Señor Presidente: las mujeres no aparecemos muertas

Aunque al inicio de su gestión el presidente Guillermo Lasso prometió «femicidio cero», no existe claridad sobre cuáles serán las políticas para alcanzar este objetivo. Daniela Mora Santacruz hace un análisis de por qué las decisiones del Gobierno tras el femicidio de María Belén Bernal, aunque simbólicas, no son útiles porque no se acompañan de cambios estructurales o siquiera de una decisión política.

DANIELA MORA SANTACRUZ

Escribo desde el profundo dolor que significa ser mujer en Ecuador. Han pasado varios días desde que encontraron el cuerpo de María Belén Bernal luego de que ella entrara con vida a la Escuela Superior de Policía y aún no puedo explicar la forma en la que este caso me atraviesa.

No puedo ignorarlo, no puedo ocupar mi cabeza en otra cosa, no puedo no llorar.

La violencia contra nosotras se ha tomado todos y cada uno de los espacios y los llamados a cuidarnos y protegernos están manchados hasta el cuello en casos de maltrato, abuso, muerte y complicidad.

Entre el 1 de enero hasta el 3 de septiembre de 2022, se han registrado 206 femicidios en el país, según el mapa presentado por la Alianza Feminista para el Mapeo de los Femi(ni)cidios en Ecuador —conformada por Fundación Aldea, la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos, CEPAM-G, la Alianza por los Derechos Humanos, entre otras organizaciones—. Aproximadamente 1,247 vidas de mujeres han sido arrebatadas por violencia misógina desde 2014, año en que se tipificó el femicidio en el Código Orgánico Integral Penal (COIP). 

En 1976, Diane Russell propuso el término femicide para describir el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres, motivados por odio, desprecio, placer o por darle sentido de propiedad al cuerpo de las mujeres. Más tarde, en 2005, Marcela Lagarde resignificó el concepto, acuñando la palabra “feminicidio”, al agregar el sentido de impunidad que conllevan esos asesinatos, considerándolos como responsabilidad del Estado.

Entender la problemática de la violencia basada en género requiere más que rodearse de mujeres con blazers morados posando para una foto. Hace falta un enfoque desde los derechos humanos y la interseccionalidad.

El mero reconocimiento formal de los derechos humanos no garantiza el disfrute efectivo de los mismos; hay que entender que el género se cruza con otras condiciones que no se pueden dejar fuera en la toma de decisiones y diseño de políticas públicas para prevenir y erradicar la violencia, si existiera una verdadera voluntad política de generar cambios estructurales. Condiciones como la socioeconómica, edad, lugar de nacimiento, pertenencia étnica cultural, discapacidad, orientación sexual, condición de movilidad humana.

Habría que empezar, por ejemplo, comprendiendo que las desigualdades que causan la violencia de género no son eventos aislados cometidos por «malos elementos». Las desigualdades se entretejen con otras estructuras de desigualdad.

Un verdadero compromiso político por cambiar las cosas supondría considerar las prácticas discriminatorias y atentatorias contra los derechos humanos, así como las violencias específicas que viven las mujeres en su diversidad para ampliar la comprensión sobre la ocurrencia de femicidios y poder hacer algo relevante al respecto. 

En otras palabras, entender que los procesos socioeconómicos, políticos y ambientales crean, reproducen y transforman no solo los lugares donde vivimos sino también las relaciones sociales entre los hombres y las mujeres que viven allí; y a su vez, las relaciones de género tienen un impacto en dichos procesos y en sus manifestaciones en el espacio y el entorno. 

Es que los femicidios ocurren en espacios determinados, donde existen relaciones de desigualdad. Las víctimas habitaron espacios o territorios con condiciones específicas y si quienes deben diseñar las políticas públicas para prevenir y erradicar la violencia de género en el país o las autoridades llamadas a tomar decisiones no lo comprenden, estamos condenadas a ver rueda de prensa tras rueda de prensa intentando adivinar cuál es la tusa que nos calza. 

En 2008, el Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará, promulgó la Declaración sobre el Femicidio, que lo define como la muerte violenta de mujeres por razones de género, ocurridas en cualquier ámbito, y que constituye la expresión más grave de la discriminación y violencia contra las mujeres. Esto, sumado al limitado o nulo acceso a la justicia, la impunidad y la persistencia de patrones socioculturales discriminatorios, entre otras causas, inciden en el aumento del número de muertes de mujeres por razones de género. Por eso entiendo a la activista Vivian Idrovo cuando dijo con absoluta claridad que lo que pasa en Ecuador es un mensaje a la impunidad.

En 2011, Naciones Unidas señaló que las muertes violentas de mujeres eran causadas principalmente por sus parejas o en el marco de sus relaciones familiares y que las mujeres tenemos más probabilidades de morir en el hogar que fuera de este. Más tarde, en 2013, la Organización Mundial de la Salud indicó que, en el mundo, más del 38% de las muertes violentas de mujeres eran cometidas por compañeros íntimos.

Otra vez, señor Presidente: no se trata de malos elementos, las mujeres no aparecemos muertas. María Belén, Naomi, Valeria y muchas otras son víctimas de la violencia que sí tiene género y que usted —a través de su gobierno— está llamado a prevenir y erradicar. 

Usted tiene el deber de garantizarnos una vida libre de violencia.

A título personal, no tengo miedo de morir. Tengo miedo de vivir en un país en el que el gobierno parece comprometido a evitar salir de la burbuja desde donde gobierna, en el que la vida de las mujeres no vale nada más que un maquillaje superficial proveniente de la burda improvisación y las ganas de figurar. 

Tengo miedo de vivir en un país cuyo gobierno es capaz de colgarse de las luchas históricas de las mujeres con el único objetivo de llegar al poder. Temo vivir en un país con un gobierno que usa gente para acosar a una madre por levantar su brazo en lucha por la verdad y la justicia. Un país cuyo gobierno está dispuesto a minar las estructuras de los edificios en lugar de asumir los deberes y compromisos que los llevaron al poder.

Aún recuerdo el «femicidio cero» que prometía Guillermo Lasso hace poco más de un año, los primeros días de su mandato. ¿Cómo fue que nos convertimos en «sensibles» y «desestabilizadoras» por exigir justicia, señor Presidente?

Las que salimos a las calles para acompañar a Elizabeth Otavalo —madre de María Belén Bernal— y a las madres, amigas y hermanas de otras víctimas, lo que menos merecemos es la mediocridad e indiferencia de los gobiernos de turno.

Nuestras luchas llevan vidas enteras y aunque usted es el último en sentarse en la silla presidencial, no lo hace menos responsable. 

No, señor Presidente, los cambios estructurales no se refieren a demoler edificios ni cambiar autoridades por la crítica en redes sociales sin hacer conciencia o tener mínima compresión de lo que sucede. No es usar a las mujeres para lavar la cara de instituciones históricamente violentas.

No es usar al troll center para atacar a una madre que acaba de perder a su hija en manos de la institución que lleva por lema «servir y proteger». No es echar culpas al guardia de la puerta o usar a una mujer como chivo expiatorio para «justificar» que están haciendo algo. Mucho menos es poner luces de colores en los edificios. 

Quizá, señor Presidente, los actos simbólicos de los que hoy tanto se ufana tendrían valor si partieran de un ejercicio coherente. Si no hubiéramos sido testigas de cómo no tuvo empacho en apropiarse de nuestras luchas para hacerse con el poder y luego olvidar sus promesas, compromisos y hasta el mínimo interés por comprender las raíces de los problemas que atravesamos las mujeres.

Quizá creeríamos en el valor simbólico de demoler el edificio en el que María Belén Bernal fue asesinada por un policía con la complicidad de más policías y de otras autoridades si usted no estuviera constantemente rodeado de hombres abiertamente misóginos y violentos. 

Escribo esto desde el dolor que me atraviesa el corazón, desde la impotencia que a veces me lleva a querer bajar los brazos porque esas miles de mujeres que han sido víctimas de la violencia machista se convierten en números que no han tenido la «fortuna» de volverse virales para que alguien de los que está arriba regrese a ver y por unos días pretenda que le importa. 

Escribo esto como un grito que acompaña a quienes no se cansan de pedir justicia. Como una sobreviviente a la que el Estado le negó protección porque no tenía huellas visibles de la última vez que mi agresor me golpeó. 

Escribo esto como un recordatorio de que la violencia no es algo que podamos ocultar bajo la alfombra, porque hicimos el compromiso de no volver a callar, de señalar de manera frontal a quienes nos violentan. 

Hoy lo señalo a usted, Presidente. Es usted el que está fallando. 

ARTÍCULOS RECOMENDADOS

¿TE PARECIÓ INTERESANTE?

Recibe más noticias así, ¡únete a la comunidad!

    Quiero recibir información

    spot_img

    Señor Presidente: las mujeres no aparecemos muertas

    ARTÍCULOS RECOMENDADOS

    Aunque al inicio de su gestión el presidente Guillermo Lasso prometió «femicidio cero», no existe claridad sobre cuáles serán las políticas para alcanzar este objetivo. Daniela Mora Santacruz hace un análisis de por qué las decisiones del Gobierno tras el femicidio de María Belén Bernal, aunque simbólicas, no son útiles porque no se acompañan de cambios estructurales o siquiera de una decisión política.

    DANIELA MORA SANTACRUZ

    Escribo desde el profundo dolor que significa ser mujer en Ecuador. Han pasado varios días desde que encontraron el cuerpo de María Belén Bernal luego de que ella entrara con vida a la Escuela Superior de Policía y aún no puedo explicar la forma en la que este caso me atraviesa.

    No puedo ignorarlo, no puedo ocupar mi cabeza en otra cosa, no puedo no llorar.

    La violencia contra nosotras se ha tomado todos y cada uno de los espacios y los llamados a cuidarnos y protegernos están manchados hasta el cuello en casos de maltrato, abuso, muerte y complicidad.

    Entre el 1 de enero hasta el 3 de septiembre de 2022, se han registrado 206 femicidios en el país, según el mapa presentado por la Alianza Feminista para el Mapeo de los Femi(ni)cidios en Ecuador —conformada por Fundación Aldea, la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos, CEPAM-G, la Alianza por los Derechos Humanos, entre otras organizaciones—. Aproximadamente 1,247 vidas de mujeres han sido arrebatadas por violencia misógina desde 2014, año en que se tipificó el femicidio en el Código Orgánico Integral Penal (COIP). 

    En 1976, Diane Russell propuso el término femicide para describir el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres, motivados por odio, desprecio, placer o por darle sentido de propiedad al cuerpo de las mujeres. Más tarde, en 2005, Marcela Lagarde resignificó el concepto, acuñando la palabra “feminicidio”, al agregar el sentido de impunidad que conllevan esos asesinatos, considerándolos como responsabilidad del Estado.

    Entender la problemática de la violencia basada en género requiere más que rodearse de mujeres con blazers morados posando para una foto. Hace falta un enfoque desde los derechos humanos y la interseccionalidad.

    El mero reconocimiento formal de los derechos humanos no garantiza el disfrute efectivo de los mismos; hay que entender que el género se cruza con otras condiciones que no se pueden dejar fuera en la toma de decisiones y diseño de políticas públicas para prevenir y erradicar la violencia, si existiera una verdadera voluntad política de generar cambios estructurales. Condiciones como la socioeconómica, edad, lugar de nacimiento, pertenencia étnica cultural, discapacidad, orientación sexual, condición de movilidad humana.

    Habría que empezar, por ejemplo, comprendiendo que las desigualdades que causan la violencia de género no son eventos aislados cometidos por «malos elementos». Las desigualdades se entretejen con otras estructuras de desigualdad.

    Un verdadero compromiso político por cambiar las cosas supondría considerar las prácticas discriminatorias y atentatorias contra los derechos humanos, así como las violencias específicas que viven las mujeres en su diversidad para ampliar la comprensión sobre la ocurrencia de femicidios y poder hacer algo relevante al respecto. 

    En otras palabras, entender que los procesos socioeconómicos, políticos y ambientales crean, reproducen y transforman no solo los lugares donde vivimos sino también las relaciones sociales entre los hombres y las mujeres que viven allí; y a su vez, las relaciones de género tienen un impacto en dichos procesos y en sus manifestaciones en el espacio y el entorno. 

    Es que los femicidios ocurren en espacios determinados, donde existen relaciones de desigualdad. Las víctimas habitaron espacios o territorios con condiciones específicas y si quienes deben diseñar las políticas públicas para prevenir y erradicar la violencia de género en el país o las autoridades llamadas a tomar decisiones no lo comprenden, estamos condenadas a ver rueda de prensa tras rueda de prensa intentando adivinar cuál es la tusa que nos calza. 

    En 2008, el Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará, promulgó la Declaración sobre el Femicidio, que lo define como la muerte violenta de mujeres por razones de género, ocurridas en cualquier ámbito, y que constituye la expresión más grave de la discriminación y violencia contra las mujeres. Esto, sumado al limitado o nulo acceso a la justicia, la impunidad y la persistencia de patrones socioculturales discriminatorios, entre otras causas, inciden en el aumento del número de muertes de mujeres por razones de género. Por eso entiendo a la activista Vivian Idrovo cuando dijo con absoluta claridad que lo que pasa en Ecuador es un mensaje a la impunidad.

    En 2011, Naciones Unidas señaló que las muertes violentas de mujeres eran causadas principalmente por sus parejas o en el marco de sus relaciones familiares y que las mujeres tenemos más probabilidades de morir en el hogar que fuera de este. Más tarde, en 2013, la Organización Mundial de la Salud indicó que, en el mundo, más del 38% de las muertes violentas de mujeres eran cometidas por compañeros íntimos.

    Otra vez, señor Presidente: no se trata de malos elementos, las mujeres no aparecemos muertas. María Belén, Naomi, Valeria y muchas otras son víctimas de la violencia que sí tiene género y que usted —a través de su gobierno— está llamado a prevenir y erradicar. 

    Usted tiene el deber de garantizarnos una vida libre de violencia.

    A título personal, no tengo miedo de morir. Tengo miedo de vivir en un país en el que el gobierno parece comprometido a evitar salir de la burbuja desde donde gobierna, en el que la vida de las mujeres no vale nada más que un maquillaje superficial proveniente de la burda improvisación y las ganas de figurar. 

    Tengo miedo de vivir en un país cuyo gobierno es capaz de colgarse de las luchas históricas de las mujeres con el único objetivo de llegar al poder. Temo vivir en un país con un gobierno que usa gente para acosar a una madre por levantar su brazo en lucha por la verdad y la justicia. Un país cuyo gobierno está dispuesto a minar las estructuras de los edificios en lugar de asumir los deberes y compromisos que los llevaron al poder.

    Aún recuerdo el «femicidio cero» que prometía Guillermo Lasso hace poco más de un año, los primeros días de su mandato. ¿Cómo fue que nos convertimos en «sensibles» y «desestabilizadoras» por exigir justicia, señor Presidente?

    Las que salimos a las calles para acompañar a Elizabeth Otavalo —madre de María Belén Bernal— y a las madres, amigas y hermanas de otras víctimas, lo que menos merecemos es la mediocridad e indiferencia de los gobiernos de turno.

    Nuestras luchas llevan vidas enteras y aunque usted es el último en sentarse en la silla presidencial, no lo hace menos responsable. 

    No, señor Presidente, los cambios estructurales no se refieren a demoler edificios ni cambiar autoridades por la crítica en redes sociales sin hacer conciencia o tener mínima compresión de lo que sucede. No es usar a las mujeres para lavar la cara de instituciones históricamente violentas.

    No es usar al troll center para atacar a una madre que acaba de perder a su hija en manos de la institución que lleva por lema «servir y proteger». No es echar culpas al guardia de la puerta o usar a una mujer como chivo expiatorio para «justificar» que están haciendo algo. Mucho menos es poner luces de colores en los edificios. 

    Quizá, señor Presidente, los actos simbólicos de los que hoy tanto se ufana tendrían valor si partieran de un ejercicio coherente. Si no hubiéramos sido testigas de cómo no tuvo empacho en apropiarse de nuestras luchas para hacerse con el poder y luego olvidar sus promesas, compromisos y hasta el mínimo interés por comprender las raíces de los problemas que atravesamos las mujeres.

    Quizá creeríamos en el valor simbólico de demoler el edificio en el que María Belén Bernal fue asesinada por un policía con la complicidad de más policías y de otras autoridades si usted no estuviera constantemente rodeado de hombres abiertamente misóginos y violentos. 

    Escribo esto desde el dolor que me atraviesa el corazón, desde la impotencia que a veces me lleva a querer bajar los brazos porque esas miles de mujeres que han sido víctimas de la violencia machista se convierten en números que no han tenido la «fortuna» de volverse virales para que alguien de los que está arriba regrese a ver y por unos días pretenda que le importa. 

    Escribo esto como un grito que acompaña a quienes no se cansan de pedir justicia. Como una sobreviviente a la que el Estado le negó protección porque no tenía huellas visibles de la última vez que mi agresor me golpeó. 

    Escribo esto como un recordatorio de que la violencia no es algo que podamos ocultar bajo la alfombra, porque hicimos el compromiso de no volver a callar, de señalar de manera frontal a quienes nos violentan. 

    Hoy lo señalo a usted, Presidente. Es usted el que está fallando. 

    ¿TE PARECIÓ INTERESANTE?

    Recibe más noticias así, ¡únete a la comunidad!

      Quiero recibir información

      spot_img