que está pasando con mujeres —y hablo de mujeres negras feministas, como Francia Márquez en Colombia, mujeres empobrecidas y racializadas— es que están mirando el mundo para reconstruirlo desde la periferia.

    Eso demuestra que no es que no haya talentos o condiciones, lo que no ha existido son oportunidades. Al Estado le conviene tenernos a las mujeres así: sin oportunidades, sin salud, sin educación, sin independencia económica.

    Paola Cabezas se define como una feminista en construcción.

    El debate de aborto por violación ha marcado varios hitos en tu carrera legislativa. En 2013 fuiste una de las asambleístas que mantuvo una postura firme, a pesar de que el líder del partido, Rafael Correa, hizo un llamado de atención. Presentaste entonces una moción para votar de manera separada el articulado sobre este tema en el COIP. Decías que ha sido complicado negociar, ¿cómo ha afectado tu postura en tu carrera política? 

    Hay una cosa que tengo muy clara en mi vida. Antes de ser de izquierda, antes de ser progresista, antes de ser militante, yo soy mujer negra. Es una cosa que llevaré el resto de mi vida y tengo que vivir en función de lo que soy, tengo que militar y hacer en política en función de lo que represento.

    Ahora más que nunca, que no hay más mujeres políticas como yo en la Asamblea, entiendo que este espacio me lo ha dado el pueblo ecuatoriano para servirles a todos, pero también que debo abrir camino para las que vienen, porque en el próximo parlamento no debe haber solo una Paola, deben haber muchas más. Yo siempre trato de ser respetuosa de los diálogos dentro de mi movimiento porque para eso somos un movimiento, y muy diverso.

    Miraría lo que hemos avanzado más que las discusiones, que son normales. En un espacio democrático es normal disentir. Lo importante es defender con convicción, con principios y vehemencia tus causas, y mi causa es esa, no la puedo borrar.

    Dices ser una feminista en construcción. ¿Ha sido fácil proclamarse feminista dentro de la comunidad a la que perteneces?

    En el pueblo negro, sobre todo de los sectores rurales, la influencia de la Iglesia ha sido determinante. En la lógica de cubrir al Estado, que no ha estado presente en las comunidades negras rurales, aparece la Iglesia para definir cómo se desarrollan. Tanto así que ha sido difícil para muchas de nuestras comunidades mantener viva su identidad cultural, porque también la Iglesia ha influido mucho en eso.

    Creo que mucho de lo que pasa con las mujeres negras, sobre todo en política, que no han asumido esta agenda, viene de la formación de casa. En mi caso, por ejemplo, antes de  votar a favor de la Ley (de aborto por violación) tuve que reunirme con mi familia.

    Somos siete hermanos, cinco somos mujeres y mi familia es muy cristiana. Tuve que sentarme a hablar con mi madre y decirle: «mami, el Dios en el que tú crees y, que seguramente en el que todavía creo yo, no criminaliza a una mujer. El Dios en el que yo creo jamás permitiría que dañen el proyecto de vida de una niña».

    Ha sido muy difícil, pero para mí es el primer ejercicio, para afianzarme.

    Y en ese sentido, ¿es fácil construir un camino, para que en el futuro haya más voces como la tuya en el poder legislativo?

    El camino se está construyendo no para que vengan otras mujeres negras, sino para que vengan mujeres indígenas, que vengan más mujeres a la Asamblea y podamos tener leyes que nos favorezcan a todas, pero ese camino se puede construir solamente con el ejemplo y con la presencia.

    Hay que tejer redes de apoyo de formación política, de mujeres rurales, hay mucha madera en los sectores rurales, solo que no se le dan oportunidades y ahí hay que ir a las estructuras de  los partidos políticos.

    §

    Paola Cabezas se describe como una feminista en construcción porque considera que se está preparando para cuestionar las lógicas sociales con las que ella, como otras mujeres, creció y que muchas veces contradicen los planteamientos que buscan romper con la desigualdad y la revictimización.

    «Si tú no estás formada, si no eres una mujer fuerte, esto puede liquidarte y puede causarte muchas inconvenientes al punto de querer salir corriendo y dejar los espacios que te hacen pensar que no te corresponden», dice en esta entrevista.

    A ella le han hecho pensar que la Asamblea Nacional no es un lugar en el que debería estar. Hace poco circuló un meme desde un actor político que estaría candidatizado a la Alcaldía de Quito en el cual se intenta denigrar su raza, su apariencia, su ideología política. Le han hecho pensar que no debería estar en el lugar que está por ser mujer, negra y feminista. Desde este territorio negocia y busca dejar un precedente para que vengan más como ella, otras mujeres que aún no han encontrado una voz en un espacio de poder, para que no salgan corriendo porque tendrán armas para seguir levantando su voz.

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